Serie
La familia Balenciaga hace caja
El próximo 14 de diciembre salen a subasta en una casa madrileña desde vestidos de la familia a los muebles de la casa del genial modista vasco
El próximo 19 de enero, Disney+ estrenará por fin la serie que lleva tejiendo desde hace tiempo sobre Cristóbal Balenciaga. Promete ser uno de los estrenos del año y, de hecho, supone todo un hito para la compañía del ratón más famoso del mundo, ya que es la primera producción con sello español. Alberto San Juan se pone en el papel del modista vasco, considerado como uno de los creadores más importantes de la alta costura del siglo XX (si no el más importante desde Charles Frederick Worth, el primer diseñador en firmar una pieza de indumentaria).
El genio de Getaria consiguió asombrar a la sociedad francesa de mediados del siglo XX tras haber conquistado en San Sebastián, Madrid y Barcelona a lo más granado de la nobleza y la alta burguesía española, con la Reina Victoria Eugenia entre sus clientas más conocidas. Pero fue en París donde se forjó la leyenda del hombre que revolucionó la silueta femenina eliminando la cintura y que, vivo todavía, era aclamado por Dior, Chanel o Givenchy.
Allí también se terminó, además, de forjar un gusto que venía ya formado en las tradiciones españolas. Como reconoce la investigadora Ana Balda en sus trabajos sobre Balenciaga, la estética del atelier de París tenía mucho que ver con la del de Barcelona, mientras que el piso de San Sebastián parece que influyó en los salones madrileños. Ahí observamos dos claras tendencias del maestro: por una parte, los primeras resultan más femeninos y recargados, mientras que en los otros se aprecia un aire más español. Todos ellos, eso sí, siguiendo una máxima de la casa que Balenciaga había aprendido seguramente durante sus años de juventud, cuando se formó con Jacques Doucet en París: los ateliers debían hacer sentir a las clientas como en casa, es decir, debían respirar el mismo aire de lujo y confort como el que ellas desplegaban en sus mansiones y palacios.
Antes de que se estrene la serie de Disney, Balenciaga volverá a estar de actualidad. Además de por las novedades bibliográficas que se han presentado, como son «El enigma Balenciaga» y «Aquel verano en París» (un libro que narra a modo de novela los entresijos de la firma española en sus sedes de Madrid, San Sebastián y París y del que puedo presumir de ser autor), en los próximos días va a salir a subasta una serie destacada de «looks» del diseñador. En Londres, por ejemplo, la casa Kerry Taylor sacará a subasta una serie de creaciones entre las que destacan una torera de 1947 que se verá las caras con un corsé metálico del siglo XVII, un diseño de Rabanne en placas de metal o el vestido que Elizabeht Taylor lució en 1961 para recoger su Oscar.
En Madrid será la casa Greco la que ponga a la venta el próximo 14 de diciembre un variado conjunto de lotes con piezas vinculadas de una u otra manera con Cristóbal Balenciaga, y es que no solo se limitarán a vender diseños suyos, también incluirá mobiliario que perteneció al propio creador.
Es sabido que el modista vasco no llegó a ver cumplido su deseo de que nadie diseñara con su nombre tras su muerte. En una decisión que traumatizó al mundo de la moda, motu proprio cerró su casa de alta costura en 1968 con la intención de poner punto final a su leyenda, pero a su muerte, en 1972, sus herederos no cumplieron este deseo, al no existir prueba testamental de esto y el apellido Balenciaga se volvió a explotar comercialmente con mejor o peor fortuna. La casa, de hecho, no volvió a gozar de reconocimiento en el mundo de la moda hasta casi treinta años después de la muerte del fundador, ya incorporada la maison al multimillonariao grupo PPR (actualmente llamado Kering) que encomendó a Nicolas Ghesquière darle un nuevo rumbo a la firma.
Sus sobrinas, herederas
El de Getaria, de hecho, murió sin haber rubricado su último testamento. Fueron por tanto sus sobrinas las que se convirtieron en herederas universales de la fortuna que dejó y que incluían varias casas, como la de Jávea en la que falleció o su piso madrileño. Su pareja durante casi 25 años, Ramón Esparza, se tuvo que conformar con algunas piezas que había recibido y que conservaba en su casa de la localidad navarra de Lesaka y de las que poco a poco se fue desprendiendo para solventar sus problemas económicos.
Ahora parece que les toca el turno a la familia que, quién sabe si aprovechando el ruido que se está formando en los últimos meses por el lanzamiento de la serie y la aparición de los libros sobre el modista ya mencionados, ha decidido sacar a subasta algunas piezas que pertenecieron al propio modista.
La ya comentada casa Greco ha sido la elegida para poner a la venta un variado conjunto de mobiliario y decoración que formaban parte de la colección que fue creando a lo largo de su vida el vasco y que incluían, además, una serie de vestidos históricos que se vieron en 2012 en la exposición que hizo el museo parisino Palais Galliera, cuando se analizó su figura como coleccionista.
Además de varios vestidos, accesorios y piezas sueltas que han estado en posesión de la familia Balenciga hasta estos días, quien se anime a pujar podrá hacerse con, por ejemplo, un espejo francés de estilo Luis XV del siglo XVIII que recuerda a los que se pueden adivinar en las pocas fotografías que se conservan del taller del modista en San Sebastián. Y no solo eso. Salen también a la venta un plato francés en estaño o una mesa de caoba, ambos del siglo XIX, e, incluso, una pieza más excepcional: un sillón frailero de nogal del siglo XVIII que coincide en estilo con la decoración de la que disfrutaba don Cristóbal en su casa donostiarra, el caserío de Gurutzealdea, en Igueldo.
En las fotografías que se conservan de esta casa que encargó reformar al prestigioso arquitecto Pedro Muguruza, autor del Valle de los Caídos, el Palacio de la Prensa de Madrid o la remodelación del Museo del Prado, podemos observar cómo en el gusto de Balenciaga destacaba el clasicismo español, con suelos de barro, muebles castellanos y piezas de cerámica e hierro forjado, que se corresponden en estilo con algunas de las piezas que salen en Greco. Su residencia donostiarra, eso sí, tuvo muy mala fortuna, ya que fue presa de las llamas en 1973, quedando arruinada. Poco o nada se pudo hacer por volver a intentar insuflarle algo de vida y al tiempo fue sutituida por una casa de estilo similar que, en cambio, no consiguió mantener la magia a la que Balenciaga y Muguruza dotaron. Ese cruel destino, en cambio, no será el que tengan los lotes que la semana que viene se pondrán a la venta, ya que, sin lugar a dudas, aquellos que se hagan con estas piezas tan vinculadas al espacio más íntimo del creador las pondrán a buen recaudo, sobre todo a sabiendas de que el nombre del genio vasco estará en boca de todo el planeta a partir de enero. Ni Balenciaga se puede resistir al poder de las plataformas televisivas ni al del dinero de una subasta.
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