Historia

Roma

Dame veneno

La Razón
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En un lago californiano de alto contenido en mineral se ha descubierto una bacteria que puede vivir metabolizando el arsénico en vez del fósforo habitual. Esto, según los científicos, abre un nuevo abanico a la vida, ya sea en nuestro planeta o en las posibilidades de existencia alienígena. No hay duda de que es un descubrimiento morrocotudo que trastorna todas las reglas hasta hoy imperantes en la astrobiología, pero para mí responde a un concepto más sencillo: Mientras el entorno se deteriora sin remedio, los organismos se las apañan como pueden para seguir coleando. Empezando por los más simples, las bacterias, para continuar más tarde con los insectos y quizás algún día el ser humano.

¿Llegaremos un día a ser inmunes a todos los tóxicos dispuestos a devorar nuestras entrañas? Más allá de los cantos de Charles Baudelaire a las alegrías y gozos de la intoxicación, lo cierto es que nos seguimos envenenando como fieras, más allá de las costumbres de la antigua Roma o los hábitos de los Borgia. Sin ir más lejos ahí tenemos la nueva versión macabra de la película «Arsénico por compasión» de Frank Capra, con esas ancianitas tías de Cary Grant dándoles matarile en el té a pobres vagabundos para que dejaran de sufrir.

Gran seductor
Un celador de un asilo en Olot se ha dedicado a despenar abuelas dándoles nada menos que lingotazos de lejía. ¿Dónde han ido a parar los venenos que no dejaban huella? ¿Será que cada vez hacen menos efecto? Como le ocurrió al príncipe Yusupov al intentar darle pasaporte a Rasputín a base de dosis de caballo de cianuro mezclado con el vino mientras éste seguía empinando el codo tan campante, hasta que tuvo que pegarle cuatro tiros, sin que el gran seductor dejara de tocarse la entrepierna. Tal vez fuera pariente de esas bacterias resistentes a las que un día todos nos acabaremos pareciendo. Y podamos cantar aquello de «Dame veneno que quiero vivir, dame veneno…».