Entrevista
Paca la Piraña explica su “mili” a Pablo Iglesias: “ascendí a cabo y los soldados me tiraron los tejos”
El vicepresidente comparó en el Congreso a la gran amiga de La Veneno con Abascal porque el líder de Vox no había hecho el servicio militar
Para tarde taurina, la que vivió el Congreso de los Diputados el miércoles, entre quiebros, desplantes, algún apuro en banderillas y una inesperada Paca La Piraña, que salió del Hemiciclo por la puerta grande a hombros de Pablo Iglesias. «¿Paca La qué?», preguntó Nadia Calviño, con menos horas de televisión que el vicepresidente, después de que este enlazase en un sin ton ni son mili, trans y Abascal. «La coach más chula de España», reaccionó la actriz en Twitter orgullosa de ser «trending topic» y quejosa de estar en boca “de este señor a quien debo de darle mucho morbo”, cuenta a LA RAZÓN.
Paca La Piraña nos atiende desde su casa en Almería, donde vive con su madre, pocas horas después del revuelo. Entrañable, generosa y muy picantona, como a ella le gusta. «No sé por qué me nombra ni qué pinto yo ahí. ¿Qué quiso decir? Sí, hice la mili, pero ¿es motivo para atacar a alguien? ¿Qué sabrá él de mi mili? Será que le doy morbo. Que mire más por España y nos saque a todos ‘pa adelante’ porque vamos muy mal». Sazona cada frase con una rima obscena, burlona o divertida, según le venga en gana. «Le copié el arte a Carmen de Mairena el día que le escuché que como era mujer madura, se había puesto en el coño una cerradura».
Para saber quién es esta artista trans en cuyo DNI figura desde 2005 Francisca Arancil, nacida en 1962, hay que ver su programa de Atresplayer Premium, «Paca te lleva al huerto», un espacio de disparatadas entrevistas con artistas en las que consigue que su invitado desnude el alma. La vimos también interpretándose a sí misma en «Veneno», la serie que a Iglesias, de lágrima incontenida, le hizo llorar «como una magdalena». Antes de que le pongamos en un aprieto, advierte: «No me llevaría al huerto a ningún político. No me gusta este panorama. Debería haber un único partido a la derecha y otro a la izquierda, cada uno remendando lo que el otro deja mal. Así es como ha funcionado bien España». Y dispara: «Por alusiones, os digo que los del Congreso me tocan el higo».
En cuanto a esa mili tan nombrada, Paca tiene gratos recuerdos: «Fue un despertar a la vida. Pasé mi infancia en un internado de monjas y, después, fui una persona muy casera y madrera. Me tocó en la marina y pasé por Rota, El Ferrol y Cartagena. Todo aquello era fascinante. Es verdad que entré con mucho miedo. Yo era diferente y pensaba que me pegarían o violarían. Nada de eso ocurrió. Como tenía una cara muy bonita, los soldados me tiraban los tejos. Pasé la primera noche en una silla porque no supe cómo subir a la litera». Enseguida se adaptó. Fue el número 10 en la promoción y ascendió a cabo timonel señalero. «Aprendí el código Morse de puntos y rayas para enviar las señales desde el barco. Era fantástico viajar y dominar todo aquello. Me ayudó a ser responsable, constante, a luchar por lo que quiero y a tener objetivos».
El beso insulso a Coronado
Según avanza la conversación, Paca se va desabrigando y cambia la expresión soez por un tono mucho más afectuoso y nostálgico. Nos habla de su transición, de erotismo y placeres, de cómo esquivaba la droga en las noches lascivas como vedette, de su empeño por ahorrar y ganarse la estabilidad de la que hoy disfruta, del beso insulso con José Coronado y de su honestidad a la hora de amar. «Con los hombres he ido siempre con la verdad por delante. Tengo demasiado orgullo como para asimilar un rechazo o una humillación». Se casó con un camionero del que se separó en 2001. «Ahora ni tengo varón ni se le espera. Luego vienen las agujetas», bromea.
Así es Paca La Piraña. A ratos deslenguada, descarada e indómita. Siempre natural. Tiene más de 30 pelucas y otros tantos vestidos de vedette. Pasó el confinamiento «engordando como una vacaburra» y ahora se desquita cenando tortilla rellena de berenjena.
A pesar de su fama, no se cree poderosa ni con ganas de representar ninguna causa. «Menos que se me mencione en nombre de nada». Si alguien lo desea, pide que tomen nota de su biografía rota mil veces en añicos que ha ido juntando con pegamento y polvo de oro. «Aunque la vida te rompa, tira con fuerza». E insiste: «No invitaría a ningún diputado a regarme el jardín (el de Atresplayer)».
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