Cargando...

Terrorismo

Las trampas de ETA para acabar con la vida de los TEDAX

Mañana se cumplen 36 años del asesinato en Bilbao de tres desactivadores, dos de la Policía y uno de la Ertzaintza

Un agente de los Tedax de la Policía Nacional durante un simulacro Alberto R. RoldánLa Razón

ETA, a lo largo de su siniestra historia, ha utilizado diversos métodos para asesinar, siempre cobardes, a traición, propio del carácter de sus pistoleros, que se presentaban como gudaris (soldados) salvadores del pueblo vasco y no eran otra que unos delincuentes mafiosos incapaces de enfrentase cara a cara con sus “enemigos”, muy valientes ante los que aterrorizaban con sus armas y que temblaban ante la sola presencia de un uniforme de los servidores del orden.

Entre estos métodos, que no les suponían ningún riesgo, estaba el de colocar trampas para los desactivadores de explosivos ( TEDAX) no pudieran inutilizar sus bombas y, si se daba la ocasión, acabar con sus vidas.

Todas las especialidades de las Fuerzas de Seguridad son importantes poque se complementan unas a otras para lograr un fin común. Sin embargo, los TEDAX causan una especial admiración ya que, además de una gran preparación técnica, deben estar dotados de un valor y sangre fría “a prueba de bombas”, nunca mejor dicho. Honor para ellos.

Mañana se cumplen 36 años. Fue un de mayo de 1989. Tres de estos agentes del Cuerpo Nacional de Policía, aunque uno de ellos, Luis Hotelano, había decidido ingresar en la Ertzaintza (era el jefe de desactivadores) se enfrentaban a una incidencia en el barrio bilbaíno de Zorroza. Los otros dos eran Manuel Jódar y José María Sánchez.

Con el fin de atraer la atención de miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, varios terroristas colocaron un artefacto explosivo de escasa potencia en las proximidades de un concesionario de Peugeot del citado barrio. Al mismo tiempo, los etarras estacionaron en las inmediaciones un vehículo cargado de explosivos. Una vez estalló el primer artefacto, llegaron al lugar varios miembros de los equipos de desactivación de la Policía Nacional y de la Policía Autonómica vasca. Inmediatamente, los artificieros procedieron a inspeccionar los alrededores ante la posibilidad de que hubiera más explosivos. Fue así como repararon en un taxi cuya desaparición había sido denunciada por su propietario después de que dos terroristas lo robaran pistola en mano la noche anterior. En el maletero del taxi se encontró una potente bomba instalada en un bidón con veinte kilos de amonal, cuarenta de metralla y un multiplicador de pentrita. Los artificieros iniciaron el procedimiento de desactivación. Después de manipular durante más de dos horas el explosivo y de haber neutralizado varios sistemas trampa de activación, se decidieron a retirar el bidón. Según palabras de testigos presenciales,, los tres artificieros "se acercaron al maletero y comenzaron a sacar con sus manos bolsas y un bidón, mientras una cuarta persona les hacía fotografías. Parecían demasiado tranquilos, como si pensaran que ya habían terminado".

Entonces tuvo lugar el estallido de la bomba que causó la muerte en el acto de los tres agentes.x. El artefacto explosivo contaba con un sistema de iniciación oculto entre cemento para que no fuera detectado fácilmente por los miembros de las Fuerzas de Seguridad. Asimismo, como resultado de la explosión, otras once personas —cuatro policías, un bombero y seis civiles— resultaron heridas de diversa gravedad (Vidas Rotas).

La sentencia número 72, dictada en 1995 por la sección 2.ª de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, condenó a José Luis Martín Carmona, en calidad de autor, a 20 años de reclusión mayor por un delito de atentado, y a dos penas de 28 años de reclusión mayor por dos delitos de asesinato. A los herederos de cada uno de los fallecidos se les reconoció una indemnización por valor de 20 millones de pesetas. En una sentencia anterior, otros dos etarras, Fernando del Olmo Vega e Inmaculada Pacho Martín, también habían sido condenados por su participación en el triple asesinato.

Luis Hortelano García, de 33 años, era natural de Bilbao, estaba casado y tenía dos hijos. Había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía en 1982, pero cuatro años más tarde lo abandonó para incorporarse a la Ertzaintza.

Manuel Jódar tenía 35 años. era natural de la localidad granadina de Rubite. Estaba casado y tenía dos hijos. Había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía en 1975. La familia de Manuel Jódar abandonó el País Vasco tras nueve años de acoso, según denunciaron ante el juez Baltasar Garzón en 2003 en el escrito de un procedimiento judicial abierto contra la «limpieza étnica» en esa comunidad autónoma. En el texto reza que la familia «se veía incapaz de aguantar la presión sufrida», cuyo «único motivo era no ser de ideología nacionalista».

José María Sánchez tenía 34 años, había nacido en el pueblo salmantino de Galinduste. Estaba casado con Ana María Lerena, con quien tenía un hijo de cuatro años y una hija de apenas cinco meses. Había ingresado en el Cuerpo Nacional de Policía en 1981. Los restos mortales del agente fueron enterrados en el cementerio de su localidad natal, de setecientos cincuenta habitantes, donde SánchezGarcía veraneaba con su familia. Otro vecino oriundo de esa pequeña localidad salmantina, el guardia civil Esteban Sanz, también murió a manos de terroristas de ETA en Tolosa(Guipúzcoa) en 1979.

Otros 10 agentes de los TEDAX murieron por la acción de las distintas bandas terroristas. La labor de TEDAX ha sido reconocida en múltiples ocasiones contribuyendo a que esta especialidad alcance un elevado prestigio, nacional e internacional. En 1983 le fue impuesta la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Rojo a título colectivo; en 2005 se le concedió la Placa de Honor de la Orden al Mérito Constitucional; y el año 2015 la Orden de Isabel La Católica, según recuerda la propia Policía.