Siempre fue el hijo díscolo de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales. Su coqueteo con las drogas en su época de estudiante en Eton, su famosa portada disfrazado de nazi y sus polémicos noviazgos no fueron nunca una buena carta de presentación. Sin embargo, su boda con la ex actriz Meghan Markle parecía marcar un antes y un después en la vida del «nieto favorito» de la difunta reina Isabel II. El 19 de mayo de 2018, Meghan Markle y el príncipe Harry se daban el «Sí, quiero» en el castillo de Windsor. La duquesa de Sussex era recibida en la familia británica como un soplo de aire fresco y el pueblo veía en ella a una nueva «princesa Diana». Las similitudes eran evidentes: gran personalidad, belleza y comprometida por las causas sociales. Comenzaba la rivalidad con su hermano, el príncipe William, y su perfecta esposa, Kate Middleton.

Era la «crónica de una muerte anunciada». La pareja se convirtió en «incómoda» y eran objeto de crítica por todo. Poco antes de su primer aniversario de boda, el 6 de mayo de 2019, Meghan y Harry daban la bienvenida a su primogénito: Archie Harrison. Meghan estaba dispuesta a hacer las cosas a su manera aunque eso supusiera romper las tradiciones familiares. Se negó a presentar al pequeño a las pocas horas de nacer en la puerta del hospital, como hicieron Diana de Gales y Kate Middleton, y escogió un posado en el castillo de Windsor para que el mundo conociera a Archie.

Buscando una mayor privacidad abandonaron la casa en la que residían en una de las propiedades del Palacio de Kensington y se mudaron a Frogmore Cottage. La reforma de la casa costó 2,7 millones de euros. Las críticas por pagar la reforma con dinero público hicieron que en septiembre de 2020 la pareja lo devolviera al Fondo Soberano.

Puestos a criticarles, hasta sus vacaciones del verano de 2019, con Archie recién nacido, se convirtieron en un dolor de cabeza. Sus desplazamientos en jet privado fueron mal vistos no por el coste sino por las emisiones de dióxido de carbono que suponen estos viajes, ya que ambos han abanderado siempre el cuidado del planeta y la sostenibilidad.

Su viaje a Sudáfrica, en septiembre de 2019, lo cambió todo. Era el lugar donde comenzó su historia de amor y un continente que Diana de Gales amaba. Meghan se sintió exhausta y en un documental rodado por la televisión británica ITV, al borde de las lágrimas, afirmó que era difícil ser madre bajo el escrutinio de la prensa.

En noviembre de 2019, Meghan y Harry comunican que se toman unas largas vacaciones y no pasarían la Navidad en Sandringham con Isabel II, sino en California, junto a la madre de Meghan. En enero regresan a Londres (sin Archie) para retomar sus compromisos reales y comunican su decisión de dejar de ser miembros senior de la realeza, emancipándose económicamente de la Corona.

Una decisión que provocó la ruptura de las relaciones familiares que a día de hoy continúa. Un año después, Buckingham anunciaba en un comunicado que Meghan y Harry no volverían a ser miembros en activo de la familia real y se les retiraban los honores militares y patronazgos que ostentaban hasta la fecha.

Después, llegó su polémica entrevista a Oprah Winfrey en la que hablaron de racismo en el seno de la familia real, de la soledad y la falta de ayuda a Meghan cuando expresó sus problemas de salud mental por culpa del acoso de los medios, de sus problemas con Kate Middleton... y el príncipe Harry aseguró que tenía miedo de que su esposa terminara como Diana de Gales.

El 4 de junio de 2021 nació Lilibet Diana. Ni siquiera la feliz noticia servía para unir a la familia. Todo lo contrario, la posterior publicación de las memorias de Harry («Spare») dejaban aún peor parada a la familia real, lo que podría justificar que el duque de Sussex no haya desempeñado ningún papel relevante en la coronación de su padre. De hecho, su viaje será relámpago y abandonará Londres nada más terminar la ceremonia. Para el hay una celebración mayor: el cuarto cumpleaños de su hijo Archie.