Constitución

De aquellos fangos por Esperanza Oña

La Razón
La RazónLa Razón

Una vuelta de rosca más. En España intentar modificar la Educación provoca las más aguerridas resistencias, las más encendidas iras políticas, las más absurdas y dañinas reacciones. No se ha podido tolerar que el ministro Wert afirmara que los textos que estudian los alumnos en determinadas autonomías van dirigidos a despertar, fomentar y acrecentar el independentismo.

Ha tenido que ser un diputado del PSOE, del partido de la ambigüedad en el modelo de Estado; del de los complejos a la hora de defender los símbolos españoles; del de Maragall que, al final, resultó tan soberanista como parecía desde el principio; del que asegura que la Nación es un concepto discutido y discutible; del que no es capaz de ponerse un pin en la solapa con la bandera de España. De ese partido ha tenido que ser la insidia parlamentaria para seguir dando alas al separatismo insaciable. Catalanizar, se acepta. Españolizar, no.

Por eso, después de la aseveración del ministro, el diputado socialista ha embestido como un miura. Ha realizado una pregunta que en ningún país habría sido bien entendida. Ha conseguido una respuesta que en ningún país habría sido cuestionada. Esta realidad demuestra la podredumbre que nuestro sistema parlamentario ha ido acumulando en torno a la identidad nacional. Es un tema tabú. Es un tema para el disimulo. Es para vitorear el nacionalismo autonómico, que gusta, pero nunca el sentimiento español, que da dentera.

Estrategia equivocada si creen que así frenarán al separatismo. Una estrategia que no funciona en absoluto, ateniéndonos a los datos. Cada vez son más los que se declaran a favor del independentismo. Si crece esa tendencia, es obvio que se trabaja en tal sentido. Ya lo ha dicho Mas, avisando de un referéndum que repetirá hasta que salga el sí. Es decir, si no hay suficientes adeptos, adoctrinará indefinidamente hasta lograrlos.

Aceptado entonces que en Cataluña se enseña con una meta y que se cuidan los medios impidiendo estudiar en español, obligando en los recreos a los niños a usar la lengua catalana, multando a los que rotulan sus negocios en el idioma común, valorando más en las oposiciones el conocimiento del catalán que el de la materia en cuestión… ¿por qué mantenemos tanta complacencia?

Admitamos sin rodeos que la imposición lingüística, tal y como se lleva a cabo, es manipuladora y perjudicial con el deber constitucional de salvaguardar la unidad de España. Es una herramienta de separación. Aceptemos la propuesta de enseñar en el equilibrio, de amar a Cataluña y a España. Sin plañideras ni exageraciones. No son amores incompatibles.

En Cataluña sentirse también español es convertirse en un elemento de discordia, es convertirse en un anti sistema, es convertirse en la pieza a doblegar, es convertirse en objeto de descalificaciones e insultos. Lo que está sucediendo es el no va más. Pero sucede todos los días, ante el aplauso mayoritario y tibias protestas que provocan aversión.

Ayer leía en un medio de comunicación nacional las pruebas realizadas a alumnos catalanes de diez años de edad. Versaban sobre el separatismo. Les preguntaban si querían ser independientes, si les gustaba España, si la economía mejoraría con la independencia. Todos dibujaron la bandera separatista y el mapa de la Península Ibérica distinguiendo Cataluña ya separada de España.

¿Eso se llama adoctrinar o preferimos falsear la verdad con hipocresía lamentable? Me pregunto preocupada cuáles son las razones de que consintamos tal atentado contra nuestro país. De que actuemos con semejante cobardía. De que nos mostremos indiferentes ante afrentas evidentes. De que todavía existan tantas personas que, fuera de Cataluña, consideren progresista posicionarse al lado de las estrategias independentistas.

Me parecen enriquecedoras las lenguas españolas, pero no comparto que se utilicen como arma arrojadiza, como excusa para el enfrentamiento, como justificación de una identidad que exige la independencia, como argumento para el victimismo o como un elemento más para atacar a España.

Defiendo que se enseñen como aporte a nuestra riqueza cultural y como signo de equilibrio. Ahí está el reto. Si no… de aquellos fangos estos lodos.
 

 

Esperanza Oña
Alcaldesa de Fuengirola y vicepresidenta segunda del Parlamento andaluz