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Luis Ortiz: “Salgo para que la gente me vea y no piensen que he muerto”
El marido de Gunilla, emblema de la época dorada de la jet-set marbellí, sigue dispuesto a disfrutar al máximo
Luis Ortiz está hecho un roble. Cuando todo el mundo especulaba sobre su precaria salud, la pareja de Gunilla von Bismarck ha aparecido públicamente, con un aspecto inmejorable. El ex Chory habla para LA RAZÓN sin perder ese sentido del humor, que siempre le ha caracterizado. Desde que le diagnosticaron el cáncer de próstata, el marbellí está siendo sometido a una medicación exhaustiva con la que hasta ahora se consiguen los mejores resultados. En nuestro encuentro con él, vemos a Luis muy divertido y con unas ganas tremendas de vivir: «Como podéis ver, yo estoy mejor que nunca. Hasta me estáis viendo bailar, como en los viejos tiempos. Es que vamos… yo estoy tan bien, que mejor imposible. Por eso salgo para que la gente me vea y no piensen que estoy muerto como muchos han creído». El «rey de los Chorys», sufre desde hace unos años una dolencia, que tiene que ser tratada semanalmente y los resultados son estupendos: «Hasta ahora vamos venciendo la batalla. Simplemente es adaptarte a lo que tienes y seguir el tratamiento. Voy todos los martes y los sábados al hospital para que me hagan mi diálisis. Me limpian por dentro y salgo como nuevo. Eso me da un chute de energía y hace que disfrute todo los que puedo la vida».
Y así está siendo. Este verano, hemos visto a este representante de la época dorada de Marbella en numerosos saraos: desde la Gala Solidaria de Starlite donde se produjo «el desencuentro» entre Gunilla y Victoria Federica, luciendo las dos el mismo vestido, hasta el concierto de Luis Fonsi. Respecto al controvertido tema del traje «de lentejuelas», Ortiz bromea y destaca: «Vamos que a Gunilla le quedaba el trajecito como un guante. Está esplendida siempre se ponga lo que se ponga, y yo tan orgulloso de aparecer posando a su lado».
Su hijo Fran y sus nietos
El «bon vivant» de Luis y su familia ha sido el emblema de la filosofía de esta estirpe que ha heredado el legado de la Marbella dorada. El hijo de Luis, Francisco Ortiz von Bismarck, ha sido uno de los puntos de apoyos más importante para la superación de su enfermedad. Él y su esposa, Elisabet Dutú, junto a sus nietos Luisito y Fran, le dan la vida. Los pequeños marbellíes juegan mucho con su abuelo. Tienen mezcla de sangre alemana y aragonesa: «Y menudo carácter tienen. Cualquiera les lleva la contraria. Además no pueden llamar abuela a Gunilla no lo permite. La llaman mamá», cuenta.
Fran y Lis forman una bonita pareja que se han volcado con Luis en su enfermedad. El hijo de Gunilla y Luis ven con otra óptica la vida. «Estamos muy felices de ver a mi padre tan bien y, sobre todo, de poder disfrutar juntos de estos buenos momentos», asegura. Una de las aficiones que comparten padre e hijo es el golf «y siempre que puedo vamos a dar unas bolas juntos», señala.
Luis recuerda sin nostalgia la época de los mosqueteros de los Chorys. Y dice sin nostalgia, porqué los Chorys siguen estando presentes siempre: Yeyo Yagostera y él sostienen todavía el bastión del legado. Luis Ortiz recuerda cómo en 1972, cuando volvieron de Gstaad, construyeron la marca de los Chorys. Ficharon a Jorge Morán y a Antonio Arribas. Así era como se llamaban a sí mismos, estos cuatros amigos dedicados a exprimir la vida lo máximo posible.
Jorge era hijo del actor Manolo Morán y Antonio Arribas era especialista de cine, y vivían como ricos su existencia. El que manejaba cantidades millonarias por aquel entonces era Yeyo, y Luis recuerda que su colega era tan generoso, que estaba dispuesto a compartirlo todo con sus amigos en viajes y dieron hasta catorce veces la vuelta al mundo.
Vuelta al mundo
Los dos Chorys siguen viéndose muy a menudo en Marbella. Muchas veces en el emblemático «Trocadero Playa», donde Yeyo es el director de uno de este santuarios gastronómico, uno de los más codiciados de la localidad. «Los amigos tenemos que cuidarnos los unos a los otros y Yeyo es el mejor», apostilla Luis sin dudarlo.
Este verano, Luis y su inseparable Gunilla han acudido en diferentes ocasiones a cenar al Patio de Marbella Club, el reducto de la aristocracia, que tan buenos recuerdos trae al rey de los Chorys. Fue precisamente ahí, donde vio por primera vez en el hotel creado por Alfonso de Hohenlohe, a su valquiria de oro. Luis lo define como un flechazo en toda regla «y lo mejor de todo es que en ese tiempo Gunilla era impresionantemente guapa, y todos los que la rondaban querían pedirle matrimonio, pero se fijó en mí y por eso el Marbella Club, siempre será el sitio donde nuestros corazones se encontraron». Y es que, en esos amores de ida y vuelta de la pareja, Gunilla siempre se ha reafirmado en la misma teoría: «Luís me gustó desde que lo vi. Era su manera de andar, de moverse... Me deslumbró su naturalidad. Fue, es y será el gran amor de mi vida. Estaba lleno de energía y eso fue lo que me enamoró». Y así siguen los dos, uno al lado del otro, en ese camino paralelo que traza la senda de la vida.
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