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Japón

Enmendando a ZP

En contra de lo que dice el presidente ya hubo otra gran crisisen la economía globalizada: en Asia 

La Razón
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Ha dicho Zapatero que estamos viviendo la «primera gran crisis de la economía globalizada». Líbreme el cielo de contradecir a ZP en cuestiones de economía pero, humildemente, discrepo de su opinión. Ya sé que carezco de esa «gravitas» cuya viva representación encarna nuestro presidente, pero si me lo permiten diré que sospecho que ésta que padecemos no es la primera gran crisis de la economía global, y que desde luego no será la última.

Entre otras cosas por la inevitable globalización. Y que la globalización sea ineludible no quiere decir que no sea una basura económica mundial que acarrea más inconvenientes que ventajas, como parece demostrado. Pero dejaré mis quejas antiglobalización para otro momento y me centraré en lo de la «primera» gran crisis, que dice ZP. Error, digo. No es la primera. Ya hubo otra gran crisis no hace tanto: en Asia. Lo que ocurre es que no nos acordamos porque la Alianza de Civilizaciones sólo llega hasta el Oriente Próximo.

El Oriente Lejano, como no entra en los sueños de paz mundial de nuestro líder, no cuenta. De modo que tendemos a olvidarnos del Lejano Oriente. Lo cierto es que en los años 90 los mercados de Asia Oriental se calentaron y se produjeron varias «burbujas especulativas». Hubo una burbuja en el mercado inmobiliario tailandés que tuvo muchas consecuencias, entre ellas la especulación, hundimiento y pavorosa devaluación de la moneda tailandesa, el bath, que generó un ponzoña vírica que se propaló por Malasia, Corea del Sur, Indonesia, Filipinas...

Economías que eran bastante estables se derrumbaron. El FMI acudió al rescate, cual llanero solitario armado de miles de millones de dólares, dispuesto a imponer sus reglas, a endeudar a los rescatados y a aumentar los tipos de interés, que se multiplicaron hasta por cincuenta, provocando un tsunami de impagos, morosidad y caos en los préstamos bancarios, ya imposibles de devolver... Las economías de Malasia, Tailandia e Indonesia –que eran bastante sólidas hasta entonces– se hundieron de un 7 a un 13% en pocos meses. Grandes bancos de Japón y Hong Kong se fueron a la ruina. El FMI impuso recortes muy duros en el bienestar social de Asia Oriental (que es, recordemos, muchísimo menos confortable que el que nosotros disfrutamos). Los alimentos experimentaron subidas de hasta un 80%, generando disturbios y hambrunas en algunas regiones (noticias que, quizás, ni alcanzaron nuestros oídos, siempre atentos a lo que ocurre en Europa, USA y el Oriente musulmán, pero sordos a todo lo demás).

Hubo migraciones masivas provocadas por el hambre en zonas rurales de Birmania, Laos, Tailandia, Camboya… Todas esas naciones han ido saliendo de la crisis a cambio de un precio altísimo: ser más pobres. Un precio que nosotros no parecemos dispuestos a pagar. Siento auténtica pasión por el Oriente Lejano. Lo que ocurre allí me importa, le presto una cuidadosa atención. Y no olvido lo que sucedió. Asia también existe. La crisis de Asia fue la primera. Pero los asiáticos están acostumbrados a sufrir y a perder. Nosotros no.