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Rubalcaba, hilo directo en la sombra con barones «decisivos»

La Razón
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Pese a que es reacio a dejarse ver con los candidatos en liza, se pone al teléfono para cuestiones puntuales

Quizá en lo único que Alfredo Pérez Rubalcaba ha puesto a propios y extraños, acérrimos defensores y dilapiladores de todo tipo y condición ha sido en su entierro, entierro político, naturalmente.

Tras las elecciones europeas del 25-N creyó que había llegado a un camino sin posibilidad de retorno. Casi cuarenta años de vida política se diluían entre sus manos, incapaz de afrontar una concatenación de hechos indestructible. Lo ha sido todo pero no lo principal: primer ministro. El maquiavelo de Ferraz saltaba por los aires ante el enorme quilombo catalán, la enemiga de las urnas y una grey permanentemente revuelta. Punto.

Desde que anunció emocionado su adiós a la vida política y su regreso por poco tiempo a la Universidad Complutense de Madrid, «Freddy el químico» no ha recibido nada más, que parabienes de aquí y de acullá. Lo dijo el mismo con precisión científica: en España sabemos enterrar bien. Pero su cadáver todavía está caliente. Desde que su escaño del Congreso de los Diputados fue testigo de su adiós a la vida pública –«la política es lo que siempre ha apasionado a Alfredo por encima de cualquier otra cosa, incluida la familia y la vida personal», afirma un colaborador que contiene las lágrimas– , Rubalcaba, el hombre del Faisán, de las mentiras de intoxicación masiva, se ha ido despidiendo de unos y otros como si fuera un De Gaulle de andar por las alturas.

Lo primero es antes que nada. Se está despidiendo con tiempo suficiente para conservar todavía su despacho en el cuartel general de Ferraz mientras la militancia del PSOE no designe al sustituto por si tiene mejor suerte. «Capacidad es difícil», comentan fuentes parlamentarias socialistas.

«Quizá hubiera tenido que aguantar hasta final de año, haber gobernado la disgregada grey socialista y posteriormente abrir el melón sucesorio que sabemos cómo empieza y no sabremos cómo termina hasta que sea un hecho consumado», indican las mismas fuentes.

Pese a esa fama de conspirador Rasputín que siempre le ha acompañado da la sensación, según medios muy próximos al todavía secretario general en funciones, de que se ha quitado una losa de encima y «ahora es completamente libre para decir las cosas mirando a los ojos, sobre todo a los de casa...»

Desde finales del 2011, tras la derrota a manos de Mariano Rajoy, el ministro, vicepresidente, jefe de la bancada parlamentaria socialista, «sufrió un calvario de todo tipo de proporciones gigantescas», al decir de una de las personas que más cerca ha colaborado con Alfredo. La condición humana por mucha que sea la ambición tiene una resistencia de materiales. Se quebró en la madrugada del 25-M. Hasta ahí llegó el agua.Tras la dimisión, el abismo.

Rubalcaba lo ha intentado todo para llegar al culmen en España de un político en ejercicio: habitar por derecho propio en el palacio de la Moncloa. Él mismo confesó que había depositado su secreto en su líder histórico y de toda la vida, Felipe González, y por razones obvias con el que también fue su jefe de fila, José Luis Rodríguez Zapatero. Obviamente, con su número dos, Elena Valenciano. Desde entonces se dedica básicamente a administrar el día a día socialista y parlamentario, sin pasión ni rubor, a hablar con sus compañeros de universidad y de Departamento; a sacar a su mujer Pilar Goya donde antes no podía darle satisfacción, es decir, cenas, cine y paseos, a ordenar y empaquetar papeles personales y libros, y a otear el horizonte.

Aunque en el entorno rubalcabiano no son muy explícitos a la hora de concretar el quehacer del jefe dimisionario, sí parece que mantiene hilo directo con algunos «barones» decisivos en la elección de dentro de unos días. Pero es reacio a dejarse ver ni siquiera a conversar con los candidatos en liza («éste es un partido, dice un colaborador parlamentario, donde al final se acaba sabiendo todo»), lo que no quiere decir que no se ponga al teléfono para cuestiones puntuales. Es seguro que el todavía líder socialista se entrevistará próximamente con SM el Rey Felipe VI, que el Jefe del Estado tiene singular estima y sus relaciones siempre han sido muy fluidas y cordiales al igual que con su padre, el rey abdicatario.

Con Rajoy ha conversado no sólo por teléfono. El presidente, que ha tenido con Alfredo durísimos enfrentamientos políticos en el Parlamento, habla bien de su hasta hace poco opositor; por un lado, lamenta perder un interlocutor en temas de Estado («Alfredo siempre estuvo presto al entendimiento en estos asuntos pese a su crítica y agria oposición en otros asuntos», subraya un «fontanero» monclovita) y respeta y «comprende» su decisión de dar por zanjada una larga etapa de servicio público. Algunos apuntan que podría ofrecerle determinados encargos de alto nivel en los que podría echar una mano al Ejecutivo en asuntos de relevancia para el país. La relación con la Prensa, tan intensa y tan decisiva a lo largo de sus abigarrados años de política, no se ha roto. Ahora sólo se dedica a los que considera amigos de verdad y de los plumillas o altos jefazos redaccionales de los que se fía. Ironías de la vieja España: triunfa después de muerto. Sin un babieca siquiera que llevarse a la grupa.