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Tribunales

No son solo las pulseras: absuelto tras quebrantar 21 veces su orden de alejamiento porque no lo hizo "con intención"

Hace casi cuatro años ya hubo casos, como este, de absoluciones a maltratadores con "mal funcionamiento" de las pulseras

Pulseras antimaltrato del año 2018 EUROPAPRESS

Hace más de tres años y medio, un Juzgado de lo Penal de Madrid absolvió a un maltratador que se sentó en el banquillo acusado de quebrantar hasta en 21 ocasiones la orden de alejamiento que le fue impuesta contra su víctima.

Así lo refleja una sentencia, con fecha de febrero de 2022, a la que ha tenido acceso LA RAZÓN, en la que se libró de toda carga penal a un maltratador después de que no quedase demostrado que lo hizo "con intención" y de que la pulsera que le fue colocada sufriese fallos en su funcionamiento.

La Fiscalía reclamaba para él que fuera castigado con 10 meses de prisión como autor de un delito continuado de quebrantamiento de la medida cautelar fijada. Mientras que el abogado de la mujer pidió una sentencia superior: a un año de aprisionamiento por diez delitos continuados de quebrantamiento de la medida.

En cambio, la Justicia no halló pruebas de que tuviese voluntad de incumplir la separación impuesta las numerosas veces en que se le detectó cerca de su víctima. Concretamente, a menos 500 metros. Al acusado que quedó absuelto, contra el criterio del Ministerio Fiscal, le representó el letrado Fernando Eraus Sáiz.

También se le atribuían descargas intencionadas de la batería y el haber dado una mala utilización al dispositivo. Pero, de igual forma, la magistrada dio por "no probadas" estas manipulaciones. Teniendo en cuenta que el informe técnico emitido por el sistema Cometa admitió que la pulsera experimentó un "mal funcionamiento" y se debió haber cambiado.

Además, se tuvo en cuenta que, cuando finalmente fue llamado por Cometa para informarle de que tenía que serle colocado un nuevo dispositivo de control, "colaboró y acudió" a la comisaría de la Policía en la que se le indicó que debía presentarse.

"El técnico que llevó a cabo la sustitución refirió que no se apreciaba rotura o manipulación del dispositivo", reflejó el fallo conocido por este diario. Por lo tanto, el problema real siempre estuvo en el mal estado operativo del mecanismo de control.

Pero hay, como decíamos, otro elemento clave a nivel judicial. Para ser condenado por el quebrantamiento de una orden de alejamiento es preciso que quede evidenciado un dolo, una voluntad consciente de llevar a cabo deliberadamente este incumplimiento.

No quedó así demostrado en este caso, pese a que sí se produjeron acercamientos a menos de 500 metros. "No ha quedado en ningún modo acreditado el elemento subjetivo del delito", como es que tuviese "intención alguna el acusado de incumplir la orden de alejamiento".

Tuvo que considerarse que las decenas de veces en que saltó una alerta en el sistema –de una aproximación por parte de este varón a su expareja– habían sido consecuencia de "situaciones puramente casuales" y, por tanto, ajenas a un reproche penal. En todas estas ocasiones en que se registraron quebrantamientos ella se encontraba trabajando.

Principalmente, porque –según refleja la sentencia– él declaró que, en el momento en que terminaron su relación sentimental, ella no trabajaba e ignoraba si, posteriormente, estuvo ocupada profesionalmente. "Ni una sola prueba se ha aportado que permita llegar a la conclusión de que, efectivamente, sabía cuál era el lugar en el trabajaba", concluyó

La afectada, por su parte, afirmó que había dado cuenta a las autoridades de en qué ubicación se encontraba su nuevo puesto de trabajo, que sabía que estaba cerca del domicilio de su expareja e, incluso, que le había visto en ocasiones, "aunque sin poder concretar el día".

En definitiva, fue absuelto pese a que quedó "plenamente acreditado" que hubo incumplimiento de la orden de alejamiento, tanto porque lo reconoció en sus manifestaciones el propio acusado como por los registros de geolocalización aportados por Cometa.

Esas veces, además, la respuesta que se le ofreció desde el sistema –según el hombre– fue que "tenía que seguir caminando, sin poder decirle hacia dónde, hasta que dejaban de estar cerca".

Pesó, al no haber pruebas suficientes de que lo hizo "con intención", su presunción de inocencia.