Psicología

Cómo afrontar el duelo ante el fallecimiento de alguien que queremos

No es fácil decir adiós a las personas que amamos pero hay maneras de gestionar el dolor para que éste sea menor

Cómo afrontar el duelo ante el fallecimiento de alguien que queremos
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Vivimos en una cultura que, prácticamente, nos obliga a ser felices y donde todo sufrimiento es apartado de los escenarios cotidianos. Una cultura que venera a sus muertos pero que cada vez los lleva más lejos y donde no se recuerda la inevitable levedad del ser humano.

Enfrentarse a la pérdida de un ser querido es uno de los mayores miedos que acecha al ser humano. Este miedo toma matices importantes cuando la persona que se va es un progenitor, aquella persona que ha contribuido en gran medida a ser lo que eres hoy en día, un padre o una madre son acompañantes insustituibles en el camino de la vida. Enfermedad y fallecimiento supone enfrentarse a un temido sentimiento de orfandad y de soledad. Enfrentarse al cese de la coexistencia.

Este proceso conlleva también un enfrentamiento con la propia muerte, y al perder parte de la propia identidad que se va en ese final de etapa, de lo que un día fue y comienza, inevitablemente, a transformarse en otros aspectos de uno mismo. Porque elaborar la muerte de otros seres queridos, es enfrentarte a la pérdida de una parte de ti mismo.

La despedida en este contexto no se concreta en un acto único, sino que consiste en un difícil proceso, a veces de largo recorrido, si el familiar ha padecido una enfermedad crónica. Decir adiós puede conllevar un maremágnum de pensamientos y emociones tan incómodas como la tristeza, la culpa, negación de la realidad, rechazo de la vulnerabilidad propia, rabia, nostalgia, confusión, etc. Tantas sensaciones que generan sufrimiento y han de elaborarse desde la aceptación y el afrontamiento de la pérdida.

No es posible hablar de un único y óptimo proceso de despedida pues, cada persona, cada padre, cada familia es el resultado de multitud de influencias, desde la severidad de los síntomas y características de la enfermedad padecida, el vínculo con el progenitor, los problemas familiares existentes antes y durante, a la edad de los implicados y sus historias pasadas. Este artículo está orientado a cómo decir adiós a unos padres y otros seres queridos, sin culparse y encontrando formas que ayuden a elaborar ese duelo lo más sanamente posible.

COMPRENDER QUÉ ES EL DUELO Y SUS MANIFESTACIONES

Uno de los puntos importantes a señalar, en primer lugar, es conocer qué es el duelo y cómo se puede manifestar, para entender que se trata de un proceso natural y que, como seres humanos, estamos preparados para afrontarlo. La comprensión de sus manifestaciones en forma de sensaciones físicas, pensamientos, emociones y conductas asociados al fallecimiento de un padre o una madre nos ayuda a resituarnos y buscar sentido al sufrimiento.

Identificar los mecanismos psicológicos que se pueden dar, así como entender y respetar la funcionalidad de cada emoción y el ritmo particular de cada experiencia son algunas de las estrategias que ayudan en un mejor afrontamiento del duelo anticipado y otros tipos de duelo.

Hay que tener presente que cada duelo es único.

NATURALIZAR LA MUERTE

Vivimos en una cultura que, prácticamente, nos obliga a ser felices y donde todo sufrimiento es apartado de los escenarios cotidianos. Una cultura que venera a sus muertos pero que cada vez los lleva más lejos y donde no se recuerda la inevitable levedad del ser humano. Es por esto, en parte, que el proceso de despedida genera un especial sufrimiento.

Entonces, supone empezar a vivir desde el conocimiento y la conciencia de la muerte.

La pérdida de un ser querido lleva, en muchos casos, a plantearse la propia muerte, a repasar el curso de la propia vida, así como de creencias y valores. Es, por tanto, un proceso invadido por la confusión y en el que se hace necesaria una normalización. Integrar la muerte como parte de la vida, y aprender a normalizarla como parte de los esfuerzos por seguir caminando.

Hay culturas que, como la budista, por medio de cuentos populares, como “el sufrimiento de Kisagotami”, transmiten la enseñanza temprana de que la muerte es algo ineludible y que afecta a todo el mundo, para esa aceptación y naturalización del proceso ante la pérdida de un familiar como forma de convivir con ello y de aliviar el sufrimiento que causa.

ELABORAR

Gran parte de los sucesos vitales suponen, inicialmente, un shock emocional, un estado de paralización o de agitación, una sensación de irrealidad ante un cambio brusco, un cambio de roles y de modo de vida al que hacer frente. Por eso, es necesario darse un tiempo de reacción para poder asimilar e ir adaptándose a ese proceso de transición.

Hay cuatro tareas a realizar en la elaboración de un duelo:

1) Aceptar la realidad de la pérdida.

2) Eexperimentar dolor emocional.

3) Adaptarse al ambiente en el que el difunto no está presente.

4) Invertir la energía en otras personas, relaciones y proyectos.

Elaborar, en estos difíciles momentos, quiere decir abordar el trabajo de dar sentido a lo que estamos experimentando. Es preciso, por tanto, permitirse explorar las necesidades propias, las preocupaciones, los obstáculos y los dilemas que van a ir surgiendo en este camino personal y existencial de aprender a vivir en ausencia del ser querido.

Esta tarea de aceptación y afrontamiento del cambio implica abordar los conflictos emocionales y temas que están pendientes. Es un proceso duro y confuso, con altibajos debido al estrés que puede significar tantos cambios que va aconteciendo. Por esto, se necesita respetar un tiempo y un ritmo propios que ayuden a asumir de manera personal tantos momentos difíciles.

PERMITIRSE SUFRIR, SIN SUFRIR EN EXCESO

Basta poner un poco el oído en situaciones de duelo para escuchar frases como “no llores” o “tienes que ser fuerte”. Este tipo de escenas son el reflejo de un intento de cortar el torrente emocional, con las mejores de las intenciones, pero que desemboca en un recluirse en el dolor reprimiendo los sentimientos, lo que no facilita la despedida.

Este proceso de decir adiós es a veces muy rápido, y a veces se obliga a no sufrir o a recluir los sentimientos.

Lo que es aconsejable es permitirse estar en duelo. Llorar la pérdida es lo adaptativo en estas situaciones, porque es necesaria esa catarsis emocional.

Pero, también, dentro de este recorrido es necesario delimitar cuándo un sufrimiento está siendo excesivo. El sufrimiento deja de cumplir su función cuando se prolonga exageradamente en el tiempo y la tristeza, la rabia o la culpa siguen actuando con elevada intensidad y frecuencia.

Hay que recordar una vez más que el duelo es una vivencia natural, pero si el proceso implica un sufrimiento desproporcionado e interfiere en muchas áreas de la vida, uno puede abrirse a la posibilidad de contar con la atención de un profesional que ayude en el afrontamiento. No dudes en buscar información y acompañamiento de un profesional especializado.

PREVENIR LO QUE PUEDA SUCEDER

La aleatoriedad de acontecimientos cuando va a morir el ser querido, como una muerte repentina, complicaciones de síntomas o una disminución de las capacidades del enfermo es un bache difícil que, junto con el estado de ánimo marcado por el estrés puede hacer más complejo el proceso de toma de decisiones.

Estar preparados nos permite enfrentarnos a situaciones complicadas y amenazantes. Atender los asuntos pendientes es una forma de prepararse de la mejor manera posible ante la llegada del final.

COMUNICACIÓN

Otro de los puntos claves para decir adiós es fomentar nuestra capacidad de comunicación.

Por la complejidad de la situación y los lazos que nos unen a los seres queridos, muchas veces se producen bloqueos o dificultades a la hora de expresar lo que se necesita, se siente y lo qué se quiere decir.

Tanto familiares como profesionales se enfrentan a decisiones difíciles en los que la comunicación no es siempre se realiza de la manera más óptima.

Una comunicación con afecto, mostrando cercanía entre la familia y el ser querido resulta necesaria para aliviar el sufrimiento y vivencia bienestar en ambos dentro del contexto de enfermedad. Esta comunicación se basa en facilitar la expresión de emociones y generar un clima de comprensión para que la última etapa se viva desde la confianza y la autenticidad. Esta comunicación afectiva ayuda a reducir el conflicto, aumentar la serenidad y proporciona unión y apoyo entre los familiares.

COMPARTIR

Compartir y acompañar en esta última etapa es una de las tareas que más ayuda a vivir con sentido el caos de complejidad porque alivia enormemente sentir que se ha estado y acompañado hasta el final a nuestro ser querido. Es una tarea dura que implica tanto energía física como psicológica y que provoca desgaste, de ahí la importancia del autocuidado.

CUIDARSE

El final de vida siempre es complejo y la persona enferma requiere ser atendida en sus muchas necesidades. En tal situación, el familiar puede estar tan centrado en la otra persona que puede tener lugar el propio descuido. Pero es básico no perder de vista el cuidado de uno mismo ya que, en ocasiones, como resultado del cansancio y el estrés acumulado, se producen alteraciones físicas y psicológicas que dificultan la atención al ser querido.

Cuídate para seguir cuidando. Dormir y comer lo suficiente, encontrarse con un amigo para sentir el apoyo del entorno son aspectos básicos que hay que mantener. También es importante permitirse pedir más ayuda sin considerarlo como un símbolo de debilidad.

NO CULPABILIZARSE

Uno de los sentimientos que más puede aflorar en el duelo es la culpa. Este puede deberse a distintos motivos como la historia personal, los vínculos o las circunstancias que rodean la muerte. Sentirse responsable de aspectos de la muerte o de asuntos no cerrados puede generar desasosiego, causado por pensamientos obsesivos sobre la despedida y el sufrimiento del cual uno se considera partícipe. Llevar a cabo las recomendaciones expuestas son formas de trabajar por una vivencia saludable y evitar el enquistamiento de sentimientos de culpa.

Date permiso para vivir. Pide ayuda profesional si sientes que no dejas de culparte.

RECUÉRDAME

Con la muerte termina la vida, pero no el vínculo ni la relación que existió. Es aconsejable dejar que los recuerdos emerjan y compartir los buenos y los no tan buenos o más dolorosos. Nivelar el tono de esos recuerdos forma parte del proceso de la elaboración sana del duelo. Para ello es necesario reorientar falsas creencias que dificultan la tarea del familiar doliente cuando escucha expresiones como “tienes que olvidar, es mejor no acordarse para evitar sufrir”. Esa no es la manera. Ese ejercicio de recordar los momentos felices con la persona y tenerla presente en momentos significativos sí consuela, y ayuda también recordar el legado que ha el ser querido ha dejado en ese familiar superviviente, legado que se ha convertido en parte de lo que esa persona es en la actualidad.

El recuerdo de ese legado siempre vivirá en ti siendo un homenaje a un padre y una madre.

Hay muchas otras recomendaciones, desde decidirse a acudir a un grupo de ayuda mutua o explorar individualmente literatura sobre duelo, ambas formas válidas de sentirse acompañado en el dolor y que permiten reflexionar sobre lo sucedido en favor de su integración. Se trata de percibirse acogido en los entornos y las personas que ayudan para llevar a cabo tan duras tareas. Como dice un poema popular escocés:

“Tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor que compartisteis;

puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío, dar la espalda

o puedes hacer lo que a él le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir”.

Elisa Maxia es Máster en Investigación en Psicología. Uned, experta en Psicología Positiva. IEEP y Máster en Intervención en Duelo. Universidad Ramón Llull. Especialista en duelo en Hospital Infanta Sofía

David González Dorribo es Psicólogo y estudiante de Máster en Centro Universitario Villanueva.