
Turismo
Así es la playa de la Concha gallega que creció al son de la Belle époque y hoy vibra con el indie
De refugio de pescadores y balneario pionero a convertirse en escenario de conciertos al atardecer, este arenal mantiene viva la historia de Vilagarcía

La mañana se levanta tranquila en la Praia de A Concha, en Vilagarcía de Arousa. La brisa del mar acerca el susurro del océano Atlántico hasta la orilla, done el agua casi siempre trae un refleja de cielo gris azul, devorado por la resaca y por las olas. Sobre la arena, fina, conchas dispersas, aquí y allá, brillan con luz propia, emitiendo suaves destellos de alerta que conducen la vista hacia la silueta verde de la isla de Cortegada, que asoma a lo lejos, entre la bruma matinal.
Este pedacito de costa, impregnado de sal y de pinos y orégano, despierta despacio, entre el murmullo de las diminutas olas que alcanzan la orilla sin potencia susurrando la historia de una playa, la de A Concha, que, en este caso, nada tiene que ver con San Sebastián y todo con Galicia.
Su nombre, “A Concha”, proviene de su forma, parecida a la concha de un molusco, aunque antiguamente marineros y vecinos la conocían como Arealonga, la “playa larga”, debido a la extensa franja de arena que bordea la bahía.
No en vano, mucho antes de la llegada del turismo y del futuro, este arenal cumplía funciones prácticas: en el siglo XIX, al carecer Vilagarcía de muelle portuario, las pequeñas lanchas de pesca varaban aquí durante la bajamar, aprovechando que era la única playa que quedaba libre en el pueblo y la de mayor calado para embarcaciones.
Poco a poco, cuando la moda de los baños de mar comenzó a crecer hacia finales del siglo XIX, A Concha se transformó en un incipiente destino de verano. En 1886 se inauguró un famoso balneario de aguas saladas llamado La Concha de Arosa, pionero en Galicia.
Aquel elegante complejo, también conocido como de la Purísima Concepción, ofrecía baños terapéuticos e incluso organizaba animados bailes los domingos, atrayendo cada verano a familias acomodadas de toda la región.

El establecimiento funcionó durante décadas –hasta bien entrados los años 60 del siglo XX– y su emplazamiento, al inicio del actual paseo, está hoy ocupado por unos jardines públicos que mantienen vivo el recuerdo de aquella Belle Époque vilagarciana.
Pocos años después, en 1931, el Ayuntamiento adquirió los terrenos contiguos de A Compostela y los convirtió en un parque arbolado, dando lugar a una nueva playa de Compostela junto a la de A Concha.
Durante buena parte del siglo XX, ambas zonas de playa se distinguían por nombre –A Concha perteneciendo al núcleo de Vilagarcía y Compostela a la parroquia de Carril– aunque en la práctica forman un mismo litoral arenoso.
A finales de los años 90, la construcción de un extenso paseo marítimo y varios rellenos costeros terminaron por unir las dos playas en un solo arenal continuo, de casi dos kilómetros de longitud, recuperando en gran medida la estampa de la antigua Arealonga. Hoy, la playa comienza en el muelle del Ramal, junto al puerto deportivo, y se extiende sin interrupción hasta las proximidades del barrio marinero de Carril, integrando historia y presente en su paisaje.
Entorno natural
A Concha es una playa urbana que, sin embargo, presume de entorno natural. Se ubica en el fondo resguardado de la ría de Arousa, lo que la protege del fuerte oleaje atlántico y le confiere aguas excepcionalmente tranquilas.
El mar aquí es poco profundo y muy seguro. La arena es clara y fina, con un suave declive que permite adentrarse decenas de metros en el agua sin que cubra por completo. El clima atlántico brinda veranos templados; muchos días lucen soleados, aunque tampoco faltan jornadas de bruma o lluvia fina en las que la playa adquiere una belleza melancólica y gallega.
El arenal arranca, en su extremo más urbano, cerca del puerto, con un pequeño pinar costero que proporciona sombra natural. Desde allí parte el paseo marítimo, un camino peatonal que bordea la playa entre jardines y edificios. Al caminar hacia el norte, el horizonte se abre: a un lado, las aguas calmadas de la ría; al otro, la silueta de Vilagarcía con sus plazas y palmeras asomando tras los edificios.
Frente a la costa se divisa la isla de Cortegada, un bosque flotante de laureles eucaliptos que forma parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas. Más cerca, el paisaje marinero se hace patente con las tradicionales bateas mejilloneras salpicando la ría y, sobre todo, con las inconfundibles estacas de madera que emergen del agua en paralelo a la orilla.

Estas estacas señalan los límites de los parques de cultivo de almeja y berberecho de Carril, explotaciones marisqueras centenarias que aún hoy mantienen su actividad. En las mañanas de bajamar es posible ver a las mariscadoras (recolectoras de marisco) faenando inclinadas sobre la arena húmeda, llenando sus capazos de moluscos mientras gaviotas y garzas acechan a la espera de algún despiste.
De Atlantic Fest al Camino de Santiago
Pero A Concha es lugar también de otros escenarios. En este caso, musicales. La playa se ha convertido en sede del Atlantic Fest, un festival de música indie y alternativa que cada mes de julio atrae a miles de aficionados de toda España. No en vano, ver un concierto al atardecer, con los pies en la arena y la brisa marina, no suele estar al alcance de cualquiera.
Asimismo, A Concha se conecta, también, con la Ruta Xacobea marítima. La ría de Arousa es, según la leyenda jacobea, la vía por la que llegaron en barco los restos del Apóstol Santiago.
Este hecho se conmemora cada año con una travesía conocida como la Traslatio, en la que numerosas embarcaciones recrean aquel viaje sagrado navegando desde la desembocadura del Ulla hasta Pontecesures y Padrón.
Vilagarcía de Arousa forma parte de ese recorrido simbólico, y aunque la playa de A Concha no es escenario directo de milagros ni leyendas de santos, sí presencia el paso de estas procesiones marítimas.
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