Precampaña electoral
Sánchez tira del insulto para frenar el «cambio»
Feijóo resiste en el Senado y convence al PP. El líder socialista y Yolanda Díaz actúan como uno y dos de la misma lista electoral: guiños y risas
Pedro Sánchez se refugió ayer en el insulto personal a Alberto Núñez Feijóo en respuesta a su compromiso de que «si España quiere cambio, derogaremos el sanchismo». El último debate entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, antes de las elecciones del 28-M, volvió a ser utilizado por Sánchez para hacer de oposición a la oposición, esta vez con dos mantras principales, la vivienda y Doñana, como ejes referenciales sobre los que pivotó el grueso de sus prolijas intervenciones.
La Cámara Alta fue el marco desde el que el «candidato» socialista defendió en primera persona la estrategia en la que llevan meses trabajando sus «fontaneros» de La Moncloa, y que se sostiene en el ataque y en el insulto a Feijóo, en lo político y en lo personal, para construir una caricatura que contenga la fuga de voto moderado y de centro hacia las siglas del PP.
Fue un debate mitinero, en el que el líder popular aguantó bien la embestida pese a que el partido no se jugaba con las mismas reglas. Y las confidencias y las risas que intercambiaron Sánchez y la vicepresidenta, Yolanda Díaz, mientras Feijóo hablaba desde la tribuna, quedaron como toda una declaración de intenciones sobre a qué se aferra el PSOE para resistir electoralmente y dar la vuelta a unos sondeos que a nivel nacional siguen, a día de hoy, dando la mayoría a la derecha.
Yolanda Díaz, más que la candidata de una plataforma rival del PSOE, se exhibió junto al presidente como si fuera la «dos» del cartel socialista electoral para las generales.
Las cartas están ya todas puestas encima de la mesa. Sánchez se presenta con la oferta de un país ideal, en el que todo va bien, la economía funciona, y los españoles tienen razones para estar agradecidos a la política social que ha desplegado su Gobierno de coalición. El milagro de «los panes y los pisos», le echó en cara Feijóo, porque Sánchez volvió a subir su apuesta electoral y prometió otras 20.000 viviendas públicas en terrenos de Defensa.
El líder «progresista», Sánchez, frente a las políticas neoliberales, y dispuesto a terminar con el sistema de clases que demonizan los de Podemos. Porque Sánchez «compra» también el mensaje de los morados de que España es un país en el que hay una elite de familias «con apellidos» que controlan los resortes del poder económico, que se pasan la «herencia» de unos a otros. La misma teoría de la democracia imperfecta que ha acuñado Pablo Iglesias para crecer electoralmente, y en la que en el ámbito empresarial se niega el valor del mérito y del esfuerzo.
También en el discurso social, y rozando el anticapitalismo, la conexión del líder del PSOE con el espacio de Podemos es cada vez mayor: tanto, que no hay diferencias ideológicas significativas que separen a Sánchez de Díaz, de la que Alfonso Guerra dijo ayer que es un «bluf» en el que «hay poco que rascar».
Sánchez se sostuvo en tres consignas: la oposición a los Gobiernos de Rajoy, de Feijóo en Galicia y de Juan Manuel Moreno en Andalucía; sacar pecho de sus ayudas sociales; y la bandera ecologista frente al negacionismo que atribuye al PP, para asimilarlo con Vox.
Pero Feijóo mordió en el contraataque a las cifras económicas del presidente y también por su flanco más débil, sus alianzas con ERC y Bildu. El debate no terminó como habían diseñado en Moncloa, con euforia en la bancada socialista y decepción en la popular.
Y según las cuentas que echó el PP: Sánchez lleva anunciado, desde que es presidente, la construcción o la movilización de más de 420.000 viviendas: «Ninguna se ha concretado, ninguna está a disposición de los españoles».
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