Alimentación
Y si te dijera que muchas de las “frutas” que comes todos los días en realidad no lo son
Nunca habrías imaginado que lo que estás comiendo no es, en realidad, lo que siempre creíste que era
Cuando hablamos de frutas solemos pensar en un grupo muy grande de alimentos que nos da la naturaleza, pero en realidad no siempre lo que llamamos "fruta" lo es desde el punto de vista botánico.
Para la biología, un fruto es el órgano de la planta que se desarrolla a partir del ovario de la flor y cuya función principal es proteger y dispersar las semillas.
Los tipos de frutos
La botánica distingue varias categorías según cómo se forman. Están los frutos simples, que se desarrollan a partir de un único ovario, como el melocotón o la ciruela.
Luego están los frutos agregados, que surgen cuando varios ovarios de una misma flor maduran juntos, como ocurre con la frambuesa. Un paso más complejo lo encontramos en los llamados frutos múltiples o compuestos, que se originan de la fusión de varios ovarios de flores distintas dentro de una inflorescencia.
Y por último están los frutos complejos, que involucran además otras partes florales en su formación, como el receptáculo o el hipanto. Estas categorías, aunque suenen técnicas, explican por qué algunas de las frutas más comunes no lo son en realidad.
La fresa y sus diminutos aquenios
Un buen ejemplo es la fresa. Lo que solemos llamar fruta roja y jugosa en realidad no es un fruto, sino un receptáculo carnoso que sostiene a los verdaderos frutos, los pequeños puntitos amarillos en su superficie, conocidos como aquenios.
Cada uno de esos diminutos granos es un fruto independiente que encierra una semilla. Así, la parte que más disfrutamos al comer una fresa es, botánicamente, solo un soporte que ha evolucionado para atraer animales y dispersar sus semillas.
La piña, un racimo disfrazado
Algo parecido ocurre con la piña. A simple vista parece una fruta gigante y uniforme, pero en realidad se trata de una infrutescencia, es decir, un fruto compuesto.
Cada uno de las pequeñas "escamas" que forman la piña es el resultado de una flor individual que, al madurar junto con las demás, se fusiona en una sola estructura carnosa. El resultado es ese fruto tropical que conocemos, formado por decenas de unidades que se comportan como una sola.
Los higos y sus flores invertidas
El higo tampoco es una fruta en el sentido tradicional, sino una inflorescencia cerrada, llamada sicono. Dentro de esa cavidad se alojan centenares de flores diminutas, invertidas hacia el interior.
Al madurar, todas esas flores producen pequeños frutos que quedan ocultos en la pulpa que consumimos. Es por esto que el higo tiene esa textura única, ligeramente granulada, producto de los frutos microscópicos que encierra en su interior.
Más allá de lo que creemos
La botánica nos demuestra que lo que en la vida cotidiana llamamos fruta es, en muchos casos, algo distinto, receptáculos, flores transformadas, estructuras compuestas o cavidades repletas de diminutas flores.
La fresa, la piña y el higo son solo algunos ejemplos de cómo la naturaleza juega con las formas para proteger y propagar sus semillas.