Opinión
La crónica de Amilibia: Martínez-Almeida o la barba que no pudo ser
Falete ha perdido 30 kilos. ¿Quién se los encontrará? El caso es que el popular artista renuncia a las grasas como el alcalde Martínez- Almeida a la barba. El alcalde tenía un proyecto de barba, bah, cuatro pelillos, y en un alarde democrático sin parangón consultó sobre su aspecto al equipo de concejalas y no le gustó ni a una sola, cuentan. Y se rasuró. Lo extraño es que ni Rita Maestre ni Mar Espinar, sus más firmes y afiladas opositoras, le hayan recriminado aún el gesto: señor alcalde, ¿por qué no consultó también con los concejales? Estamos ante un grave caso de discriminación sexual, le podrían acusar. ¿Acaso ellos, todos los concejales, no tienen derecho a opinar sobre su proyecto facial y capilar? ¿Interpreta quizá que opinar sobre su barba es cosa exclusivamente femenina? ¿El hecho de que quisiera ser un alcalde con toda la barba delata el inconsciente deseo de abandonar su imagen de barbilindo para ganar autoridad y prestancia heteropatriarcal? ¿Pretendía convertirse en Barba Azul? ¿Era el inicio de una «operación trans»?
Y así hasta el infinito y más allá, acusándolo de barbián y barbado machista. No ha sucedido, ya digo. La oposición no ha estado al loro esta vez. De cualquier forma, el alcalde tendría que sopesar sus cambios de imagen, o sea, que si le apetece teñirse el cabello de color castaño caramelo, que se lleva mucho esta temporada, quizá debería pensar en organizar un referéndum en el Ayuntamiento, digo yo. Aunque eso tiene sus riesgos. Martínez-Almeida aún puede con un rubio oxigenado, un azul cenizo o un rosado neón, pero ¿y si la oposición gana y le obliga a llevar extensiones arco iris?
Solo pensarlo, los pelos de punta.
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