Opinión
Seguimos unidos frente a la barbarie
Esta terrible invasión, donde se vulneran las normas mínimas del derecho a la guerra, sacude a Europa
Desde la madrugada del 24 de febrero de 2022, el contexto internacional está marcado por la ilegal, cruel e injustificada invasión iniciada por Vladimir Putin contra Ucrania. Un año después, los bombardeos indiscriminados contra la población civil, la violencia y el chantaje energético para presionar a la comunidad internacional no cesan, e incluso se han visto intensificados con la llegada del invierno, aumentando la situación de vulnerabilidad de la población ucraniana, que busca desesperadamente la llegada de generadores con los que paliar mínimamente las altas temperaturas invernales.
Esta terrible invasión, donde se están vulnerando las normas mínimas del derecho a la guerra, ha hecho tambalearse muchos de los cimientos que dábamos por seguros en la Europa de la convivencia, la paz y la seguridad. Unos cimientos que el pueblo ucraniano nos recuerda cada día con su heroica actuación en legítima defensa de su integridad territorial y su independencia. Son todo un símbolo que nos sirve de acicate para recordar la importancia de la moral y los valores éticos para garantizar los derechos y las libertades que tanto cuesta construir y mucho más conservar.
Igualmente, la guerra en Ucrania ha consolidado, sin fisuras, la posición de todos los países de la Unión Europea y la OTAN contra Putin y en defensa de los valores democráticos que hemos construido entre todos. Esta unidad en el apoyo a Ucrania no solo es una obligación, sino una de las principales fortalezas frente al agresor. No puede haber equidistancias en esto, el único responsable es Putin. Tenemos la fuerza moral de defender algo tan preciado como la libertad. Frente al odio y la destrucción, creemos en la empatía y la dignidad de los seres humanos. Frente a la muerte y barbarie, apostamos firmemente por la vida y los derechos de todas las personas.
No podemos permanecer ajenos a esta guerra. No podemos cerrar los ojos ante los más de siete millones de personas desplazas dentro de Ucrania, que lo han perdido casi todo, y otras tantas que están refugiadas en otros países, como España. En total, más de 14 millones de personas, en su mayoría mujeres, niños y personas mayores, han huido de sus hogares en el mayor éxodo de refugiados en 75 años en Europa, según ACNUR. Nada volverá a ser como antes, pero tenemos que seguir apostando por la paz. Las Fuerzas Armadas españolas han demostrado en el año de invasión su compromiso con la Alianza Atlántica y con sus aliados en el este de Europa y en el Mar Mediterráneo, reforzando sus capacidades militares y aportando nuevos sistemas de armas disuasorios. La respuesta de los ejércitos y la Armada se ha visto materializada con la incorporación de buques a las Agrupaciones Navales Permanentes; con el despliegue de aeronaves del Ejército del Aire y del Espacio en Bulgaria, Rumanía, Lituania y Estonia, así como con la instalación del radar de vigilancia en Rumanía y con el refuerzo del contingente del Ejército de Tierra en el Battle Group de Letonia, siempre en ese compromiso firme y decidido por la paz.
Asimismo, cabe resaltar la ejemplaridad de las Fuerzas Armadas en todas las operaciones de transporte de ayuda humanitaria, de apoyo sanitario, de envíos de material militar, ropa de abrigo, generadores eléctricos, así como la dedicación y profesionalidad mostrada en el programa de adiestramiento a los militares ucranianos, tanto de una forma bilateral como encuadrado en la Misión de Asistencia Militar de la Unión Europea (EUMAM Ucrania).
Y una mención especial merece el excelente trabajo realizado desde el Hospital Militar de Zaragoza y el Hospital Gómez Ulla de Madrid en el tratamiento de los heridos ucranianos en la guerra.
Si algo nos ha demostrado esta cruel guerra es que ya no basta con la disuasión para defender las fronteras, sino que es necesario favorecer la paz. Vivimos en mundo incierto donde se está modificando la concepción de la seguridad. No podemos pensar en la paz como en algo dado, como una situación que se mantendrá de manera natural sin ningún esfuerzo por nuestra parte. Muy al contrario, la paz es siempre el fruto de un esfuerzo, con frecuencia agotador, que además puede resultar inútil si no se aplica de manera decidida y constante.
Nadie debería permanecer ajeno al esfuerzo y los sacrificios que conlleva construir la paz, porque todos nos beneficiamos de ella, como individuos y como sociedad. La disuasión para preservar la paz nunca ha dejado de ser una de las principales funciones de los ejércitos. La paz exige diálogo, pero también fortaleza; exige innovación y dotarnos de capacidades de disuasión y defensa avanzadas, también requiere de disposición a negociar sobre cualquier controversia, de proteger sin prepotencia y ayudar sin imposición, como hacen todos los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas en las distintas misiones de paz donde España participa bajo el paraguas de Naciones Unidas, OTAN o la Unión Europea.
Por ello, más que nunca, tenemos que seguir trabajando por la paz, la libertad y la seguridad. Es un trabajo en el que todos debemos estar comprometidos.
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