Crónica del domingo
Puigdemont amenaza la posición del PSC
Movimientos en el secesionismo para «tomar» la presidencia del Parlament y crecen las dudas en los socialistas
La Presidencia de la Generalitat para el ex ministro Salvador Illa puede que no sea una presa tan fácil de cazar como el aparato de comunicación de Moncloa se puso a expandir en la misma noche electoral de las catalanas. Han impuesto la ley del silencio por la campaña de las europeas, pero es inevitable que el runrún de algunos movimientos trascienda el blindaje oficial.
Y lo que llega es que hay nervios en el PSC porque, según avanza la cuenta atrás para la conformación del nuevo Parlamento de Cataluña, que se producirá el próximo día 10, no está nada seguro ni que puedan mantener la Presidencia de la Cámara ni que la vía de escape de entregársela a ERC sirva para arreglarles el problema en su conjunto. En realidad, los nervios se deben, en parte, a que temen que pueda llegar a haber algún tipo de acuerdo entre ERC y Junts que les perjudique en este primer movimiento con el que tendrán que retratarse todos los grupos.
Para entenderlo hay que colocar el foco en Carles Puigdemont, que también se ha mantenido hasta ahora bastante discreto en el marco más oficial, más allá de las reivindicaciones que entran dentro de las generales de la ley y aunque eche serpientes por la boca cuando en privado habla de Pedro Sánchez. Y eso que ya tiene la amnistía aprobada en el Parlamento y en las condiciones que él fijó. Que sean suficientes o no para garantizarle la impunidad absoluta ya es cuestión que depende de los tribunales.
En todo caso, Puigdemont es el hombre del momento, y da igual que el resultado del independentismo en las elecciones no les permita sumar mayoría por ellos mismos o que Moncloa haga calar en la mente de todos sus voceros más fieles la idea de que el ex presidente de la Generalitat está supuestamente camino de la jubilación de la política, y todo, por supuesto, según este discurso que sale de la Comunicación de Moncloa, «gracias a Pedro».
Esta semana ha habido una importante cena en Madrid con representantes de Junts. Los contactos de este partido con el PP siguen produciéndose desde que se celebraron las elecciones generales. Aunque la izquierda lo mezcle todo, y deforme este diálogo para equipararlo con sus mesas internacionales con mediador, o para sostener que el PP traiciona sus postulados, este mensaje puede tener recorrido en el votante más extremista y que está entregado a Vox, pero es un coste asumible por el daño que hace al PSOE como vector desestabilizador. Además, puede ser útil para construir mecanismos de entendimiento en el Parlamento para debilitar a Sánchez y, si llega la oportunidad, sacarle de Moncloa. No es una mesa de negociación en la que figuren los mismos asuntos que hay en la mesa internacional que Sánchez pactó con Puigdemont para su investidura y que se sostiene en una agenda que incluye el pacto fiscal y el referéndum. Las partes son muy discretas y en público hasta lo niegan.
Pero el tema que centra el diálogo entre PP y Junts es Sánchez por las traiciones de las que Junts se siente víctima, por el bloqueo parlamentario y por la posibilidad de que si Puigdemont no consigue la Presidencia de la Generalitat se avance hacia el golpe más traumático, la moción contra Sánchez.
A Feijóo ya le ha llegado algún recado del entorno de Puigdemont de que, si tira adelante, podría contar con su apoyo, siempre que el presidente del Gobierno no cumpla con el compromiso que supuestamente adquirió con ellos, el de dejarles gobernar en Cataluña, en minoría, igual que ellos se lo facilitaron al PSOE en Madrid.
Primero tiene que resolverse la cuestión catalana, y, además, pesa que Feijóo no se fía y teme que le dejen tirado en el último momento si se decidiese a tomar la iniciativa y presentar la moción. Sólo lo haría con garantías totales de que saldría adelante, no como una copia del mecanismo de desgaste socialista que utilizó Vox en la pasada Legislatura y del que el PP se apartó porque en realidad acabó reforzando al líder socialista más que desgastarle. Asimismo, a Feijóo también le condiciona el hecho de que en Génova creen que el paso del tiempo les beneficia porque es tanto como dejar que «Sánchez se vaya cociendo a fuego lento» para darle luego la estocada final. Las mociones, como la convocatoria de elecciones, nunca se pueden anunciar por adelantado.
En definitiva, esto nos lleva de nuevo a Sánchez, que es quien tiene que tomar la decisión de si se sacrifica en favor de Salvador Illa o si, por el contrario, traiciona su palabra dada, el discurso de la reconciliación y la convivencia, y deja a Puigdemont en la Generalitat para salvarse él. Por ahora, lo que sí está claro es que esa lógica de Moncloa, que dice que Puigdemont se retira de la esfera pública y asume el fracaso de su causa, no tiene de momento ninguna base empírica. En el resultado final de este partido pueden ser decisivas las elecciones europeas y la distancia que hay entre los dos partidos. Un PP fuerte tendrá más capacidad de maniobra. Y lo mismo ocurrirá con el PSOE a la hora de enfrentarse a la negociación en Cataluña o a su soledad en el Congreso de los Diputados.
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