El país en pausa

La «reflexión» de Pedro Sánchez acentúa aún más la parálisis en España: un año sin una ley aprobada

Este balón de oxígeno para un PSOE debilitado hace prever que hasta mediados de mayo, como mínimo, no vea la luz la primera norma de la legislatura

El PSOE adelanta el final del Comité Federal para que los dirigentes se sumen a la manifestación de apoyo a Sánchez
El PSOE adelanta el final del Comité Federal para que los dirigentes se sumen a la manifestación de apoyo a SánchezEuropa Press

Pedro Sánchez sorprendió a todos cuando el miércoles anunció por carta que se tomaba cinco días para reflexionar: hasta dentro de 24 horas, no va a despejar la incógnita sobre su continuidad. En cualquier caso, decida lo que decida, lo cierto es que la maniobra del presidente del Gobierno ha dejado, por un lado, la imagen de un Ejecutivo y un partido, el PSOE, en shock, a quienes el anuncio del presidente les pilló con el paso cambiado y la mente en las siguientes citas electorales. Y, por otro, acentúa todavía más la sensación de parálisis en España: la última ley que se aprobó en el Congreso data del 27 de mayo de 2023, por lo que muy pronto se cumplirá un año con el marcador legislativo a cero. De hecho, tan solo dos leyes pueden salvar ese hito: la polémica amnistía y la regulación de las enseñanzas artísticas superiores, que podrían recibir el último plácet del Congreso en el Pleno del 23-25 de mayo.

En todo caso, es sintomático que la primera ley que se apruebe en esta legislatura y, en todo 2024, sea la amnistía, ya que refleja la deriva de un Gobierno débil y sometido a las exigencias de sus socios independentistas para poder sobrevivir. Sobre todo, Sánchez agrava la sensación de parálisis en un momento en que España sigue necesitada de reformas para poder seguir contando con financiación europea y para poder seguir adaptando el ordenamiento jurídico a la evolución y cambios económicos y sociales de la sociedad: de momento, el marcador legislativo sigue a cero tras cuatro meses de año (ni una ley aprobada y, ni siquiera, un decreto, tras el revolcón que se llevó el Gobierno).

Sánchez llegó el miércoles con el gesto contrariado a la sesión de control en el Congreso y, tras responder a las tres preguntas que le formularon Alberto Núñez Feijóo, Santiago Abascal y Gabriel Rufián, se marchó rápidamente hacia Moncloa. Allí empezó a escribir, de su puño y letra, la carta que a las 19:09 horas publicaría en redes sociales con cuatro folios en los que denunciaba una «estrategia de acoso y derribo» contra él. Y eso le llevaba a dudar sobre su continuidad: «¿Merece la pena todo esto?», se preguntaba. Lo cierto es que el movimiento de Sánchez ha generado un terremoto político de consecuencias impredecibles y nadie se atreve a pronosticar qué hará, aunque sí que va a tener impacto electoral tanto el 12M en Cataluña como el 9J en las europeas.

Un anuncio que en el PSOE trataron de encajar, convirtiendo lo que parecía un conato de rebelión interna en un cierre de filas nunca antes visto en torno a la figura de su líder. Mensajes de apoyo, manifiestos, vídeos, llamadas a la movilización... Y hasta un Comité Federal que se ha modificado de tal forma que ha sido en realidad una demostración de apoyo, con pantallas en el exterior para que los militantes no perdieran detalle de los discursos de los dirigentes solidarizándose con Sánchez y pidiéndole que vuelva. En el lado opuesto, la oposición, que criticaba la «estrategia electoral» del presidente y le acusaban de «secuestrar a España».

Y es que el movimiento puede acabar dándole oxígeno político y mucho a Sánchez: de hecho, ya hay voces socialistas que apuntan a que las elecciones catalanas y europeas pueden convertirse en un momento de rearme. De rearme en una etapa de gran debilitamiento para el PSOE tras unos meses marcados por las cesiones al independentismo con la amnistía y por el «caso Koldo» y todas sus ramificaciones que han acabado llegando hasta el entorno más cercano del presidente del Gobierno.

De momento, Sánchez ha conseguido ya «españolizar» el inicio de la campaña electoral en Cataluña y darle al 12M el mayor acento español desde que volvió la democracia, y eso sin duda puede beneficiar a un PSC que ya tiene prácticamente asegurada la victoria, pero necesita holgura para poder gobernar y frenar cualquier tentación de Pere Aragonès y Carles Puigdemont de reclamar una investidura. En este sentido, a los socialistas ya les funcionó «españolizar» las generales, cuando obtuvieron 19 de los 48 diputados que había en juego y ahora tratan de reeditar el mismo éxito.

De este modo, si las catalanas le van bien a Sánchez y logra resistir en las europeas, ganaría músculo para afrontar lo que resta de legislatura, independientemente del rumbo que tome Junts: tanto para agotar los cuatro años como para afrontar una posible cita electoral a mitad de mandato. Con este movimiento, Sánchez ha logrado situar la política nacional en un plebiscito en torno a su figura y eso le va a permitir ganar fuerza si finalmente decide continuar al frente de La Moncloa, tal y como todo hace prever.

El PSC aprovechó el inicio de campaña el jueves para explotar electoralmente el episodio de Sánchez, mientras Puigdemont no ha dudado en reaccionar inmediatamente con cierto rechazo al presidente del Gobierno y exigiéndole una cuestión de confianza. Es decir, Junts ha evitado cerrar filas tal y como han hecho, en mayor o menor medida, ERC, Bildu o PNV. Los tres partidos son conscientes de que les penaliza más que le beneficia dejar caer a Sánchez: de hecho, un dato del CIS catalán revela muy bien que socialistas y republicanos tienen electorado fronterizo y hay un 21% que dudan entre votar a una formación u otra. En cambio, Puigdemont es consciente de que el movimiento de Sánchez es una amenaza para sus aspiraciones electorales.

En cualquier caso, Sánchez ha logrado un golpe de efecto que tiene consecuencias impredecibles, pero que, por ahora, sí que le ha permitido cambiar el curso del debate público en torno a los problemas judiciales que se ciernen sobre su entorno.