
Historia
La tragedia que conmueve a Alemania: funeral real antes de que llegue el heredero
Una política, embarazada a los 51 años, y la muerte de su pareja, el príncipe Hohenzollern, escriben una historia de amor

En Leonberg, una apacible ciudad de calles empedradas a las afueras de Stuttgart, la política y la historia se cruzaron con el drama humano. Allí, en pleno corazón de Baden-Württemberg, la candidata a la alcaldía, Josefa von Hohenzollern, encarnaba hasta hace poco la imagen de una nueva forma de liderazgo. Técnica, cercana y con experiencia en migración y derechos civiles, acababa de anunciar su embarazo y su decisión de postularse al frente de su municipio. El relato que se abría con una promesa de vida se torció de forma abrupta: apenas unos días después del anuncio, su esposo, el príncipe Harald von Hohenzollern, murió repentinamente durante un viaje de trabajo en Namibia. La noticia dejó sin aliento no solo a su círculo más cercano, sino también a una comunidad que había empezado a proyectar en ella una visión renovada del poder local. Harald tenía 63 años y se encontraba en el país africano por motivos empresariales y como parte de sus negocios vinculados al comercio de diamantes. La muerte súbita truncó no solo una historia de amor tardía, sino también el esbozo de un nuevo capítulo para una de las familias aristocráticas más reconocidas de la historia alemana.
La relación entre ambos había comenzado en 2022 en una feria comercial de Stuttgart. Ella, entonces conocida como Josefa Schmid, destacaba por su perfil técnico, por su reputación como gestora pública y por participar de vez en cuando como cantante de recitales en los escenarios locales. Él, heredero de una estirpe cuyo abolengo aún resuena en Alemania, llevaba una vida discreta alejada del protocolo. La boda se celebró en septiembre de 2024 en el pueblo natal de Josefa, lejos de las cámaras, sin exhibiciones ni fastos. Una discreción que contrastaba con la carga simbólica del apellido Hohenzollern, que en Alemania sigue evocando el recuerdo de un imperio abolido hace más de un siglo. Pero la vida, que parecía alinearse con el calendario de la campaña, trastocó todos los planes. Josefa hizo pública la tragedia con un mensaje desgarrador: «Mi querido esposo, Harald von Hohenzollern, falleció de forma totalmente inesperada, esta pérdida me golpea muy hondo». Sus redes sociales, que antes mostraban fotos de campaña y actividades culturales, pasaron a reflejar un duelo íntimo y una decisión: suspender toda actividad política para proteger su embarazo y asumir la dimensión del duelo. «Necesito tiempo para llorar, decir adiós y estar ahí por nuestro hijo que aún está por nacer», agregó. Mientras, en la localidad de Leonberg nadie ignora el impacto de su figura. Algunos ciudadanos la recuerdan como «la alcaldesa que canta y no se esconde», una mezcla de rigor profesional y cercanía. Su afición por la música popular, lejos de restarle seriedad, consolidó una imagen reconocible y humana que, más allá de los mítines, se labró en el trato cotidiano con sus vecinos. Por eso, la noticia de su retirada temporal no pasó desapercibida. Tampoco el silencio que la sucedió. El embarazo sigue su curso y con él una infinidad de preguntas: ¿retomará la candidatura? ¿Quién decidirá si mantiene su proyecto político? Por ahora, no hay respuestas, solo la certeza de que la historia ha cambiado de rumbo.
La figura de Josefa von Hohenzollern combina una herencia nobiliaria con una vocación política moderna. El apellido le llegó por matrimonio, pero su capital simbólico lo construyó desde el terreno. Su trayectoria académica, sus cargos técnicos y su experiencia en migración la colocan en un lugar singular dentro de la política local. Su historia con Harald, ahora cruzada por la tragedia, no se limita a lo sentimental sino que expone la tensión entre un pasado que persiste en la memoria colectiva y un presente que exige otras legitimidades.
Pasado dinástico
La fecha prevista para el parto está cerca y con ella, el momento de decidir qué hacer con la candidatura, la campaña y su futuro. Mientras, la ciudad espera con respeto pero sin presión consciente de que lo personal ha irrumpido en lo político. Una dilación que comparte todo el país. De hecho, Alemania –pese a su carácter republicano–, no ha olvidado su pasado dinástico y los Hohenzollern siguen provocando titulares, aunque la democracia no se doblegue ante los títulos. El desenlace de esta historia permanece abierto. Josefa von Hohenzollern se encuentra ahora entre dos transiciones: la personal, marcada por la pérdida y la maternidad; y la política, condicionada por una campaña en pausa y una ciudadanía expectante. Lo que ocurra en los próximos meses definirá no solo su futuro individual, sino también el modo en que una comunidad responde cuando la vida pública y la privada se entrelazan de forma tan visible.
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