Congreso Extraordinario del PSOE

Sucesores: el nuevo PSOE

La Razón
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El anuncio de la retirada de Rodríguez Zapatero abre un paréntesis de un año en la vida pública española. Será un año dedicado a dilucidar quién es el sucesor al frente del PSOE, qué imagen quiere representar y, en último término, qué política quiere poner en práctica. Los problemas de los españoles quedan entre paréntesis y todos hemos de saludar ese ejemplar ejercicio de democracia interna por el que los socialistas, todavía en plena recesión económica, se van a dedicar a lo que más les gusta, como es volver a distribuir el poder interno.

Uno de los principales candidatos a la sucesión es Alfredo Pérez Rubalcaba. Con un largo historial, representa la imagen del felipismo. Arrastra un pasado tan cargado como turbio, y destacan su siniestra actuación entre el 11 y el 14 de marzo de 2004, el caso Faisán y las negociaciones políticas con la ETA. Aun así, Rubalcaba viene a ser la continuidad en la historia del PSOE desde casi el principio de la democracia. Por eso su pasado, tan oscuro, es para los socialistas menos una carga que una garantía. Con él nada cambiará. Más aún, lo que ha cambiado en estos años será rectificado. Volvemos a los ochenta, cuando los socialistas gobernaban España como una finca conquistada.

Carme Chacón suscita aún más expectativas. Y no sin razón, porque, habiendo estado años en un cargo tan expuesto como es el de ministra de Defensa, Chacón se ha mantenido hasta ahora en una discreción exquisita. Es lo contrario de Rubalcaba, porque, aparte de sus preferencias nacionalistas, así como su escasa simpatía por la palabra España, apenas sabemos lo que piensa. Hay en su candidatura juvenil un aire inequívoco a marketing político, a artificio publicitario, que puede no dar mal resultado. Eso sí, Carme Chacón encarna la quintaesencia del zapaterismo, su realización más acabada, la España –sin España– que Rodríguez Zapatero ha ensayado en estos años. Como tal, hace bueno a Rodríguez Zapatero, que será recordado como un esbozo, un pionero.

Queda, por el momento, un tercero en cuestión, que es José Bono. En cierto sentido, Bono es la alternativa absoluta. Ni siquiera se identifica de verdad con el PSOE, de tanto como se le nota el origen del PSP, de aquellos «socialistas» cínicos y procaces de Tierno Galván. Bono es ajeno al socialismo clásico español, ya sea en su versión felipista, en su versión sindicalista o en la zapaterista. El recentramiento del PSOE, su transformación en un partido moderno, europeo, no viene de una persona joven, con ideas originales y renovadas. Viene del aspirante a candidato de más edad, la viva encarnación del caciquismo tradicional, impregnado de un catolicismo formalista, tridentino, de antes del Vaticano II. Con él viviremos el socialismo nacionalcatólico. José Bono –«Bono con todos»– lo atribuirá a Pablo Iglesias.

Este es, por el momento, el panorama del PSOE. De fondo, en mayo, hay unas elecciones que se auguran lindantes con la catástrofe y un presidente que, según dice, quiere seguir gobernando…