La Haya

La jubilación dorada de la reina Beatriz

La monarca holandesa cobrará 466.000 euros anuales y vivirá en el Castillo de Drakenstein, donde pasó su infancia

El príncipe Guillermo y la reina Beatriz saludan desde el balcón del Palacio Real, en La Haya
El príncipe Guillermo y la reina Beatriz saludan desde el balcón del Palacio Real, en La Hayalarazon

«No me despido de ustedes». El pasado enero, Beatriz Guillermina Armgard de Orange-Nassau se dirigía a la nación holandesa para comunicar su abdicación en favor de su hijo, el príncipe Guillermo, el próximo 30 de abril. Pero «la reina de la sonrisa», como se la conoce por su amabilidad y cercanía, no quería decir adiós a sus ciudadanos, y se mostraba con gesto apesadumbrado, aunque con total serenidad: «He considerado siempre un privilegio haber estado al servicio de nuestra nación y haberlo hecho de acuerdo a las obligaciones del Reino». Dio las gracias a su difunto marido, el príncipe Claus, y afirmó haber «disfrutado totalmente de esta preciosa tarea» durante tantos años: «Es inspirador sentirse cerca de los holandeses, compartir con ellos la tristeza y celebrar, también con ellos, la alegría y el orgullo nacional».

Merecido descanso

Pero ahora comienza una nueva etapa en la vida de la reina Beatriz. Después de más de 33 años al frente de la monarquía holandesa, se quita la corona y comienza una vida reposada, solitaria y apartada de los asuntos reales. A partir del 1 de mayo, la reina ostentará sólo los títulos que recibió al nacer: princesa de los Países Bajos, princesa de Orange Nassau y princesa de Lippe-Biesterfeld. Con todo y con eso, Beatriz de Holanda vivirá apartada, pero no carecerá de lujos. Como confirma Sanne van Houren, de comunicación de la Casa Real holandesa, su «pensión» consistirá en 466.000 euros anuales (unos 39.000 mensuales), que se complementarán con 947.000 euros al año para gastos de «personal y material». En total, cuando Beatriz recupere su rango de princesa contará con un millón y medio de euros anuales para subsistir, mientras que, como reina, su asignación total se eleva a más de cinco.

En Holanda, la Familia Real presenta todos los años ante el Parlamento una lista detallada de sus gastos, que representan en torno al 0,04 por ciento de los Presupuestos Generales del Estado. Por la ley de 22 de noviembre de 1972, que regula la situación financiera de la Casa Real, se establecen los importes que recibe cada uno de los miembros de la familia y aquellos dedicados a sufragar sus gastos. Entre ellos, se encuentran los cerca de 84.000 euros que se destinan al mantenimiento del yate de la reina y que se mantendrán tras su retiro, pues Beatriz es una enamorada del mar y ha expresado su deseo de seguir usándolo. Sobre todo, los Orange visitan los territorios holandeses en el Caribe: las Antillas menores.

Y es que Beatriz tiene diversas aficiones, entre las que se encuentran la vela –que practica en su barco «De Groene Draeck», un regalo del pueblo holandés en su dieciocho cumpleaños–, la hípica, el tenis o el esquí, algo que tiene más abandonado desde que su hijo Friso quedara en coma tras quedar sepultado bajo la nieve en un alud en 2012.

La jubilación dorada de la reina lo será también por estar rodeada de una gran familia (tiene ocho nietos que la adoran) y por llevarse con ella el cariño del pueblo, que tras el anuncio de su abdicación, la homenajeaba con titulares y pancartas de «Gracias, Majestad» y «La reina perfecta». Algo que seguro se repetirá el próximo 30 de abril.

DRAKENSTEIN: EL LUGAR QUE LA VIO CRECER

El 1 de mayo, la monarca se retirará al Castillo de Drakenstein, en Lage Vuursche, donde disfrutará de los campos donde creció. Cuando Alemania invadió los Países Bajos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la familia real holandesa se vio obligada a huir a Canadá. A su vuelta del exilio se instalaron en este apacible emplazamiento donde Beatriz pudo disfrutar de una infancia tranquila y dedicada al estudio junto a sus padres, la reina Juliana y el príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, y sus hermanas, Irene, Maragarita y Cristina. Después llegaron los años de formación universitaria, pero tras su boda con Nicolás de Amsberg, volvieron al preciado castillo. Una vez más tuvo que abandonarlo al trasladarse al palacio Huis Ten Bosch para comenzar su reinado, en 1980. Y ahora, pasará allí sus últimos años.