Lugares inolvidables
El acantilado más alto del Atlántico norte
En la Serra da Capelada, en la costa gallega, se encuentgra el pico de Vixía Herbeira, que se eleva 620 metros sobre el nivel del mar
El litoral gallego se extiende a lo largo de 1.400 kilómetros de costa, de entradas y salidas del mar en la tierra y viceversa. En ocasiones, son movimientos suaves, extensas playas de arena que se suceden de modo cadencioso, como en las Rías Baixas. En otras, el contacto se produce de modo más abrupto, con el mar rompiendo contra las rocas caprichosas, ejemplo del cantábrico lucense.
En el medio, aquí y allá, existen otras expresiones capaces de plasmar ese encuentro, esa continua relación de tierra y mar. Sucede en Cedeira (A Coruña), donde se esconde un gigantesco muro de piedra que se eleva, de modo abrupto sobre el azul infinito del océano.
Se trata del acantilado más alto del Atlántico norte, en la Sierra de Capelada, un lugar donde los ganaderos rapan a sus yeguas y en el que su pico más alto, el de Vixía Herbeira, se eleva a 620 metros sobre el nivel del mar.
El historiador Rafael Usero apunta que “en la costa de Dalmacia –en el Adriático- y en los Fiordos de Noruega hay acantilados más altos, pero en la fachada atlántica europea ninguno llega a tener la altitud de éste y, sobre todo, a tan pocos metros de la costa, pues se encuentra a unos 780 de ella”. La inclinación resulta, así, abrumadora, superando los 50 grados.
Esto provoca que desde Herbeira se pueda disfrutar de unas espectaculares vistas de la costa norte de Galicia; un tramo de litoral abierto al Atlántico entre el cabo Ortegal y la exigua ensenada de Santo André de Teixido, en el que se mezclan el viento, el olor del mar y las potentes olas chocando contra la costa.
Un lugar de observación inigualable, como demuestra la vieja construcción de 1805, conocida como Garita de Herbeira, antiguo punto de vigilancia de la costa.
Próximo se encuentra también el mencionado santuario de Santo Andrés, en pleno camino de ascenso a la Sierra de Capelada. Se trata de uno de los más venerados de Galicia al cual, como reza el dicho, “vai de morto quen non foi de vivo”.
Este santuario data del siglo XII y su importancia espiritual se mezcla con la belleza natural del entorno. Los peregrinos recorren senderos empinados, atravesando verdes colinas que, de repente, se cortan en picado hacia el mar.
Un ecosistema único
La Sierra de Capelada no solo destaca por su geografía, sino también por su biodiversidad. Los prados altos, que cubren gran parte del área montañosa, están habitados por caballos salvajes conocidos, las llamadas ‘bestas’, que pastan libremente..
El clima en esta zona, influenciado por el Atlántico, se caracteriza por fuertes vientos, brumas frecuentes y una humedad que impregna todo, creando un ambiente misterioso que ha inspirado mitos y leyendas a lo largo de los siglos.
Pero la historia de de la Capelada no se limita a su atractivo natural y religioso. En la región se pueden encontrar restos arqueológicos como los castros celtas, que demuestran la ocupación humana desde tiempos remotos.
Estos antiguos asentamientos fortificados ofrecen un vistazo a cómo las primeras civilizaciones aprovecharon el entorno para su defensa y subsistencia.
Y para los amantes del senderismo, la sierra ofrece también varias rutas que serpentean a través de sus montañas y acantilados. Entre las más destacadas está la Ruta de los Miradores, que permite disfrutar de vistas espectaculares del océano y los acantilados. Para quienes buscan una experiencia más tranquila, pueblos cercano como Cedeira ofrecen la oportunidad de disfrutar de la gastronomía gallega, con productos frescos del mar y del campo.
Un lugar donde la naturaleza y el misterio convergen
De este modo, la Serra de la Capelada se alza, sin duda, como uno de los rincones más especiales de Galicia. Una mezcla de paisajes naturales imponentes, leyendas arraigadas en la cultura local y una rica biodiversidad que hacen de este espacio una parada obligatoria para quienes buscan una experiencia diferente.
Visitar la Capelada es adentrarse en un mundo donde la tierra parece flotar sobre el mar y donde las historias ancestrales cobran vida. Un viaje en el que lo espiritual y lo natural se funden en un abrazo eterno bajo la mirada vigilante del océano.
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