Mónaco
Alessandro Lecquio finiquita su propio «Kramer contra Kramer»
El Conde Lecquio nos ha enseñado esta semana cómo lo que mal empieza puede, de vez en cuando, acabar bien.
A golpe de exclusiva –no lo critico–, el Conde Lecquio nos ha enseñado esta semana cómo lo que mal empieza puede, de vez en cuando, acabar bien. En el caso de «Caro Dado» y el joven Clemente (en la imagen) se ha cumplido un sueño frustrado por Antonia Dell'Atte. Hubo tanto dolor con la separación y el engaño que la modelo de Armani pareció rayar la obsesión por combatir a Alessandro. Ana Obregón fue la «bandolera» que asaltó el camino del matrimonio italiano que invitaba a pasta con tomate en casa al mismísimo Rey . Hay que recordar que su madre, Sandra Torlonia, era hija de la Infanta Beatriz, hermana de Don Juan de Borbón. En su casa del Palacio de Torlonia he visto el álbum familiar y cómo nuestro Rey y sus hermanos correteaban por las galerías del caserón, sito en Via Bocca di Leone, frente al Albergo de Inglaterra donde Mar Flores y Alesandro posaban con la revista «Blanco y Negro» tras degustar una suculenta cena acompañada de buenos «caldos italianos»... Todavía conservo la factura de esa «gran buffe» en la que a Fernández Tapias le pitaban los oídos. Tengo que medirme porque naufrago y derivo en los recuerdos (¡qué tiempos!). La primera vez que me di cuenta de que esto iba para largo fue tras «La máquina de la verdad» que presentaba mi amigo Julián Lago. Antonia demostró ser muy de Brindissi, es decir, del sur de Italia. La vendetta pasó a formar parte de su dieta esencial. Al no poder acceder al corazón del aprendiz de Casanova, decidió dar le donde más le podía doler: Ana Obregón. A la bióloga le resbalaban las críticas de Antonia y presumía de haber emparentado con la mismísima Casa Real española. Para ella su relación con Lecquio suponía un ascenso en el escalafón. Pasó de ser la «amiga especial» de Alberto de Mónaco, un príncipe de «opereta», a ser la sobrina segunda del Rey. Así lo recordamos todos los que nadábamos en la prensa rosa hace dos décadas. Hasta aquí todo bien, pero a partir del embarazo de «Anita Dinamita» todo se complica y la guerra se disputa entre dos lobas heridas: la italiana desgarrada por la traición y el abandono, y Ana por una conversación que Antonia Dell'Atte grabó y todos escuchamos en televisión. Dado renegaba del embarazo y su nueva vida. Obregón se sintió incómoda con la presencia de Clemente Lecquio Dell'Atte en casa. No se fiaba. Su hombre había dejado de trabajar para la Fiat y pasaba más horas dándole al golf que atendiéndola. Una tarde una gota colmó el vaso y Alessandro, pese a que no quiera recordarlo, encontró a su hijo tiritando de frío agarrando entre sollozos su maleta con la ropa para el fin de semana y sentado en el felpudo de la casa de Levitt Park-II, donde cada hijo de Antonio Obregón disfrutaba de un magnífico chalet independiente. A partir de ese día se desataron los infiernos. Han pasado 20 años y parece que las aguas han vuelto a su cauce, pero ¿realmente se han perdonado las partes?
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