El coleccionista de huesos

MADRID- «Hay que ver en qué poca cosa nos quedamos eh». Concha Magaña reflexiona en voz alta algo que habrá pensado mil veces mientras termina de colocar, casi con mimo, cada hueso de un esqueleto humano donado para la Ciencia. Vistos así, posados encima de una mesa, sólo los restos óseos de brazos y piernas hacen desechar la sensación tan palpable de la fragilidad del cuerpo humano. Magaña, doctora en Biología y especializada en Antropología lleva apenas una semana realizando las labores de limpieza de este esqueleto. «Si me dedicara sólo a ello tardaría menos pero aquí hay mucho trabajo», explica quitándose los guantes azules de látex. Éste es sólo uno de los 69 cadáveres que hace un par de meses han llegado al Instituto Anatómico Forense (INM) y que pasarán a formar parte del primer banco de huesos de España. Los restos son procedentes de osarios de la región y el anonimato es la garantía primordial en este tipo de donaciones. Sólo pueden tratarse los cuerpos que han sido expresamente donados para esta causa. «Los cadáveres que no se reclaman –cerca de 40 en este momento– suelen ser enterrados por beneficencia», apunta el director del INM, Eduardo Andreu. Tras la labor de esqueletización y limpieza de cada hueso, que desarrolla la doctora Magaña, viene la fase de «etiquetado». Cada pieza pasará a tener un ficha propia en la que se registrará todas sus características: nombre, edad, tamaño y patología concreta si la tuviera. Luego, se meten en cajas y se guardan por orden en lugares frescos y secos. «Servirán de gran ayuda en multitud de campos», explica Andreu. Una vez creado el banco de huesos –calculan que estará listo para el próximo año– recurrirán a él estudiantes, forenses en prácticas, historiadores o Policía Científica, entre otros profesionales. Y es que el INM realiza una importante labor de asistencia a la Justicia.