Barcelona

«Lo único que vale la pena en el mundo de los toros es el público y el toro»

La vida de Maribel Atiénzar, tal y como narran las páginas de «Una vida en juego», refleja a la perfección el esfuerzo de una mujer por cumplir su sueño en los primeros años de la transición, vestirse de luces y ser torera. Su esfuerzo y enorme ilusión se tradujo en recompensa al presentarse en Madrid y cortar una oreja.

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En los tan agitados y apasionantes primeros años de la transición, y tras la estela de Ángela, cuya lucha, esfuerzo y no pocos disgustos sirvieron para que la mujer pudiese conquistar su derecho a torear a pie y vestida de luces, una casi niña de Albacete iba a ser la que más altas cotas alcanzase y más lejos llegase de las muchas mujeres que por entonces intentaron abrirse paso en un mundo tan complicado y áspero como el de los toros.

La joven que quería ser monja, tras una fiesta campera celebrada, en 1974, tuvo claro que lo suyo no era el convento sino las plazas de toros: «Alguien me gritó desde la tapia que las mujeres tenían que estar en la cocina y que no iba a ser capaz de dar ni un solo muletazo. Aquello me encendió y me hizo que sacara toda la rabia que llevaba dentro ¡le di al becerro muchos muletazos y ahí comprendí que lo mío eran los toros!».

Tras aquella primera experiencia, en la que no sólo fue capaz de dar un muletazo, sino muchos y algunos hasta templados y de excelente factura, el veneno del toreo se apoderó de ella y no hubo forma de hacerle cambiar de opinión.

Cuando se lo dijo a su padre llegaron nuevos problemas, puesto que su progenitor, con lógica y sentido común, se negó en redondo. Pero su decisión estaba tomada. Estaba plenamente convencida de que su destino estaba marcado y no era otro que los toros. Así que todos los días, antes de ir al colegio, de siete a ocho de la mañana, se iba al campo a correr y torear de salón, aumentando poco a poco la intensidad y duración de su entrenamiento hasta no pensar ya en otra cosa que en el toro.

El 26 de enero de 1975 intervino, en Villavaliente, en la provincia de Albacete, en su primer festejo formal. Toreó mucho por los pueblos de la provincia de Albacete, como Munera, la Roda, La Gineta, Villamalea, Villarrobledo y otros. También fue contratada para torear en plazas de Castellón, Valencia, Murcia o Alicante, como Játiva, Benicassim, Morella, Silla, Benicarló, Burjassot, Benifayó, Cehegín, Elche, etc., cosechando muchos triunfos y cortando orejas y rabos.

A finales de aquel año Paco Rodríguez contactó con Antonio El Barberillo para hacer una exclusiva para el año 1976 con todas las toreras que entonces funcionaban y que estaba organizando. Y así fue como la niña alternó en los carteles y en los ruedos de pueblos y capitales de provincia en ese año. Con Alicia Tomás, Rosarito de Colombia, Lola Amaya, Mari Cruz, Carmen Murcia, Mari Fortes, La Algabeña y otras tantas: «A Paco Rodríguez tengo que darle las gracias por todo lo que hizo por mí, nunca le he quitado su gran mérito por todo lo que hizo por nosotras, llamadas en la época las Señoritas Toreras, y por la gran labor que hizo como apoderado y empresario en mi carrera. Gracias a él viajé a América, sueño de todos los toreros. Este mentor y empresario tiene mucho mérito, porque fue él quien ayudó a las mujeres toreras a tener un puesto en los ruedos».

En abril de 1977, en la plaza de Hellín, debutó con picadores. Toreó con Paco Aguilar y Manuel de los Reyes, una novillada de Beca Belmonte y consiguió un gran triunfo. Un éxito que se repetiría posteriormente en plazas tan importantes y significativas como Vistalegre, Valencia, Zaragoza, Algeciras, Barcelona, Castellón, Sevilla y hasta Las Ventas, donde se presentó el 2 de julio de 1978 y dejó una impactante actuación: «Qué novillo tan bravo y qué nobleza tuvo este día tan señalado, en mi presentación en Las Ventas. Sus embestidas me hicieron crecerme, templando y mandando con mi muleta planchada y embarcándole al natural. Recuerdo mis pases largos y profundos, pidiéndole más y más, pues estábamos en Las Ventas y teníamos que estar a la altura. No lo tuve fácil en mi presentación, pero triunfé. Qué emoción tan grande a mis 18 años salir a hombros con la oreja en la mano. La apretaba tanto que casi hubieran podido sacar las huellas de mis dedos. Pude abrir la puerta grande cortando otra oreja, pero la presidencia jugó bien su papel de discriminarme aunque el público le dedicó una bronca por negármela».

Durante las dos siguientes temporadas siguió sumando muchas actuaciones tanto en España como en América, casi todas ellas rematadas con triunfos, con lo que se imponía ya el subir de categoría. Pero fue entonces cuando comenzaron a surgir problemas y complicaciones. Los novilleros punteros no querían actuar con ella y los empresarios comenzaron a dejarla de lado, teniendo que tomar la alternativa no en Albacete, como estaba previsto, sino en la plaza mexicana de Pachuca, tras la frustrante aventura en la que su entonces apoderado, Enrique Vera, la dejó abandonada en México, sin dinero y sola.

¿Por qué no llegó más lejos? ¿Por qué tuvo que dejar de torear pese a la alternativa, su capacidad y sus condiciones? Interrogantes para las que tiene clara la respuesta: «Aparte del machismo que había entonces, es que en muchos casos no hacía gracia que una mujer se vistiese de luces y lo hiciese con la seriedad que lo hacía. Con picadores no llegué a torear con ninguna otra mujer. Si hubiese habido competencia entre mujeres, sí hubiese habido alguna otra mujer que hubiese podido torear con ella, entonces las cosas podrían haber sido diferentes».

Pero lo cierto es que, tras un festival celebrado en San Felíu y que algún apoderado coló a la prensa como novillada con picadores -de ahí el posible equívoco de su renuncia a la alternativa, pues si un matador actúa en un festejo de menor entidad, automáticamente pierde la categoría que tenía antes de tomar parte en esa función-, decide finalizar su carrera: «Preferí apartarme de los ruedos en vez de tener que rebajarme. Cuando una ha sido figura entre los novilleros no se puede consentir que te traten de esta forma. Tenía que velar por el nombre que me había forjado. Lo único que vale en el mundo de los toros es el público y el toro. Llega un momento en que te preguntas si vale la pena estar arriesgando la vida mientras que otras personas te manipulan y te utilizan».

Tomar la decisión de dejar los ruedos, un drama para alguien con su afición y entereza, no fue fácil para ella: «El cometer de nuevo un error y sentir el vacío de no estar delante de un toro y sintiendo el aliento del público me hizo dudar durante un tiempo sobre si debería seguir adelante y luchando. Pero sentía dentro de mí que la ilusión por torear y mi confianza hacia los demás estaba cambiando. Había descubierto el lado oscuro de este mundillo taurino. Te lo hacen conocer un día y es difícil a veces de aceptar, preguntándote el porqué de las cosas, sin encontrar una verdadera respuesta.

También descubrí en ese mundo cosas extraordinarias, únicas, que no todo el mundo puede vivir, las cuales iluminaron mis ilusiones y me dieron fuerzas para lograr mis sueños. Pero llegó el momento de no dudar y aquella vez creo que no me equivoqué. Así lo pienso hoy día, porque, sin querer o queriendo, cuando los caminos se cruzan y no lo tenemos claro, hay que asumir el riesgo y una decisión».


«Maribel atiénzar, Una vidaen juego»
Paco Delgado y Pepe Sánchez Robles
Editorial avance taurino
224 páginas.