Opinión
La crónica de Amilibia: Qué haría Amestoy en la tele de hoy
Fue a principios de los 70 cuando Alfredo Amestoy me llamó a colaborar en el programa «Sobre la marcha» que él capitaneaba. Le llamábamos El Tarteras, porque su cabeza bullía de deas novedosas. «Hay que vestir la noticia», me decía. Y si iba a entrevistar a Iríbar, por ejemplo, me daba una cinta métrica para que empezara midiéndole. Alfredo había viajado a Nueva York para aprender el sentido del show del periodismo americano. Su «Vivir para ver» paralizaba España y cuando un ministro de la Gobernación (¿Camilo Alonso Vega?) quiso cargárselo, Franco ordenó algo así como que no le tocaran ni el flequillo. Le hacía gracia su desparpajo y sabía que no era precisamente comunista.
Alfredo ha titulado su autobiografía «Mis siete vidas» (Alhulia). Le ha madrugado a Sánchez el título de la segunda parte del «Manual de resistencia». ¿Qué haría Amestoy en la tele de hoy? Me imagino que quien quiso juntar a la Pasionaria con Celia Gámez entonando el «No pasarán» (no le dejaron), hoy trataría de enfrentar a Pedro Sánchez con la Máquina de la Verdad, y juntaría a Irene Montero con un agresor sexual recién liberado para que le explicase la cultura de la violación, a Marlaska con el recordman de los 400 metros vallas, a Núñez Feijóo con una meiga para que viera en las rayas de su mano derecha su futuro político, a González Pons con un exorcista para que hablara del trasfondo de su novela «El escaño de Satanás», y a Pablo Iglesias con una muñeca hinchable para que explicara cómo podría hacer de ella una lideresa política.
Hoy no sería posible, creo. El flequillo que no quiso cortarle Franco se lo cortarían las falanges puritanas de la Nueva Inquisición.
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