Familia

Mi mujer es una mandona

Las mujeres mandonas, con el marido, los hijos, las nueras, los yernos, terminan por asfixiar la convivencia

Mi mujer es una mandona
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Hombres y mujeres pueden ser mandones y mandonas. Es una característica, digamos, unisex. Hoy abordaremos en este artículo a la mujer de la mano de la orientadora familiar en Sophya, Sara Pérez-Tomé.

Una mujer que manda demasiado podemos decir es una mujer que se ha autoproclamado la “emperatriz de su hogar”, explica la experta. Manda porque se cree que, de todos los miembros de la familia, es ella la elegida porque es la que mejor sabe hacer las cosas o porque es la que más tiempo está en la casa o la que ha tenido los hijos y que por eso tiene derecho a ser mandona sobre los demás.

Uno de los defectos de” una mujer mandona” –sostiene la mediadora- es que no admite estar bajo las opiniones de nadie, ni siquiera de su marido. Porque seguir las opiniones o sugerencias de otro le supone un entrenamiento y la voluntad de querer una orden y esa experiencia ella no la tiene”. Otro de los defectos de “una mujer mandona” es que es muy quejica porque como el mandar cansa, siempre acaba diciendo: “si no fuera por mí, aquí nadie haría nada...” “si no fuera por mí, la casa no estaría así...” Ella siempre es la que salva a toda la familia de todo. Necesita de una aprobación constante: “¿A qué ha quedado muy bueno el cocido? No me extraña porque me he pasado la mañana entera en la cocina...”-explica-.

Hay un defecto que además le suele aislar a “la mujer mandona” le gusta hacer las cosas en el tiempo, manera y forma que ella cree que es la única y la adecuada, con lo cual nunca le parecen bien las otras maneras de hacer de los demás., y termina diciendo: “Siempre tengo que estar diciendo a los demás cómo hay que hacer las cosas...”

¿Realmente, ser “una mujer mandona” se nace o se hace?

Ser una mujer que tiene una actitud de permanente prepotencia o dominio sobre los demás y que se considera “la iluminada” de cualquier plan, viaje, organización o idea a poner en marcha con su marido o en su familia, no tiene porqué estar relacionado con una alta autoestima como en principio pudiera parecer, sino más bien con un determinado temperamento que conforma un tipo de personalidad. Si a eso le sumamos un ambiente familiar donde haya habido un desequilibrio en las relaciones de pares, pues es más fácil que se haga “una mujer mandona”-explica la mediadora.

En las relaciones familiares solo hay dos tipos de relaciones entre pares: la relación de la pareja y la relación entre hermanos –explica Pérez-Tomé. Saber vivir una relación entre iguales en pareja se aprende desde la infancia por dos caminos a través de las relaciones con tus hermanos y con la vivencia de la forma de convivir de tus padres. Luego están las relaciones verticales, también dentro de la familia, entre padres e hijos que se fundamentan en el amor mutuo de unos a otros pero manteniendo una distancia suficiente entre ambos que les permita a los dos padres por igual transmitir con autoridad sus experiencias sus hijos.

Pero –puntualiza la experta-no debemos confundir verticalidad con autoritarismo. “Ser padre o madre no es un grado para poder ser mandón sino para tener mayor capacidad de educar basándose en el amor y no en el poder de poder mandar”. “Esto lo haces porque lo digo yo que soy tu madre”, este no es un argumento educativo para que un hijo entienda una orden.

“Una mujer mandona” cree que la única forma de mantener su casa en orden es llevarla como si fuera un cuartel. Pero ni un marido ni unos hijos son unos soldados a su cargo... Para reenfocar en positivo el problema y poder cambiar un cuartel en un hogar feliz debemos empezar por desterrar la idea de que la casa es dominio solo de la madre y que tiene todo el derecho del mundo sobre su espacio, su economía y los habitantes que moran en ella-aconseja la mediadora.

Porque la felicidad del hogar es cuestión de todos, el estilo de vida familiar de cada familia es la suma de esfuerzos y apoyos de todos y cada uno de sus miembros porque es la única manera de que todos se impliquen en el modelo elegido de hogar. Si “una mujer mandona” no sabe delegar, no sabe hacer equipo, no reconoce las capacidades de los otros, no sabe estar en segundo plano de vez en cuando, no tiene que saber siempre de todo, no tiene que tener que opinar de todo, terminará por tener un marido más tiempo fuera que dentro de casa..., unos hijos fantasma deseándose ir del hogar, unas nueras y yernos que no la quieren ver ni aunque ella invite...y así una lista interminable de casos que pasan por mi gabinete donde las familias se terminan complicando innecesariamente simplemente porque una “mujer-madre mandona” no sabe estar en el lugar que le corresponde que es el de conciliadora, acogedora y no más” y lo peor es que “ nadie se atreve a decírselo por temor a las consecuencias”, concluye la mediadora.