Andalucía
Zapatero: «Tras las europeas será el momento de hacer balance en el PSOE»
La palabra «rencor» no existe en el vocabulario de José Luis Rodríguez Zapatero, ni siquiera para los que le repudian. Dos años apartado de la primera línea, recluido en el análisis y la reflexión, y esta semana regresa a las portadas con «El dilema», un relato en primera persona de quien tuvo en España la responsabilidad de gestionar los dos primeros años de crisis económica y a quien muchos españoles culparán para siempre de todos los males que acecharon, acechan y acecharán a España. Lejos de una palabra crítica, entiende y sobre todo respeta todas las posiciones, incluso las más virulentas. Él es así: Zapatero, el optimista antropológico, el del «buenismo», el de ni una palabra más alta que otra. Es otro estilo de ex presidente de Gobierno.
–Dice Tony Blair que confía en que los españoles le reconozcan que hizo lo mejor por España, ¿cree que será así algún día?
–Es buen amigo. Pero le diré que he trabajado para los españoles y para defender los intereses del país, con aciertos y con errores. Uno intenta que se le reconozca la tarea política, pero eso va en el pensamiento de cada español.
–¿Se siente maltratado?
–No. Sería intolerable, en alguien que ha tenido más de 11 millones de votos, decir que se siente maltratado. Me siento muy orgulloso de haber sido presidente y estaré toda la vida agradecido a los ciudadanos y comprometido con mi país.
–¿Se ha sacado alguna espina al escribir «El Dilema»?
–En absoluto. Es muy importante que los responsables políticos nos respetemos para que nos respeten los ciudadanos.
–¿Cuánto hay de explicación y cuánto de autojustificación en este libro?
–La diferencia entre explicarse y justificarse es difícil de precisar...
–Entonces son 380 páginas de autojustificación...
–«Auto» no, justificación. La justificación es más genérica en cuanto a los hechos, las circunstancias, el contexto... Y eso es lo que trato de hacer con sinceridad sobre lo que creo objetivamente que fue un reto dificilísimo debido a la gravedad, lo imprevisible y lo nuevo de esta crisis. Esto es así reconociendo mis errores. Y subrayo lo de «mis» porque me considero yo solo responsable de todo.
–¿Algún otro líder de la UE, además de Tony Blair, echó una mano a España ante los mercados y los inversores?
–Quien más ayudó fue Tony Blair porque es quizá el líder político de los últimos tiempos con más relación, más conocimiento y más influencia en los mercados internacionales, además de su conexión tan directa con EE UU. No lo digo en el libro, pero lo puedo decir aquí: Angela Merkel, para mí, es más europeísta de lo que parece, pero su país en aquel momento no lo era y no podía, salvo que hubiera puesto en riesgo la mayoría política que tenía, ir más allá.
–¿En algún momento cuando vio a España al borde del precipicio, pensó en levantar el teléfono y pedir ayuda a Aznar?
–No, no. No me hubiera importado –con Felipe González hablé varias veces–, pero es que ¡con las cosas que dice habitualmente de mí!... A veces pensaba, «si un día le llamo, no se cómo me va a contestar». No me he arriesgado por eso a llamarle nunca.
–¿Callar es siempre mejor que criticar en un ex presidente?
–En general, sí. ¿Qué puede aportar, para mí, un ex presidente? Cierto saber estar. La mejor lección que se aprende en el poder es saber respetar los límites de la democracia. Y ello comporta intentar ver de tus compañeros sólo las virtudes y de tus adversarios, el respeto. Para criticar ya está quien hace la oposición...
–La crítica también ayuda a construir país.
–Ya tenemos suficiente crítica en el nuestro. Hemos tenido excesos, pero de crítica, la verdad, nunca hemos tenido carencia.
–El de Blair en la presentación de su libro no fue el único resarcimiento, al acto acudieron más de 20 ministros y medio centenar de socialistas. ¿Ha empezado a perdonarle el PSOE por dejar su partido en 110 escaños?
–Fue un acto muy reconfortante porque estaban casi todos mis ministros, los compañeros del partido, de la dirección... En el libro expreso todo el tiempo mi agradecimiento profundo al PSOE y mi cariño a los compañeros.
–¿Le han perdonado ya o no?
–Siempre he sentido mucho cariño de los militantes del partido...
–¿Y de los dirigentes? ¿No me dirá que ha olvidado la campaña electoral de las autonómicas en la que nadie quería ser visto con Zapatero?
–Sí, es verdad... Pero, en parte, era mi responsabilidad...
–¿Así lo cree?
–Sí. Yo sabía que a partir de mayo de 2010, el rechazo que generaron aquellas medidas nos afectaría electoralmente y, si se acuerda, las asumí directamente para intentar que no afectara tanto a mi partido y a mis compañeros, lo cual demuestra que es matemáticamente imposible. Lo que afecta al líder afecta al partido, y no hay forma de separarlo. En todo caso, siempre asumí en primera persona las decisiones más dolorosas. Pero esto de que la caída de popularidad del presidente, no afecta a la marca, no pasa...
–Pues el PSOE decía entonces que usted restaba, que estaba por debajo de la marca...
–Cierto y ¡ojalá hubiera sido así! Era lo que yo busqué, evitar la transferencia entre mi desgaste y el del PSOE.
–¿La presión que ejercieron sobre usted en el PSOE para que desvelara si sería otra vez candidato es similar a la que hay hoy sobre Rubalcaba?
–Realmente yo no tuve presión. Todo el mundo sabía que no me iba a presentar. Y en esos meses, se discutió si febrero o abril era el momento de decirlo, pero nadie me presionó. ¿Lo que ocurre ahora? Pues es parecido, pero en el PSOE siempre se vive cierto clima de ansiedad. Y cuando hay que dirimir quién es el candidato, mucho más.
–Usted no sentiría la presión, pero hubo quien intentó hasta forzar un congreso extraordinario para que dejara la Secretaría General del PSOE.
–Bueno, pero cuando eso se produjo yo ya había anunciado que no sería candidato. Lo anuncié un mes antes de las elecciones autonómicas y después de ellas, teníamos por delante la designación del candidato a presidente del Gobierno. Pero tiene razón, hubo una tarde, ¿una tarde?
–Sí, una tarde en la que usted comparecía en el Congreso...
–Sí, hubo algunos compañeros –bueno, quien abrió la polémica fue Patxi López– pero aquello duró dos horas, tres si no recuerdo mal. Hablé con Blanco, con Chaves, con Alfredo y con Patxi, también...
–¿Y?
–Les aclaré que no iba a haber un congreso y que debíamos ir a un proceso de primarias, que es a lo que yo me había comprometido. Les dije que yo iba a terminar mi mandato, como era natural.
–Primarias que finalmente no se produjeron y usted tuvo algo que ver con ello. ¿Se arrepiente de aquello?
–No, no. Trasladé mi opinión: que mi propuesta era Alfredo Pérez Rubalcaba y que el ambiente que yo veía y lo que me decía la mayoría de los secretarios generales era que Alfredo debía ser el candidato. No sólo planteé mi propuesta, sino que hice de canalizador de un sentir mayoritario muy real. Y eso lo trasladé a algunos compañeros que estaban en otra opción, la de Carme Chacón. Una compañera muy, muy querida.
–¿Es legítimo pedir primarias al día siguiente de perder un Congreso Federal?
–Hay que dejar tiempo, apoyar a la dirección del partido y que los debates se produzcan cuando tengan que ser, y no anticiparlos. Es verdad que la tendencia a la ansiedad es muy frecuente y difícil de evitar, pero dirigir un partido es ante todo saber que cuentas con el apoyo de todos. Como he sido secretario general, quiero que los secretarios generales sean respetados y se les escuche...
–Parece que Rubalcaba hoy carece de ese apoyo...
–Una cosa es lo que se dice y otra es la hora de la verdad. Después de la derrota electoral, la tarea de Alfredo era difícil, pero le diré que ha trabajado poco a poco y que la Conferencia Política ha sido una muy buena apuesta, singularmente por la participación, que es hoy el canal que debe hacer recuperar la confianza de la ciudadanía en los partidos.
–Entonces, cuando habló el pasado fin de semana en Granada del cambio, ¿no estaba mandando un mensaje cifrado a Rubalcaba?
–No. Recordará que era una cita de Kenedy y que la pronuncié mirando a Susana Díaz. «El cambio es el ciclo de la vida. Quien no mire al futuro se quedará en el presente y en el pasado». Eso lo enlacé directamente con Griñán, que ha interpretado perfectamente que la vida es cambio.
–¿Susana Díaz ha ocupado un espacio en el PSOE que no se ocupaba desde hace tiempo?
–Ha tenido dos virtudes muy notables: que ha escuchado mucho y ha llamado a todo el mundo (Felipe González, Alfonso Guerra, los secretarios generales, a mí mismo...), y que ha demostrado tener las ideas claras y un lenguaje directo que la gente agradece. Todo eso con una imagen de fuerza que transmite de forma inapelable. Llevo muchos años en la vida política, pero no recuerdo una irrupción de liderazgo tan poderosa en tan poco tiempo.
–Y ha recuperado el discurso de la unidad de España que algunos creen que el PSOE perdió durante su primera Legislatura.
–Mantuve no sólo la unidad de España, sino la idea de cómo gestionarla, que exige comprender la diversidad. Tenemos una ardua tarea por delante para recuperar ese sentido de unidad y convivencia, especialmente en Cataluña. El discurso que se escuche en Andalucía será clave para el equilibrio de España. En lo que tendrá que haber antes o después –que es probablemente una reforma constitucional–, Andalucía será decisiva.
–¿Se refiere a la reforma federal? ¿No cree que España ya lleva 30 años de ensayo federal con el modelo autonómico?
–Sí, las etiquetas son siempre difíciles. Pero hay alguna cosa de funcionamiento que se debe reformar: la distribución de competencias, los principios del modelo de financiación y la participación de las comunidades autónomas en los temas de Estado. Y junto a ello, hay que reconocer la identidad singular de Cataluña. Este será el núcleo central del diálogo que se debe producir entre los partidos políticos para una posible reforma de la Constitución, donde quizá importen menos las grandes etiquetas (si es federal o autonómica) y mucho más los aspectos concretos de funcionamiento y de la identidad. Si tenemos en Cataluña el problema que tenemos, es por el proceso del Estatuto y especialmente por la sentencia del Constitucional, que supuso una afectación a su identidad, una espoleta clarísima de todo lo que vivimos.
–¿La situación es reconducible?
–Sin duda. Es verdad que los partidos están todavía hoy sin haber acelerado lo que en mi opinión hay que hacer, que es un compromiso de dialogar hasta la extenuación. La gran mayoría de los ciudadanos está esperando ese diálogo y la posibilidad de llegar a acuerdos.
–Dos años después de la mayor derrota electoral, el PSOE sigue sin remontar. ¿La situación actual sigue siendo consecuencia de su gestión?
–Los datos que hay sobre la situación actual son de encuestas y son relativos. Vamos a ver las europeas, ese será el momento de hacer balance. En todo caso, las recuperaciones siempre se definen en la recta final. Lo sé porque yo de 2000 a 2004, lo hice. ¿Recuerda las encuestas de 2002?
-Sí, no le eran favorables al PSOE, pero Zapatero no sumaba un 90 por cierto de rechazo ciudadano.
–No se pueden hacer comparaciones porque los contextos son muy diferentes.
–Si Rubalcaba le llama para pedirle opinión sobre si debe concurrir a las primarias, ¿que le diría?
–Eso sólo se lo diré a él si me lo pregunta.
–Pero tendrá una opinión.
–Habrá sus pros y sus contras. Intentaré ayudar a su propio razonamiento. Unos meses en política es mucho tiempo.
–¿Entonces no cree que en el Comité Federal de enero Rubalcaba deba despejar su futuro?
–Eso es muy claro, eh. El secretario general tiene el derecho, y si se me apura la responsabilidad, de tener la iniciativa en cuanto al momento en el que anuncie su decisión. El Comité Federal debe marcar las fechas, pero una organización tan seria como es el PSOE tiene que dejar al secretario general que tome su decisión. Él es el más interesado en que las cosas salgan bien y buscará el momento adecuado.
–¿Hará campaña por algún candidato?
–No, no.
–Pues se dice que va haciendo ya campaña por Eduardo Madina...
–No. Hablo muy bien de Eduardo Madina y de Carmen Chacón.
–¿Alguna debilidad tendrá?
–Mi debilidad es sólo que la gente vote libremente. Lo que me importa es que tengamos la oportunidad de ver que los ciudadanos tengan la tranquilidad –como lo hemos visto en Susana– que el PSOE tiene gente nueva y valiosa. Y que todo ese mito de que los partidos no producen gente capaz y cualificada, no es verdad. Y eso es lo que siento cuando pienso en Edu Madina y Carme Chacón, que son dos activos muy valiosos.
–¿Patxi López es tan valioso como Madina y Chacón?
–A él no le he tenido en el Gobierno.
–A Madina, tampoco.
–No, pero le tuve en la dirección del grupo parlamentario. Patxi López es político con tradición pero puede haber más.
–¿Está apuntando a alguien?
–No, no... Es que yo conozco el PSOE y le aseguro que hay cantera.
–¿Qué respondería a quienes sostienen que Rajoy, respecto a la «doctrina Parot», sigue la hoja de ruta que usted trazó para ETA?
–Que es insólito y que está fuera de lo que es razonable en un debate político y público. Me preocupa la tentación cierta que ha habido de poner en cuestión que se aplique la doctrina de un tribunal. Aunque nos duela que algunos criminales atroces no cumplan más años de condena, hay que tener un minuto de frialdad y pensar que esto es el Estado de Derecho. El principio de no retroactividad de las leyes penales es una garantía para todos, y no puede haber excepciones.
–¿Entonces no se siente responsable?
–La «doctrina Parot» la desarrolla la Justicia en España con mi Gobierno. Se hizo un esfuerzo en el límite y Estrasburgo ha dicho que no puede ser. Debemos acatarlo.
–¿Y entenderlo?
–Las víctimas, por supuesto, que no lo van a entender y además no se puede decir nada sobre ello más que comprender ese no entendimiento. A la sociedad le puede costar, pero los partidos políticos tienen que hacer pedagogía aunque no sea popular.
–¿Habrá un día en que se deje de hablar de la herencia Zapatero para hablar del legado?
–No lo sé. Hablaba anoche con unos amigos que me recordaban las veces que me han sacado lo de la «Champions League». Pues es que en aquél momento estábamos ahí... Pero quizá debamos huir de estas frases imaginativas y muy metafóricas porque acaban siendo un riesgo.
–Pues usted ha dado algunas que le perseguirán de por vida. Aquélla y la de que la nación era un concepto discutido y discutible...
–Con esa estoy en completo desacuerdo. Aquello fue una manipulación total. No dije que la nación española fuera discutida y discutible, sino que el concepto de nación... Y de eso hay miles de manuales de ciencia política.
–¡El juego que nos ha dado lo del optimista antropológico!
–Es que se trata de una corriente filosófica. Pero, los juicios retrospectivos son muy difíciles... Pero, ¿legado o herencia? Le diré que creo haber defendido a mi país y haber buscado, de una forma prioritaria, el interés de los sectores sociales más necesitados, además de no haber conseguido ganar la batalla del desempleo después de haber tenido el paro más bajo. En parte este libro es una carta de alegaciones.
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