Casa Real

Entrevista

La ruina de Payasito, el amigo de Ángel Cristo que actuaba en Zarzuela: “Felipe VI de niño era tan trasto como Froilán”

Fue amigo del fallecido Ángel Cristo, de Bigote Arrocet, entretuvo a los hijos de la alta sociedad, al Rey de España y a niños anónimos. Rescatamos su figura

04/03/20. Madrid. Villaverde.Javier "Payasito". Trabajo estrechamente con Barbara rey y Angel Cristo en sus Circos.@ Cipriano Pastrano
04/03/20. Madrid. Villaverde.Javier "Payasito". Trabajo estrechamente con Barbara rey y Angel Cristo en sus Circos.@ Cipriano PastranoCipriano Pastrano DelgadoLa Razón

Su vida está llena de altibajos, de alegrías y tristezas, de la carpa del circo a los salones del palacio de la Zarzuela, conoce lo que es pasar hambre, dormir al raso, y el amor le fue esquivo. Francisco Javier, Payasito, viene de familia ilustre, los García-Ontiveros, políticos de renombre, pero él eligió un mundo marcado por las bambalinas, los leones y los disfraces. Su labor era hacer reír aunque solamente tuviera ganas de llorar. A sus sesenta y ocho años, ya jubilado, no se resigna a desaparecer de un universo del que conoce todos los secretos. Quien fue mano derecha del malogrado Ángel Cristo, compañero de fatigas de Bigote Arrocet o Manolo de Vega y animó las fiestas de los VIPs e incluso a un entonces príncipe Felipe en Zarzuela. «Era un niño y ya sabía que mi futuro estaba en el circo, montaba funciones en casa, y también en mi barrio, y cobraba dos reales a los vecinos», espeta desde su casa de Madrid a LA RAZÓN. Payasito recuerda que «a veces me llamaban de la Casa Real para que actuara en espectáculos privados en los cumpleaños del Rey Felipe y sus hermanas. El entonces príncipe era muy parecido a su sobrino Froilán, un trasto. Nos volvía locos… También trabajé para Pepe Barroso y sus hijos, y para otra gente importante. Don Felipe no se acordará de mí, pero su padre, el Rey Emérito, sí que me ha saludado cuando hemos coincidido en algún sitio. Es un hombre muy afable y simpático. Me cae muy bien», relata y matiza que no hace distinciones en su trabajo: «Me comporto igual con los pobres y los ricos. El payaso se debe a su público».

– ¿Diría que ha sido una vida dura?

– No fue un camino de rosas. En mi familia no había antecedentes circenses. Hubo un ministro, políticos, un responsable de instituciones penitenciarias... Hubo una bailarina.

– ¿Es duro hacer reír cuando uno tiene ganas de llorar?

– Nadie concibe un payaso con lágrimas. Yo tuve que actuar el día que murió mi madre. Me costó mucho divertir al público. He llorado mucho en los camerinos.

– ¿Ha pasado hambre?

– Mucha. Dormía en el camerino, en la calle o en la cabina de un camión...

– ¿Cómo recuerda a Bigote Arrocet?

– Era un compañero de bolos, un conquistador nato. Es una buena persona, íbamos actuando con Manolo de Vega por teatros portátiles en las ferias. Una época entrañable.

– Ángel Cristo fue un hermano para usted...

Y tanto. Era más que un jefe. Le conocí en el circo de su padre, en Berlín. ¿Sabe que ellos empezaron en la calle con el número de subir con música una cabra a la escalera?

– La vida de Ángel Cristo está marcada por su adicción a las drogas...

– Desgraciadamente. Un día me mandó ir a recoger un paquete y lo abrió delante de mí. Era polvo blanco, cocaína. Ese día discutimos y le dije que nunca más me mandara a por un encargo así.

– ¿Qué recuerdos tiene de Bárbara Rey?

– Se conocieron cuando ella fue al circo a participar en una función benéfica. Ángel sintió un flechazo y le faltó el tiempo para pedirle el teléfono.

– ¿Bárbara se casó enamorada de Ángel?

– El amor vino después. Me imagino que al principio se unió con Ángel atraída por el dinero, por una situación muy acomodada.

– Ángel consiguió formar una familia, ¿usted no quiso?

– No he querido ser ni padre ni marido. Vivo con dos hermanos. Nunca he tenido nada serio, porque me gustaban demasiado las juergas nocturnas.

– Se jubiló sin ahorros y con una pequeña paga...

– No me quedaron ahorros para vivir dignamente. Mi pensión no llega a 900 euros. He tenido etapas que he dilapidado el dinero. Pero ya nada tiene remedio. Sigo vistiéndome de payaso, pero esos tiempos no volverán.