Patrimonio
Este monasterio es uno de los más bonitos (y menos conocidos) de Galicia
Fundado bajo la influencia de la abadía de Claraval y con el respaldo del rey Alfonso VII, fue uno de los cenobios medievales más importantes de la región
En la comarca lucense de Meira, a 485 metros de altitud y cerca del nacimiento del río Miño, se alza el monasterio de Santa María, uno de los conjuntos cistercienses más sobresalientes de Galicia. Fundado a mediados del siglo XII, su iglesia, hoy parroquial, y algunas dependencias anexas han sobrevivido a siglos de conflictos, abandono y reformas, conservando un legado arquitectónico e histórico que lo convierte en un monumento clave del románico gallego.
Fundado entre 1142 y 1154
La fundación del monasterio de Meira se sitúa en un periodo de transición y expansión monástica. Aunque algunos autores apuntan a la existencia de una comunidad benedictina ya en el año 997, esta hipótesis carece de respaldo documental sólido. La mayoría de los historiadores sitúan la creación del cenobio entre 1151 y 1154, cuando Alfonso VII el Emperador donó tierras en la zona.
La tradición sostiene que Álvaro Rodríguez de Sarria y su esposa, Sancha Fernández, fueron los verdaderos impulsores de la nueva casa monástica, que siguió la estricta regla cisterciense y se fundó como filial directa de la poderosa abadía francesa de Claraval, posiblemente con la implicación personal de San Bernardo de Claraval.
En 1258, el obispo Martín de Lugo consagró la iglesia abacial, poniendo así fin a una etapa de intensa construcción iniciada a finales del siglo XII. Desde entonces, el monasterio gozó de la protección real y de una notable estabilidad económica, a pesar de los enfrentamientos que mantuvo en el siglo XIII con señores feudales, obispos y otros cenobios de la región.
Arquitectura románica de influencia borgoñona
La iglesia de Santa María, declarada Monumento Nacional en 1931, es uno de los ejemplos más puros del románico cisterciense en Galicia. De planta de cruz latina, destaca por su gran sobriedad ornamental, propia de la orden. Construida en sillería de granito y cubierta con pizarra, presenta tres naves en el cuerpo longitudinal, una en el crucero y cinco capillas en la cabecera, incluida una sala de reliquias decorada con pinturas murales del siglo XVII.
La fachada principal acoge un gran rosetón y una portada románica flanqueada por columnas con ornamentación sencilla y arquivoltas. Destacan los herrajes románicos originales de la puerta principal, datados en el siglo XIII, así como la torre lateral con espadaña y los contrafuertes que marcan la división de las naves. El interior combina bóvedas de cañón apuntado en la nave central con bóvedas de aristas en las laterales.
Conserva también el sepulcro gótico-renacentista de Doña María de Bolaño (1518) y la lápida del enterramiento de fray Atanasio Zepeda (1659), junto con retablos barrocos que contrastan con la austera arquitectura.
Del esplendor a la desamortización
Durante la Edad Media, el monasterio alcanzó gran relevancia. De él dependían las abadías cistercienses femeninas de San Salvador de Ferreira y Santa María de Moreira, esta última convertida en priorato en 1504. Como otros monasterios de la época, Meira sufrió la decadencia asociada a los abades comendatarios del siglo XV, más interesados en las rentas que en la vida espiritual.
Sin embargo, la afiliación en 1503 a la Congregación Cisterciense de Castilla supuso un renacer para la comunidad. Se emprendieron importantes reformas, como la sustitución del antiguo claustro por otro del siglo XVI con bóvedas nervadas, florones colgantes y puertas decoradas con arquivoltas y columnas. A finales de ese siglo, se creó un colegio de filosofía y letras que extendió la influencia intelectual del monasterio.
Pero el siglo XIX marcaría el inicio del declive definitivo. Durante la Guerra de la Independencia, el monasterio fue ocupado por las tropas napoleónicas y convertido en hospital militar.
Aunque recuperado brevemente, el Trienio Liberal provocó una nueva dispersión de los monjes, y en 1835, con la desamortización de Mendizábal, el cenobio fue abandonado. En 1845, ya en estado de ruina, fue cedido al Ayuntamiento de Meira, que adaptó parte de las dependencias como casa consistorial y rectoral.
Un legado documentado en más de 1.100 pergaminos
El fondo documental del monasterio, que fue incautado tras la desamortización y trasladado al Archivo Histórico Nacional de Madrid, constituye una fuente de gran valor para conocer su evolución. Entre los documentos destacan el "Tombo de Meira", un códice de gran formato elaborado entre 1614 y 1824, y más de 1.195 pergaminos que abarcan desde 1151 hasta 1525.