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Familias

Fronda, la historia que nació en un carro lleno de plantas y niños

Los herederos de esta saga jardinera, que factura 28 millones al año, reconstruyen su pasado

Entrevista con los propietarios de FRONDA, tienda de plantas, flores y decoración.© Alberto R. Roldán / Diari Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

Nadie disputaría a Consuelo Pérez Rivera (1928-2018) la creación del jardín del Edén, ese parque en el que los árboles y plantas de todas las especies embellecen el paisaje. Como si fuese la arcilla que, según el antiquísimo poema de Gilgamesh, dio forma al hombre, esta mujer emprendedora transformó una vieja carretilla que trajo de Toledo en su torneta de alfarero. Y no sería exagerado decir que dio con el árbol de la vida: un hermoso cedro que aún crece escorado en el jardín familiar.

Nos cuentan su fascinante historia cinco de sus nueve hijos, los mismos que llenaron esa carretilla de la que nació Fronda, hace ya 50 años: Camilo, el primogénito, Teresa, Elena, Silvia y Jacobo, el menor. Consuelo, que nació en el Palacio de Capitanía General de Cartagena, era nieta de José Rivera y Álvarez de Canero, almirante de la Armada y ministro de Marina con Alfonso XIII, a quien ayudó en su salida al exilio. «Siempre sintió que, por el privilegio de su nacimiento, debía hacer su particular aporte a la sociedad», explica Silvia, que ha tomado el testigo de la presidencia a su hermano Camilo, después de 28 años al frente.

Pasión por crear vida

Una vez en Madrid y casada con Camilo Pereira, Consuelo inició una intensa labor social, especialmente con las mujeres. «Uno de sus emprendimientos fue la guardería de la que nació el colegio Irlandesas de Carabanchel, aún en pie. La creó para que los hijos de las madres a las que daba trabajo estuviesen cuidados. Y se fue ampliando conforme crecían los niños», indica Elena. En su relato quedan descritos los pilares sobre los que levantó su gran empresa: conciencia social, sensibilidad, naturaleza y pasión por crear vida en sus diferentes formas.

Consuelo Pérez Rivera, fundadora de FrondaCedida

Los hermanos evocan momentos mágicos en su casa de verano, en un jardín inmenso que fue diseñando y dando forma con ayuda de un jardinero fiel que luego fue su primer socio. «Cultivaba semillas, a veces exóticas, y las plantas que nacían las colocaba en un carro de mulas. Nos subíamos a él en traje de baño y las vendíamos. Crecimos felices», señala Teresa.

Ese invernadero en el que todos repicaban fue el germen de esta empresa de jardinería que hoy sirve a políticos, artistas, deportistas, aristócratas y royals. La presentadora de televisión Laura Madrueño adornó con sus plantas su boda otoñal de estilo Balmoral.

Los hermanos reviven con especial alegría las tareas del repicado, que consistía en extraer las plantas del semillero para trasplantarlas a un tiesto. «Nos pagaba cuatro pesetas y se apuntaban todos nuestros amigos». Consuelo solía explicar que toda su obra era fruto del azar. Incluso, en broma, contaba que su marido cayó sobre su cabeza como la famosa manzana de Newton. ¡Bendito manzanazo! La actitud del padre fue crucial en un momento en el que la mujer no podía dar un paso sin el espaldarazo del marido. «Él la alentó, pero sin inmiscuirse jamás en sus proyectos y decisiones», advierten.

Carro fundacional de FrondaCedida

Del brote al estadillo de color

En cuanto a la suerte, bien saben que hay que tentarla como solo ella sabía. Con pasión, optimismo, esfuerzo y cuidado en el detalle. «Así nos lo inculcó desde muy pequeños, cuando nos contaba, una por una, el nombre de las plantas y sus curiosidades», recuerda Silvia. Jacobo, el benjamín, añade que cada una tenía su propio misterio, su particular exigencia. De ese mimo extrajeron un aprendizaje esencial: el encanto del estado embrionario, cuando la planta no es ni siquiera un bosquejo de lo que puede llegar a ser. Hasta entonces, la vida exige cortejarla, auscultar su corazón y aplicarle el tónico que reavive su belleza.

Con su marcada personalidad, Consuelo encontró en su prole su propio consejo de administración. «Compartía con nosotros las vivencias en el trabajo, anécdotas o sinsabores. Todos aportábamos, aunque ella decidía». Así sucedió cuando convocó un concurso entre los hijos para dar nombre a la empresa. Cada uno expuso su propuesta, incluso sus dibujos, pero finalmente quedó desierto y fue su frondoso jardín el que inspiró el nombre de Fronda.

Entrevista con los propietarios de FRONDA, tienda de plantas, flores y decoración. © Alberto R. Roldán / DiariAlberto R. RoldánFotógrafos

Recuerdan con orgullo a esta mujer genial que, además de inocularles la pasión por el legado que posteriormente tomaron, procuró que cada uno de sus hijos emprendiese su propio rumbo profesional: empresarios, veterinaria, cirujano, físico, paisajista, artista y abogada. Y todo manteniendo intacto ese espíritu fundacional que, a Silvia, en nombre del resto, le gustaría que perdurase al menos en los próximos 50 años.

Al recorrer los pasillos de su sede en Majadahonda, Camilo destaca la generosidad materna cuando él asumió la presidencia, en los noventa, con un enfoque empresarial diferente. Con la pesadumbre lógica, Consuelo asumió los nuevos tiempos y le honró que su quehacer sirviese de base al código que desde entonces les ha permitido avanzar, un hito en una pyme con nueve herederos: «Valor humano, compromiso, austeridad, respeto por cada uno de los empleados y devoción por los equipos directivos, que son los que tiran del carro. Son valores que los llevamos porque hemos visto a nuestros padres».