Psicología
¿Qué características psicológicas tiene un asesino?
Gema Valenzuela, Psicóloga del Grupo Laberinto, nos da las claves
Todos conocemos el nombre de Ana Julia Quezada, por desgracia por un acontecimiento visto por todos como cruel y despiadado. Todos los medios de comunicación fueron retransmitiendo minuto a minuto los pasos de la búsqueda del pequeño Gabriel, con ella como una de las protagonistas durante todo el proceso
Todos conocemos el nombre de Ana Julia Quezada, por desgracia por un acontecimiento visto por todos como cruel y despiadado. Todos los medios de comunicación fueron retransmitiendo minuto a minuto los pasos de la búsqueda del pequeño Gabriel, con ella como una de las protagonistas durante todo el proceso. Seguramente muchos de vosotros os habéis preguntado cómo alguien puede llegar a realizar algo así... no hay una respuesta sencilla, pero quizá, desde la Psicología, podamos arrojar algo de luz a un acontecimiento tan sombrío.
¿Qué características psicológicas tiene un asesino? Vamos a realizar una aproximación entendiendo en primer lugar, que puede haber enormes diferencias entre unos asesinos y otros. No es lo mismo el que comete un crimen conocido popularmente como “pasional” a un asesino en serie, ni el que mata de forma planificada o en defensa propia. Pero algunos de los comportamientos mantenidos por esta población pueden ser explicados por la psicopatía.
Este término ha tenido numerosas definiciones a lo largo de su historia para diagnosticar algunos comportamientos bien distintos entre ellos, pero que mantienen en común la frialdad y falta de empatía en la ejecución de sus actos. Sería interesante acudir a las descripciones sobre psicopatía que realizaron los autores más reconocidos en este ámbito; Cleckley (1941) y Hare (1984). Para el primero el síntoma básico es la deficiente respuesta afectiva que muestran hacia los demás, además describió 16 criterios para explicar la psicopatía, algunos de ellos son: egocentrismo patológico e incapacidad de amar, mentiras, ausencia de nerviosismo, gran pobreza de reacciones afectivas o falta de capacidad para aprender de la experiencia. Según este autor, los psicópatas son incapaces de entender y expresar emociones aunque en apariencia, lo expresen de modo normal, a esto se le conoce como demencia o afasia semántica.
Hare, por su parte, elaboró una escala de 20 ítems llamada PCL-R (Psychopathy Checklist Revised) en las que se incluyen algunos factores que conforman la psicopatía: encanto superficial, mentira patológica, falta de remordimiento o culpa, grandioso sentimiento de autovalía, crueldad, no aceptación de la responsabilidad de sus actos y manipulación, entre otros. En general existe cierto consenso en determinar el elevado egocentrismo, falta de empatía e incapacidad para establecer relaciones afectivas con los demás, como aspectos comunes en los psicópatas.
Podemos imaginar que alguien con estas características hará lo que tenga que hacer para conseguir sus objetivos, nunca el dicho de “el fin justifica los medios” tuvo tanto sentido. Pero a pesar de esto, desde luego es importante destacar que no todos los asesinos son psicópatas ni todos los psicópatas son asesinos. El asunto es mucho más complejo y con más variables (ambientales y psicológicas) a tener en cuenta.
A pesar de la gran variabilidad, podemos encontrar características comunes entre algunos psicópatas y asesinos y es una niñez a menudo tormentosa. Infancias terribles crean adultos terribles.
Alice Miller (Polonia, 1923-Francia, 2010) fue psicoanalista y escritora. Dedicó gran parte de su vida profesional a estudiar la influencia del maltrato en los niños. Aunque las consecuencias no sean en todos los casos inmediatamente visibles, en este período de nuestra vida, recibir humillaciones verbales o físicas, abandono o una excesiva sobreprotección, son causa de numerosos problemas psicológicos en la edad adulta. El niño, aun sin capacidad para ver el mundo como un adulto, a menudo entenderá este comportamiento como consecuencia de un problema suyo, generando lesiones invisibles en el concepto de sí mismo.
En su primer libro, “Por tu propio bien” (1980) la autora presenta la tesis de cómo los métodos alemanes de crianza produjeron a un Hitler y a un asesino en serie de niños alemán llamado Jürgen Bartsch. En este libro relata cómo el 60% de los terroristas alemanes provienen de hogares donde se ha cometido algún tipo de violencia. Además, en esta obra Miller introdujo el término "pedagogía negra". Este término hace referencia al intento de dominar la voluntad del niño y convertirlo en una persona dócil y obediente, que no se revela por miedo al daño que sus padres van a causarle. Para Miller, el proceso pedagógico tradicional es manipulación, y resulta en que el adulto ya crecido acata las autoridades, incluso si son líderes tiránicos o dictadores como Hitler. Miller incluso propone que abandonemos el término "pedagogía"en favor de la palabra "apoyo".
La teoría del apego, desarrollada por el reconocido psicólogo inglés John Bowlby, también explica cómo el primer vínculo emocional desarrollado entre el bebé y sus cuidadores, será de vital importancia para su crecimiento. Así como necesitamos ser alimentados, el cuidado emocional, es decir, la respuesta a nuestras necesidades afectivas, aportando seguridad, calma y cariño, puede ser determinante en nuestra edad adulta.
Según algunas investigaciones (Artículo Mesa-Gresa P, Moya-Albiol L. “Neurobiología del maltratoinfantil: el ‘ciclo de la violencia’”.Rev Neurol 2011; 52: 489-503. Departamento de Psicobiología de la Universidad de Valencia.) desde el punto de vista neurobiológico, el maltrato infantil se asocia con graves alteraciones en el Sistema Nervioso Central. El hecho de que el maltrato se produzca en un cerebro en desarrollo, lo hace vulnerable a las situaciones traumáticas o de estrés crónico. Estas alteraciones están moduladas por diversas variables, como el tipo de maltrato y el sexo del menor, y pueden relacionarse con los cambios observados en adultos agresivos, lo que podría contribuir a la perpetuación de la violencia humana.
Aunque no conocemos con detalle cómo fue la infancia de Ana Julia Quezada, es habitual que perfiles como el suyo, llenos de confabulaciones, delirios de grandeza y manipulación, hayan tenido una niñez marcada por algún tipo de violencia.
Teorías como la de Alice Miller, nos hacen ver lo importante de tener una infancia sana, es decir, que los padres acepten a su hijo tal y como es sin intentar cambiarle, que fomenten confianza mutua y cuando son más pequeños, les ayuden a regular sus emociones, que como es normal, se verán desbordadas en algunas ocasiones. Esto nos servirá, no solo para evitar niños desgraciados, sino para llegar a una sociedad adulta, cooperativa, sin secuelas ni víctimas inocentes como el pescaíto.
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