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El ganadero más valiente por José Miguel Arroyo «Joselito»

La Razón
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Aunque suene una vez más al clásico topicazo halagador que se dice cuando alguien muere, hablar de la figura de Juan Pedro Domecq es hacerlo de una persona que ha significado muchísimo para la Fiesta. Ganadero con afición desmedida, batalló años y años hasta conseguir ese toro bravo, pero dulce a los engaños, que todos buscamos desde que compramos el primer semental. Cada uno con nuestros matices, pero todos queremos seguir un camino como el suyo, establecer las bases de nuestras propias reses, consolidarlas y acreditarlas. Y él lo logró. Durante décadas y décadas ocupó la cima. Generación tras generación, sus bureles eran demandados por las figuras, dominaron el circuito de las ferias. Hoy lo siguen haciendo. El camino no fue sencillo.

En una etapa en la que mandaba el toro mastodonte, cargado de kilos, Juan Pedro Domecq apostó por un toro menos atacado de carnes, pero muy enclasado. Estudioso y meticuloso del campo, tuvo la paciencia necesaria para lograrlo. Una tranquilidad que en este mundo no es fácil tener, porque para ver los primeros resultados hay que esperar cinco años como mínimo. Y si te equivocas... un lustro que has tirado. Pero fue valiente, no le tembló el pulso. Aunque le tildaran de loco en ocasiones. La misma bendita locura que le mascullaban algunos cuando sacó de la chistera el corredero en las fincas para que los toros se movieran. Una gimnasia funcional que el paso de los años ha demostrado todo un acierto para que los toros salten al ruedo fuertes y musculados.

Personalmente, creo que sería un muy digno sucesor para esta Medalla de Oro de las Bellas Artes que me acaban de conceder a mí hace unos pocos días. Otros, en plural, con menos méritos, la han recibido. Su pérdida debería servir para unirnos, para pensar que por encima de todos y todo, está la vida y después la fría muerte.

Desafortunadamente, soy muy consciente del utópico imposible que supone actuar unidos. Sin envidias. Sin rencores, en esta horrorosa «ley de la selva» que se ha convertido el mundo del toro en los últimos tiempos. Una ley del más fuerte que ahora vivo desde dentro como ganadero, que entiendo y que admito. Lo que más me apena es que el mismo Juan Pedro Domecq que hasta ayer era «cabrito» para muchos, hoy para todos es «fenómeno». Son las cosas de esta sociedad actual de lo políticamente correcto. Que hay alguien que destaca y es cabeza visible, como lo fue él durante diez años al frente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, pues… ¡a por él!

Fue muy criticado, pero la única realidad es que Juan Pedro Do-mecq Solís fue un valiente y recogió sus frutos. Hoy, el 75 por ciento de animales que pastan en el campo español lleva su sangre en las venas. La misma sangre Veragua que compró su abuelo, Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, para crear un encaste propio. Él y su nieto tuvieron el atrevimiento que muchos no tenemos con tal de aferrarnos a conservar lo que tenemos.

Sin ir más lejos, algunas de mis vacas aún conservan el hierro de «juampedro» en sus costillares. Así que los triunfos de este humilde ganadero, que un día le compró 60 becerras y sementales tan buenos como «Gracioso» o «Diligencia», también llevan, en mayor o menor medida, su sello. Gracias y hasta siempre, ganadero.


José Miguel Arroyo «Joselito»
Medalla de oro de las bellas artes en 2011