Política

El Rey abdica

Historia de una abdicación: 146 días que cambiaron al Rey

Relato del 5 de enero al 30 de mayo. En los primeros días del año, cuando decidió abdicar, estaba «muy bajo de ánimo» por su salud y por la situación de España. Los grandes empresarios intentaron disuadirle pero la decisión estaba ya tomada.

Dibujo preparatorio de Antonio López para pintar el retrato de la Familia Real
Dibujo preparatorio de Antonio López para pintar el retrato de la Familia Reallarazon

Relato del 5 de enero al 30 de mayo. En los primeros días del año, cuando decidió abdicar, estaba «muy bajo de ánimo» por su salud y por la situación de España. Los grandes empresarios intentaron disuadirle pero la decisión estaba ya tomada. Artículos de: Pepe ONETO, Pilar FERRER, José APEZARENA, Carmen ENRÍQUEZ, José María MARCO, Ramón TAMAMES y Abel HERNÁNDEZ

Pienso que el Rey es sólo un hombre como yo: «La violeta le perfuma como lo hace conmigo», escribía William Shakespeare al encarar su famoso «Enrique VI» allá por el lejano año inglés de 1591.

Cinco siglos después SM el Rey Juan Carlos recibía en su residencia oficial del Palacio de la Zarzuela a un grupo de profesores y directivos de una universidad privada de Madrid entre los que me encontraba. Tras los discursos al uso, el Monarca, fiel a su estilo de provocar cercanía, nos dio la oportunidad de charlar distendidamente durante diez minutos. Era un 22 de mayo de 1998.

–Señor, pregunté, ¿qué hacemos con el Príncipe?

–Se está preparando concienzudamente, puede hablar de cualquier cosa sin papeles, cosa que yo no puedo hacer, pero lo que te aseguro es que no haré con él lo que mi prima Elisabeth hace con el príncipe Carlos. Dieciséis años después una mañana primaveral anunciaba sorpresivamente su abdicación y dejaba paso a título de Rey a Felipe VI. Don Juan Carlos venía de soportar años durísimos que afectaron no sólo a su salud física (catorce operaciones quirúrgicas, ocho de ellas en los últimos tres años), sino también un desgaste político e institucional de primer orden que amenazaba con ensombrecer los extraordinarios e históricos servicios a la nación. Había tenido que pedir perdón a los españoles por la escapada a la cacería en la que se fracturó la cadera en el safari africano y recordar que la Justicia es igual para todos ante el escándalo monumental con ribetes internacionales de las prácticas económicas del esposo de su querida hija la Infanta Cristina.

Esto sería el relato pormenorizado de los 146 días en los que un Rey llevó sobre sus espaldas una determinación que no admitía vuelta atrás. Un camino sin posibilidad de retorno.

El 5 de enero del 2014 cumple 76 años. Doce días antes había anunciado a los españoles en su tradicional mensaje de Navidad: «Quiero anunciaros mi determinación de continuar estimulando la conciencia cívica, en el desempeño fiel del mandato y las competencias que me atribuye el orden constitucional». Pese a su «mala salud de hierro». Unos meses antes sus colegas europeos, la reina Beatriz de Holanda y el Rey Alberto II de Bélgica habían rendido el trono a sus herederos. ¿Qué había pasado en la voluntad del jefe del Estado que en muchas ocasiones había dejado claro, igual que su esposa la Reina Sofía, que un rey muere en su cama y, muerto, el rey ¡viva el rey!?

Los que visitaban a Su Majestad por esos días recuerdan que encontraban a Don Juan Carlos «muy bajo de ánimo», según los días, avejentado, solo y con un «inmenso dolor» por lo que estaba ocurriendo no sólo a su alrededor (caso Urdagarín, la cacería de Botswana) sino también en España (crisis económica brutal y muy especialmente la deriva rupturista catalana).

Pues bien, tras su cumpleaños llamó a su hijo el Príncipe de Asturias para decirle por corto y por derecho, no sin emoción, que había llegado a la conclusión «después de mucho reflexionar y haber escuchado opiniones de colaboradores leales» de que su marcha beneficiaba no sólo a los intereses de España sino también a la propia Corona.

Hay que recordar que un año antes (22/02/2013) , José Antonio Zarzalejos, publicaba una información/artículo en el diario digital «elconfidencial.com» bajo el título «El Rey baraja ya la abdicación» que levantó una enorme polvareda y fue desmentida «ipso facto» por la propia Casa Real. La misma provocó un enfado tremendo en el Monarca, que anduvo buscando la fuente indiscreta. En el artículo se apuntaba a que la bajada en popularidad del Monarca y sus problemas de movilidad habían hecho que el Rey fuese «más permeable a asumir la abdicación» ya que la proclamación de don Felipe «produciría una regeneración institucional completa».

No andaba desencaminado el vasco, porque en el otoño del 2013 cuando el conjunto de aconteceres minaba la moral del Jefe del Estado. Su ánimo decaído preocupaba también a los grandes del llamado Consejo de Competitividad, amigos personales. César Alierta, Emilio Botín e Isidro Fainé, que trataron de disuadirle a toda costa e insuflarle moral de combate.

Enterado por tanto el heredero, dejó pasar casi tres meses durante los cuales el Monarca va rumiando e interiorizando su decisión final adobado con sufrimientos y dolores físicos que le producen cambios de humor y bajadas de ánimo. Hasta que el 31 de marzo, en uno de los despachos habituales con su primer ministro, le suelta la bomba. Le pide discreción total asignatura en la que Mariano Rajoy es un consumado maestro.

El jueves 3 de abril, Alfredo Pérez Rubalcaba, jefe de la oposición y del PSOE, es llamado a palacio. Le comunica su decisión. Al igual que el presidente, Rubalcaba le pregunta si lo tiene claro. «Clarísimo, Alfredo clarísimo». Secreto total. Felipe González, gran defensor del Rey, es el siguiente en la lista. Confidencialidad absoluta. Un día después aparece por Somontes José María Aznar al que todo el mundo presupone una relación «fría» con el Monarca. Secreto de Estado. Veinticuatro horas después el depositario de la bomba es José Luis Rodríguez Zapatero. Naturalmente, el Rey también había depositado su confidencia a oídos del jefe de su Casa, el diplomático Rafael Spottorno.

Don Juan Carlos había preguntado al jefe del Gobierno y de la oposición qué fecha les parecía adecuada para anunciar su renuncia al Trono. Consensuaron, a tenor del calendario político e institucional, que la misma tendría que ser después de las elecciones europeas para no interrumpir el normal discurrir de los comicios y antes en cualquier caso del 1 de agosto en el que comienzan las vacaciones estivales oficiales. La fecha ideal tanto para Zarzuela como para los dos principales dirigentes del país era el 18 de junio, día de San Ciriaco y festivo en la ciudad de Málaga.

Pero los acontecimientos del 25-M dieron al traste con las previsiones iniciales. El desastre socialista y la dimisión de Rubalcaba modificaban sustancialmente la agenda para el anuncio y el consiguiente decalaje sucesorio. El Partido Socialista es una formación esencial en el proceso parlamentario, así como la estabilidad constitucional y desde el domingo 25 de mayo se había convertido en un carajal rumbo a lo desconocido donde por el debate interno puede suceder cualquier cosa. Unido ello a la aparición de fuerzas radicales diametralmente opuestas a la institución que sumar a Izquierda Unida que llevaba ya varios años bajo el teórico liderazgo de Cayo Lara haciendo de la causa republicana el principal «leivmotiv» de su acción política.

Fuentes gubernamentales solventes y otras próximas a Somontes reconocen que esa situación no prevista desconcertaron a los tres actores principales. Pérez Rubalcaba, que ha venido manteniendo una buena sintonía con Mariano Rajoy en cuestiones de Estado, fue clave para el adelanto. Así lo ha confesado a compañeros de la dirección, entre ellos a Felipe González, José Bono y miembros caracterizados de su círculo interior en Ferraz. Se emplearía a fondo para ofrecer el último servicio al Estado y al Rey con el que mantiene una relación muy estrecha. El presidente del Gobierno también estuvo de acuerdo.

El viernes 30 de mayo, día de San Fernando rey, después del almuerzo, Rafael Spportono se pone en contacto con la vicepresidenta y empieza la cuenta atrás. Personas de la máxima confianza de la vicepresidenta se reúnen al día siguiente, sábado 31, en la residencia oficial del Monarca, con el jefe de la Casa, el secretario general, Alfonso Sanz Portolés, el jefe de Gabinete, Domingo Martínez Palomo y Javier Ayuso, director de Comunicación. La discreción y la reserva era absoluta hasta el punto que se inutilizaron teléfonos de Palacio que duró hasta el anuncio del presidente del Gobierno.En esos momento, el equipo de la número dos del Gobierno ya preparaba la ley orgánica consiguiente que presentar al Parlamento. La intervención de S.M. se grabó en la tarde del domingo 1. El resto de la historia es conocida por todos.

¿Hizo depositarios de su secreto Don Juan Carlos a sus amigos personales de toda la vida? Cuesta mucho creer, por ejemplo, que la decisión del Monarca no fuera comunicada al general Félix Sanz Roldán, jefe del CNI y una de las personas que más le ha frecuentado en los últimos tiempos y que goza de su absoluta confianza.

¿Conocía , por ejemplo, el empresario Alberto Alcocer la noticia con antelación? Algunas fuentes relatan que Alcocer en alguna cacería o acto social se lo había comunicado a otros conocidos de Don Juan Carlos ( «oye, que el jefe se va») y no le creyeron porque ya lo había anunciado en otras ocasiones.

En este contexto, diversos medios subrayan que durante este tiempo una de las preocupaciones del Rey era el tema de la Princesa Letizia, que tiene ante sí un reto enorme por la imagen y consideración de la Reina Sofía, la persona más valorada hasta en el entorno de la Familia. De la estatura profesional, moral y de entrega de Don Felipe no cabe duda alguna pero su esposa se enfrenta a un reto definitivo en unas circunstancias singularmente difíciles, si bien lleva ya toda una década de rodaje y aprendizaje para el momento decisivo y crucial. En su despedida, el Rey la citó por su nombre como acompañante de Felipe VI.

Para la pareja a la que toca representar la nación más antigua del mundo el pasado ha huido, pero el presente es nuestro. De todos.