Barcelona
Inasequibles al desaliento
Comprobado: la noticia de que el lobo ha vuelto a Cataluña se refiere efectivamente al canis lupus o lobo común, y no al espíritu de Almirall, padre de aquel catalanismo que algunos insisten en retorcer para justificar un derecho a la independencia bastante sui generis. Lo digo porque lo visto en Barcelona podría incitar a la metáfora si no fuera porque el resultado de la consulta independentista ha sido un churro que debería poner a sus patrocinadores de color rojo sopapo. Sin embargo, ahí los tienen: tras una jornada electoral de 120 días en la que han conseguido la proeza de movilizar a un 18% de los votantes –aún está por saberse cuánto le ha costado la gracia al conjunto de los catalanes, porque los voluntarios no cobran, pero alguien habrá pagado las papeletas y el billete de los 51 observadores desplazados– los hay que hablan de grandes resultados sin darse cuenta de que el efecto es similar al que provocaría servidora presumiendo ante Obama de presidencia de comunidad de vecinos. A los independentistas catalanes se les podrá tachar de muchas cosas excepto de moral quebradiza; tanto es así que, a pesar de que su imagen ha quedado a la altura de la del capitán que, tras lanzarse al ataque, se da cuenta de que su tropa ha escapado a la cantina, están dispuestos a seguir dando la matraca. En cuanto nos descuidemos, volverán a erigirse en portavoces de un pueblo con aspiraciones más serias que la de enroscarse la barretina hasta el arco cigomático. El problema es que pueden acabar consiguiendo que el único que se instale de buen grado en Cataluña sea el canis lupus. Y esperen a que se entere…
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