Barcelona

OPINIÓN: Adiós a la Monumental

La Razón
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Torearon ayer las lágrimas en la Monumental de Barcelona. La gente se llevaba la arena del ruedo catalán en bolsas y frascos. Con el ánimo desbordado, la afición se aferraba a una plaza cuya puerta grande ya se ha cerrado para siempre. Antes, José Tomás se encargó de bordar el toreo por naturales… «Libertad, Libertad», «Cataluña es taurina» o «ésta es la fiesta nacional» eran algunos de los cánticos que el público entonaba con rabia, con impotencia, con incomprensión ante un Gobierno democrático que se ha encargado de prohibir una tradición que han decidido abolir por considerarlo símbolo español y, por tanto, ajeno a ellos. Se echaba el telón en la vieja Plaza de El Sport, al mismo tiempo que Sevilla celebraba su Feria de San Miguel. Mientras se toreaba ayer en la Maestranza, un aficionado opinaba que para él era impensable la abolición de las corridas de toros en Sevilla. Quizás, también era impensable hace veinticinco o treinta años en Cataluña, cuando la costa se llenaba de turistas y se daban toros en San Feliú de Guixols, Figueras, Lloret de Mar, Gerona o Tarragona. No cabe duda de que la mecha está encendida. Pero la fiesta de los toros no se apaga. Siguen adelante las firmas para la ILP, mientras se espera una posible moratoria económica y el dictamen del Tribunal Constitucional. En la penúltima tarde de toros, la Monumental era un clamor por la libertad. Manzanares, Morante y El Juli llegaron a hombros hasta el mismo hotel envueltos en los colores de la «senyera». El último toro, lidiado ayer en la plaza de toros de Barcelona por Serafín Marín, se llamaba «Dudalegre». Premonitorio o no, al final de la corrida, en una enorme pancarta, con los colores de la bandera catalana, se podía leer una palabra: «Continuará…».