Gobierno de España

Rajoy y Rivera no han vuelto a hablar en privado desde navidades

En el PP asumen que la legislatura se puede dar por terminada en materia de acuerdos con Cs

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, (izq.) y el líder de Cs, Albert Rivera, (dcha.), ayer en sendos actos de partido
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, (izq.) y el líder de Cs, Albert Rivera, (dcha.), ayer en sendos actos de partidolarazon

En el PP asumen que la legislatura se puede dar por terminada en materia de acuerdos con Cs.

La bronca política en la que se han instalado el PP y Ciudadanos (Cs) está afectando seriamente al núcleo de las relaciones entre los dos partidos. Mariano Rajoy y Albert Rivera no han vuelto a hablar desde fin de año. Su última conversación reposada fue el 31 de diciembre para hacer balance del ejercicio que acababa, centrándose, sobre todo, en la situación en Cataluña. Desde entonces el problema catalán ha seguido estando en primera línea, pero ha primado más la disputa política que su condición de socios de investidura y, además, socios en la aplicación el artículo 155 de la Constitución. Los temas pendientes se han ido acumulando, e incluso han saltado debates como el que afecta a cómo garantizar la enseñanza del castellano como lengua vehicular en Cataluña en el nuevo curso escolar, pero los mensajes se los han cruzado en público sin que haya tomas de temperatura privadas que ayuden a conciliar posiciones. «Ya somos más rivales electorales que socios», describen, gráficamente, en las filas populares.

Las elecciones catalanas marcaron una nueva etapa en las relaciones entre los dos partidos que tiene difícil marcha atrás, y su escenificación pública esconde detrás un distanciamiento tan radical que incluso está afectando a los canales de diálogo que hasta ahora tenían abiertos las direcciones de las dos formaciones. Rajoy y Rivera han mediado siempre en los temas más importantes, pero al margen ha funcionado el diálogo parlamentario y entre partidos. Oficialmente dicen que siguen hablando, pero los resultados son nulos. Los temas pendientes tienen ya «muy mal» arreglo en la negociación ya que las dos partes mantienen posiciones opuestas aunque solemnizaran en el documento de investidura su voluntad de ir conjuntamente en esa dirección. Reforma electoral, limitación de mandatos o aforamientos son algunos ejemplos de iniciativas que siguen guardadas en el cajón y que no van a ser desbloqueadas en la legislatura. Para el partido de Rivera es la excusa perfecta para seguir atizando al PP con la bandera de la regeneración democrática, lo que en las filas populares molesta y preocupa en determinados niveles. En el partido de Mariano Rajoy hay inquietud «por la incapacidad» –dicen– de los suyos para anticiparse a Rivera y no permitir que se cuelgue todas las medallas. Cs está siendo hábil en recolocarse en los temas de la agenda política para apropiarse incluso de iniciativas del Gobierno y sumar a su favor salgan bien o mal. Valga el ejemplo de la negociación del Gobierno con las Fuerzas de Seguridad del Estado para la equiparación de sueldos, discusión en la que Cs ha ido haciéndose un espacio para presentarse ante la opinión pública como la valedora de la Policía y de la Guardia Civil si fracasa la negociación o como la artífice de presionar para que salgan adelante sus demandas, si llega a cerrarse el acuerdo.

En ese sentido, al menos en la dirección popular asumen fuera del discurso oficial que la legislatura se puede dar prácticamente por terminada en materia de acuerdos con Cs. Quedan los Presupuestos, y sólo en el caso de que el PNV entrara previamente en el acuerdo porque en Cataluña haya un nuevo Gobierno de la Generalitat y se retire el artículo 155 de la Constitución que ha supuesto la intervención de la autonomía. En todo lo demás, las espadas están en alto y según avance el calendario será más difícil que pueda haber aproximaciones. Para Cs el granero electoral del PP sigue siendo el gran objetivo, y para el PP, el partido de Rivera se ha convertido en la prioridad en la política de desgaste del contrario. Es su principal adversario, más que el PSOE, y con esa premisa organizan su estrategia política.

De hecho, a nivel nacional han empezado a trasladarse las malas formas y los choques virulentos que desde hace meses estaban produciéndose en el ámbito territorial. El acuerdo de investidura sólo ha servido para que «se guarden las formas en la política del Congreso», como dicen un destacado dirigente del PP, pero al tiempo en la política autonómica y, sobre todo, en la local, PP y Cs llevan a la greña desde que arrancó la legislatura. «Hasta ahora en Madrid hemos hecho como que nos aguantamos, aunque ni Rajoy se entienda con Rivera, ni Rivera pueda con Rajoy, pero en la política local no hemos dejado de matarnos», comentan las fuentes consultadas.

En esta situación, y a poco más de un año de las elecciones autonómicas y municipales, lo que se viene encima es una disputa a cara de perro, que el PP admite que puede tener consecuencias incluso en su candidatura a las próximas elecciones generales en función de cómo quede el partido en esos comicios del año que viene. La seguridad con la que hasta ahora se ha dado por hecho que Rajoy tenía la intención de volver a presentarse, y que lo haría, ha empezado a flaquear. El PP no le da por amortizado, ni mucho menos, y tampoco discutirá su decisión de repetir como candidato si es lo que finalmente eligiese. Pero el contexto político y las dificultades del partido para ampliar su base electoral dan aire a quienes creen que Rajoy está ya pensando en gestionar su paso atrás. Él no ha dicho ni palabra, y en cualquier caso tampoco hay que esperar noticias en esa dirección antes de primavera o verano del año que viene. Aunque desde el entorno del presidente advierten de que «a Rajoy se le ha enterrado ya muchas veces, y es el que ha ganado hasta ahora todas las elecciones».