Turismo y naturaleza

Así es el ‘agujero del infierno’ que esconde una de las islas más increíbles de Galicia

En los días de temporal, si uno presta atención, se escuchan, subiendo desde el interior de la gruta, los gritos y lamentos de las almas que se llevó el demonio

Isla de Ons.
Isla de Ons. Turismo Rías Baixas

La Ría de Pontevedra es uno de esos pequeños brazos de mar que dibuja el litoral gallego en su discurrir desde el sur, buscando hacia arriba, hacia el norte, la temida Costa de la Muerte, paso previo al encuentro de Atlántico y Cantábrico.

Pero antes, a la altura de esa Pontevedra señorial arranca la mencionada ría, que salpica aquí y allá un puñado de playas -A Lanzada, Montalvo, Silgar, Areas, Menduíña- antes de perderse mar adentro, donde una barrera natural se erige en protectora. Algo parecido a lo que sucede con las Cíes en la Ría de Vigo, pero un puñado de millas más arriba.

En este caso, la isla que surge ante nosotros es la de Ons, que, junto a esas más famosas Cíes, forma parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas. Tal vez por ello, aunque menos conocida para el gran público, Ons no deja de ser un lugar de belleza contenida en el que, como tantas veces en Galicia, la naturaleza se mezcla con la historia o la leyenda.

Porque allí, entre los suaves acantilados que descienden hacia el Atlántico, pasando del verde al gris antes de sumergirse en el azul, se encuentra un lugar cargado de misterio: El Agujero del Infierno, o, en gallego original, O Buraco do Inferno, como lo conocen las gentes del lugar.

Este es el nombre que recibe una gruta marina ubicada en la costa occidental de la isla, frente al mar abierto. Un espacio que para los isleños es muchos más que una cueva o una deformación geográfico; es una plaza cargada de misterio por la que siempre han sentido temor y respeto.

Este agujero del infierno se configura como una sima de 43 metros de profundidad, con planta en forma de equis, que alcanza el mar a través de un pozo y de una galería. Si uno se fija con algo más de calma observará en lo alto del acantilado que, junto al vallado protector que impide asomarse inútilmente, descansa una cruz blanca.

Se trata de un pequeño monumento erigido en memoria de José Luis Herrera Padín, guardiamarina de la Escuela Naval de Marín desaparecido en 1963 tras caer en el hoyo durante unos ejercicios de adiestramiento.

¿Por qué O Buraco?

Una tragedia que tiene tal vez algo que ver con el motivo de que esta sima responda un nombra tan infernal. A fin de cuentas, dicen que en los días de temporal, si uno presta atención, se escuchan, subiendo desde el interior de la gruta, los gritos y lamentos de las almas que se llevó el demonio.

O Buraco do Inferno.
O Buraco do Inferno. Turismo de Galicia

Voces que se mezclan con las de lugareños más veteranos que hace tiempo que dejaron de acercarse por la zona. Tanto como el que afirman que llevaba el ganado huyendo al ir a pastar a las mismas puertas del infierno.

Frente al instinto animal, las personas, atraídas por el sonido de las ánimas del hoyo, corrían el riesgo de acabar descansando entre las mismas. Para evitarlo, las madres metían amuletos en el bolsillo de los chicos -desde ajos a hierbas de San Juan pasando por el clásico de las hojas de laurel-, para que el sonido no se los llevase para siempre.

En este escenario, no resulta extraño que se cuente también que, en otra época, cuando un náufrago desaparecía se tuviese la creencia de que su ausencia se debía al demonio, que lo tenía atrapado en O Buraco. Para solucionarlo, los vecinos organizaban la “procesión de las antorchas”, encabezada por un cura o una meiga.

El cortejo partía del cementerio y bordeaba los acantilados hasta O Buraco, donde se encendían las llamas y se recitaban las plegarias. Días después el mar devolvía el cuerpo sin vida del desaparecido.

En cualquier caso, si se prefiere una explicación más humana a todas estas leyendas, la versión científica apunta a los araos, aves acuáticas que hasta los años 80 anidaban en el interior de la cueva y emitían chillidos estridentes. Con su desaparición, O Buraco quedó en silencio, aunque el misterio permanece.

Un paraíso natural

Más allá de este agujero del infierno, la Isla de Ons ofrece al visitante un espectáculo difícil de igualar. Parte de un archipiélago en el que descansan también la isla de Onza y varios islotes, Ons es la única habitada del conjunto.

Un precioso faro custodia el archipiélago, que cuenta con un pequeño pueblo con casas marineras y la iglesia de San Xaquín, haciendo de la isla un lugar ideal para alojarse y disfrutar de la gastronomía local.

Con 470 hectáreas de superficie terrestre y 2.171 marinas, Ons acoge en su interior una gran biodiversidad. Su entorno virgen alberga una distintas especies vegetales y animales, como la gaviota patiamarilla y el cormorán moñudo.

Faro Illa de Ons.
Faro Illa de Ons. Turismo de Galicia

Además, la isla cuenta con cinco playas: en la zona norte, la nudista de Melide, la más grande, y la de As Dornas. Después, la de Area dos Cans, la más popular y que alberga la tumba antropomorfa de A Laxe do Crego, una roca a la que se puede acceder cuando baja la marea. Las otras dos son las playas de Canexol y Pereiró.

Y junto a los arenales, surge la opción del senderismo. En la vertiente norte se esconde el mirador de Punta do Centolo, desde donde se puede contemplar unas impresionantes vistas de la playa de A Lanzada y unas preciosas puestas de sol sobre la isla de Sálvora. Hacia el sur, el mirador de Fedorentos ofrece unas impresionantes vistas sobre el islote de Onza, próximo a la entrada de la Ría de Pontevedra, y al fondo las majestuosas Islas Cíes.

Si uno quiere disfrutar de este paraíso, existen diferentes compañías navieras cuyos barcos conducen a la isla desde varios puertos de las Rías Baixas: Sanxenxo, Portonovo, Bueu y Vilanova de Arousa. Una vez allí, sólo queda disfrutar y hacercarse hasta las puertas del infierno.