Opinión
La crónica de Amilibia: Vivimos la gran ola del nuevo destape
Los lemas políticos van por temporadas, como la publicidad de El Corte Inglés. Cada vez que escucho a la portavoz y ministra Isabel Rodríguez decir que «este Gobierno no tiene nada que ocultar», o sea, que Sánchez es el apóstol de la transparencia, me imagino al amado líder socialista en plena danza bíblica de los siete velos. Rebobino: ahora hay que imaginarse más propiamente a Ione Belarra en plan Salomé, danzando ante Él lascivamente para pedir, junto al coro de las alegres chicas de Colsada de ERC, Bildu y CUP, la cabeza de Margarita Robles. En esta gran ola de transparencia y nula ocultación, no se conforma el rojerío con deshojar la margarita pétalo a pétalo, sino que quieren su cabeza en bandeja de plata de ley. Y la de Paz Esteban, directora del CNI, tan rica en redes neuronales interconectadas.
Al público de la pista central del circo le divierte este número espectacular: hemos pasado sin apenas transición de la tradicional puñalada trapera a la jacobina guillotina. De la puñalada de pícaro al Echenique-Robespierre, le grito al televisor. Así que gracias a Pegasus estamos viviendo, ya digo, la gran nueva ola del destape. Me dijo una vez Fernando Esteso, cuyo éxito radicaba, según él, en no hacerse nunca el gracioso, que el famoso destape de los 70 y 80 fue más bien feminista porque se burlaba del hombre, siempre perdedor y ridiculizado en aquellas películas. Éramos landas y ozores corriendo en gayumbos detrás de las vinkingas, y ahora son los vikingos quienes, en justa venganza, persiguen al facherío espía, hacha en mano, para así alcanzar la gloria del Valhalla, donde les espera la valquiria Yolanda Díaz despojándose de todos sus velos de Armani.
Y la OTAN alucinando.
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