Polémica
El quinqui contra el pijo (Pedro Sánchez)
El rapero carga contra la Ley Trans.
El Jincho, quinqui y expresidiario, rapero y de Orcasitas, es facha. Facha y, a la que te descuides, cayetano. Porque ahora, que todo lo que levemente incomode a una neoizquierda adanista, afectada y relamida, es ultraderecha, no ha tenido mejor idea que cantarle al Ministerio de Igualdad y a la ley trans. Y no precisamente para aplaudirle las gracias. Tampoco se libran en su canción ni el negro de Vox, ni Abascal. Pero eso, sin embargo, no le convierte en comunista ni en rojo radical. La indignación general en redes, que es donde uno debe indignarse fuertecito si quiere ser alguien en esto de la militancia constante en el buenísimo, es porque le ha cantado (mal) a la izquierda: la canción protesta no admite disidencia. Da igual que hayas tenido que currar desde tu infancia para poder comer mientras sobrevivías en un barrio marginal: una influencer con ático en Malasaña a cuenta de sus padres te va a decir que eres facha y que ni siquiera cantas bien. Desde Galapagar y con escoltas te van a explicar a ti, chaval, que no tienes ni idea de lo que necesita la clase obrera. Que no molestes con tus rimas al pueblo. ¿Acaso se han leído ellos El Capital en el sofá de un chalet con vistas para que vengas tú ahora a decirles lo que importa a los tipos como tú? Qué atrevimiento.
«Voto en blanco» se llama el tema que le ha valido ser expatriado de los bajos fondos a la alta traición. Ojalá un ascensor social con la misma potencia y el mismo flow. De nada le sirve el «no quiero que nadie se lo coja personal»del inicio. A lo mejor tendría que haber cantado contra la Guardia Civil o contra la corona, o loado a ETA con rima consonante, que cotiza al alza. Así, en lugar de «machista» gritarían «censura», y el artisterío bien, el correcto, firmaría manifiestos y grabaría vídeos con gesto compungido y recogería premios con el brazo en alto gritando «libertad». Todos serían El Jincho y El Jincho estaría en todas sus casas. Pero qué va. Le ha dado por cantar: «No sé qué ha pasado, que estamos adoctrinados, con las leyes nuevas que se han inventado del patriarcado. Yo también nací en un cuerpo equivocado. Me siento como Vegeta y Kakaroto fusionados. Soy Cristo reencarnado. José, eso no es verdad. Pues no dice lo mismo la ministra de igualdad». Así que ya han salido los de siempre a decir que es racista, homófobo, machista y, denles unos minutos, ecoterrorista y negacionista de a saber qué causa justa. Porque va en el pack. Y, por supuesto, también ha salido algún artículo en la que se defiende la libertad de expresión con adversativas y vayapordelantismos: ese clásico de la profesionalización del buenísimo (cuánto daño nos ha hecho Kapuscinski) en el que el columnista de marras deja claro que en absoluto está él de acuerdo con la aberración que canta aquel del que habla. No vaya a pensar alguien que defiende la libertad de expresión y de creación para todos y no solo para los que se debe. No vaya a parecer que también es uno de esos que no distingue entre un rapero comprometido y un rapero facha, que no es lo mismo (apuntaré, como nota al margen, que la diferencia está en la hiperventilación y los contenedores ardiendo en Barcelona, por si se lían).
Canta el de Orcasitas que, él, ni de izquierdas ni de derechas. «Soy de abajo y voy p’arriba». P’arriba y pa la derecha vas, primo, que lo han dicho los de la superioridad moral,. Y esos están a tope con la autodeterminación de género, pero no tanto con la ideológica. En ese caso, da igual cómo te sientas: serás lo que ellos decidan.
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