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Por qué el estilismo de Operación Triunfo es el mayor desastre de la televisión
Analizamos un clásico de la Academia: sus fallos de estilismo (que son muchos)

A Operación Triunfo 2020 le han intentado dar un restyling tras un periodo de descanso que se ha hecho corto. Dijeron que iban a dejar dormir el formato, pero lo cierto es que nadie se esperaba que fuera tan poco tiempo. Pensábamos que iba a invernar y lo justo se ha echado una siesta.
Han movido de lado la mesa del jurado, han cambiado el escenario y le han dado algún que otro retoque al formato, pero en esencia todo sigue igual. Y si hay algo que siempre ha acompañado a Operación Triunfo, eso ha sido la crítica al vestuario de sus protagonistas. Todavía no encontramos justificación a las camisas que llevaban David Bisbal o David Bustamante, y los vestidos de lucía Rosa López en alguna de las galas pueden estar sin lugar a dudas entre lo peor que hemos visto en la televisión. Y no hemos cambiado mucho.
El vestido de Ariadna o los looks caribeños de Anaju y Nia, lo peor de la gala 2 de OT
A veces es problema del propio estilismo, otras veces de los chicos, a los que les ponen prendas que no terminan de saber llevar. Basta como ejemplo el vestido de Ariadna ayer, que ni le quedaba bien de escote ni sabía controlar la raja de la falda cuando estaba sentada. La moda es un proceso de aprendizaje y no se les puede pedir a los “triunfitos” salir al escenario aprendidos, pero tampoco hay que jugársela. Hay que ponerles las cosas fáciles.
Y el de Ariadna es solo un ejemplo… y de los más discretos. Porque los hubo peores. La indigestión de gominolas que parecían Anne y Maialen, con un mix de colores pastel, encajes, lazos y puntillas, ni les quedaba bien ni tenía sentido con la canción. O lo de la americana de Hugo, que ya no es que no combinara con los vaqueros, sino que le quedaba varias tallas más grandes. Eso provocó que mientras cantaba, la camisa se le fuera desbocando por la manga de la chaqueta más hasta estar completamente fuera. Su compañero, Gèrard, con un look algo más contenido, tuvo un problema similar con los puños de la camisa.
Al pobre Nick le hicieron llevar una chaqueta que se veía mala hasta en los planos generales (prefiero no comentar lo de su camiseta), y el look de Samantha resultó una especie de homenaje frustrado a los 90: no quedó claro qué era peor, si la combinación de colores o la superposición de prendas. Sobre el escenario la cosa empeoraba todavía más: se daba de tortas no solo con la silueta de la triunfita, sino con la obra maestra de Joan Manuel Serrat.
Rafa, Javy… también son ejemplos desafortunados de estilismo en OT, en unas galas que vuelven a recuperar lo peor del formato: sus estilismos. Aunque, es de justicia decirlo, Jesús apareció con un traje combinado con una camisa de estampado setentero que destacaba entre el resto de sus compañeros, pese a que le quedara grande, y a Eli le respetaron (y acertaron) totalmente con su ADN (aunque eso no la salvó de la nominación).
Aunque lo más fuerte se lo guardaban para el final: los looks caribeños de Nia y Anaju. Las cantantes se perdían entre tantos metros de tela y al parecer nadie tuvo en cuenta que llegarían a actuar con el vestido arrugado después de estar toda la gala sentadas. Lo de los turbantes es otra historia, carecían de toda conexión con el look. Hemos visto disfraces más logrados.
Los nervios, las versiones de canciones, las prisas, los fallos de sonido, los de vestuario… Quizás el formato necesitaba un descanso más prolongado o quizás es que la gracia de OT es todo esto, que al final consigue que le cojas ternura y ese es parte de su éxito. OT vuelve como siempre: 100% OT.
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