Ofensiva

Sánchez se prepara para una guerra total en la coalición tras el verano

Belarra y Montero amagaron con abandonar el Gobierno el pasado mes de diciembre y su futuro se condiciona ahora al pacto con Sumar

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero (Unidas Podemos) e Ione Belarra durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, y las ministras Irene Montero (Unidas Podemos) e Ione Belarra durante la sesión de control al gobierno en el Congreso de los Diputados.Alberto R RoldánLa Razón

El Gobierno intenta suturar la herida por la que sangra la coalición, a cuenta la reforma de la ley del «solo sí es sí». «Se cierra un ciclo», dicen los socialistas, después de que el Congreso avalase por 233 votos la enmienda al texto del Ministerio de Igualdad para restablecer la horquilla penológica del Código Penal anterior. La norma pasará ahora al Senado, donde el PSOE maneja los tiempos y se prevé que quede definitivamente aprobada la próxima semana. El Ejecutivo está roto –en tres–, aunque esto no suponga necesariamente comprometer su supervivencia hasta el final de la legislatura. Pedro Sánchez está determinado a demostrar que la primera experiencia de un Gobierno de coalición de la democracia ha sido exitosa y no está dispuesto a precipitar su final a cualquier precio.

Fuentes gubernamentales revelan que sí hubo un riesgo real de ruptura a finales de año, cuando estalló toda la polémica por la ley del «solo sí es sí». Entonces, las ministras de Podemos –Irene Montero e Ione Belarra– amagaron con abandonar el Ejecutivo, pero cuando vieron que su ofensiva no iba a ser secundada por otros titulares de su espacio, como la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, o los de Consumo, Alberto Garzón, y de Universidades, Joan Subirats, decidieron aguantar y cejar en su estrategia. Entonces, para la parte socialista esta situación sí hubiera supuesto un verdadero problema, porque todavía quedaba una parte trascendente de la agenda legislativa por alumbrar, para lo que necesitaban el apoyo de los morados. En concreto, la reforma de las pensiones que Bruselas estaba esperando para desbloquear próximos desembolsos de los fondos europeos y que se cerró el pasado mes de marzo. Ahora, una vez aprobada esta cuestión y la ley de vivienda, los socialistas relativizan el impacto que tendría que los morados abandonasen el Ejecutivo.

De hecho, su salida es uno de los escenarios con los que trabajan en Moncloa si el acuerdo entre Podemos y Díaz para integrarse en Sumar se tornase imposible. No obstante, las fuentes gubernamentales consultadas –de la parte socialista del Gobierno– se muestran optimistas sobre la posibilidad de que se pueda resolver favorablemente la fórmula de integración tras las elecciones del 28 de mayo. Creen que el pacto es factible y se logrará, porque si no, el futuro que le espera a los morados se asemejaría al de Ciudadanos, caer en la irrelevancia. Sin embargo, si esto no sucediera, en Moncloa barajan la posibilidad de que Montero y Belarra den un portazo y abandonen el Ejecutivo para desplegar, desde fuera del Gobierno, la estrategia de oposición que llevan ejerciendo desde dentro durante toda la legislatura.

Sea como fuere, Sánchez se prepara ya para una guerra total con sus socios tras el verano. En el Ejecutivo asumen que los morados elevarán el tono en los días que restan hasta las elecciones municipales y autonómicas para buscar marcar perfil y diferenciarse de sus socios del PSOE. Entre estos puntos de desgaste estará la digestión de la reforma del «solo sí es sí», pero lo más duro, creen que se producirá a partir de la vuelta del verano, en septiembre u octubre, cuando se enfile la recta final hacia las generales y en plena presidencia de turno de la UE, lo que puede suponer un importante efecto disruptivo para el Gobierno.

En el área socialista no ven que Podemos esté practicando ahora ninguna actitud que busque la ruptura, más allá de escenificar sus diferencias, en plena pugna por la hegemonía de la izquierda. Se espera que tras el 28-M haya un periodo de tregua, en el que «bajen el diapasón, para rearmarse de cara al otoño, cuando se «exacerbarán todavía más las diferencias». El objetivo de Sánchez será, no obstante, preservar la imagen de la coalición de cara al electorado.