
Mitos y leyendas
Así son los fantasmas que se aparecen en uno de los castillos más famosos de Galicia
Los muros de esta fortaleza guardan la historia trágica marcada por la pasión, la traición y una maldición eterna

Una noche de invierno, entre lluvias, viento y truenos, un peregrino agotado alcanzó las puertas del castillo de Sobroso, en Mondariz.
Tras escalar la ladera del monte Landín, fue recibido por don Fiz Sarmiento, señor de la fortaleza, quien le ofreció alimento y refugio. Compadecido por su estado, le permitió quedarse unos días para reponerse antes de continuar su camino hacia Santiago de Compostela.

La partida inminente de don Fiz a la guerra de Granada, en cumplimiento de una llamada de los Reyes Católicos, dejó al viajero al cuidado de su joven esposa, Floralba. Durante la ausencia del señor, la condesa y el peregrino se enamoraron. La pasión los arrastró a planear una huida juntos, escapando del castillo y de las normas que los separaban.
Sin embargo, el regreso triunfal de don Fiz desde la contienda desencadenó la tragedia. Al descubrir la traición, mandó quemar todas las pertenencias de Floralba y prohibió que su nombre volviera a pronunciarse. Desesperado, se encerró en la torre del homenaje para llorar su pérdida.
Tiempo después, Floralba regresó al castillo suplicando perdón. El peregrino había muerto atacado por una bestia y arrojado a un pozo, y ella pedía cobijo. Pero don Fiz, implacable, le negó la entrada. Floralba, rota de dolor, pasó la noche vagando en torno a la fortaleza hasta desplomarse muerta a sus puertas. Su esposo recogió el cuerpo, lo arrojó por la ladera del monte y ordenó que nadie lo tocara ni se le diera sepultura.
Privados del descanso en tierra santa, ni Floralba ni el peregrino encontraron paz. La leyenda asegura que, desde entonces, sus almas vagan condenadas. En noches de luna llena, el espíritu de Floralba rodea el castillo, suplicando sin respuesta. Y en las frías y lluviosas noches de invierno, el fantasma del peregrino vuelve a iniciar su ascenso por el monte Landín, eternamente interrumpido antes de llegar.

El castillo de Sobroso, testigo de esta leyenda, se alza a 334 metros de altitud en la parroquia de Vilasobroso, en Mondariz. Construido en un punto estratégico con gran dominio visual, formó parte del sistema defensivo medieval de la conocida como tierra de Toroño. Fue protagonista de episodios históricos como el asedio de la reina Doña Urraca en 1117 y escenario de las disputas entre linajes como los Traba, Castro, Sarmiento y Sotomayor.
Abandonado en el siglo XVII y rescatado del olvido en 1923 por Alejo Carrera, su último señor, hoy el castillo de Sobroso es un símbolo del patrimonio gallego conservado por la diputación provincial de Pontevedra.
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