Irlanda del Norte
Isabel II no se baja de sus zapatos
Tiene una asistente personal con su mismo pie que se los prueba antes de ponérselos
Fiel al Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, fiel a la Corona que representa, fiel a su esposo... y también a sus zapatos. Desde hace casi 50 años, en sus actos oficiales Isabel II lleva el mismo modelo de calzado: unos zapatos de charol negro con hebilla. Se sabía que los mejores adjetivos para definir el estilismo de la Reina eran austera y discreta –sólo se permite un alarde de coquetería: cambiar de sombreros y de tocados–, pero hasta ahora se ignoraba, cuestión de no haber tenido agudeza visual, que era tan persistente en este elemento de su atuendo. Desde hace cinco décadas se los encarga a medidda a Anello & Davide, especialistas en calzado artesanal, a lo que sólo les pidió tres requisitos: que fuesen cómodos, resistentes y con un diseño sencillo. Por un precio de aproximadamente 1.100 euros el par un equipo de cuatro personas se dedican a su fabricación. Hechos a mano, el primer requisito ya forma parte del inmobiliario de la selecta tienda. No es otro que la horma de su pie, que ha sufrido ligeras variaciones cuando ha tenido algún problema en los pies, algo que en todo caso es «materia reservada». A partir de ahí entran en escena el cortador de patrones, el encargado de seleccionar el cuero, que tiene que revisar que éste no tenga imperfecciones, el que cose la parte superior y añade refuerzos y un tercero que añade la suela y el tacón. A este grupo hay que añadir una de las figuras más singulares de Buckingham Palace, su asistente Angela Kelly, que tiene la misión nada baladí de probárselos en lo que se convierte en un ceremonial digno de ser grabado: se pone el mismo tipo de medias que usa la soberana y los pone a prueba caminando sobre alfombra. Después tiene que psar otro requisito imprescindible: andar sobre el pavimento y el jardin para comprobar que son inmunes a los deslizamientos. El fin último es evitar alguna caida impertinente y otros accidentes menores como unas inoportunas rozaduras.
Cientos de pares
Así son los cientos de pares que se alojan en sus vestidores y que sólo tienen ligerísimas variaciones que pasan por el color y la altura y el grosor del tacón. Cuando era joven, Isabel II, aunque tampoco se permitía demasiadas alegrías, se subía a tacones que superaban los diez centímetros, pero por razones de edad ha ido disminuyendo la altura. También está la variable de la superficie que vaya a pisar, cuando más irregular sea más pequeño será el tacón. Tanto en Anello & Davide como en Buckingham hay una ley no escrita: no se podrá escuchar a la Reina decir: «Me siento incómoda, no puedo caminar más». Tras superar el acto oficial de turno –tiene unos diez pares para tal fin que se denominan «zapatos de trabajo»– los empleados leales los meten en una hormas y se almacenan individualmente en bolsas de seda o de algodón. hay dos personas que se dedican exclusivamente a ocuparse de su limpieza.
Antes de acudir a Anello & Davide, la familia real británica hacía sus pedidos a Rayne Shoes, una empresa que se fundó en 1885. Hasta allí llegó Isabel II en la década de los sesenta por consejo de la Reina Madre. Por aquel entonces Rayne se ocupaba del calzado de Elizabeth Taylor. Fue a mediados de esta década cuando la monarca decidió cambiar de zapatería a causa de una indiscreción de Rayne, que reveló el número de la soberana.
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