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La República intransigente

Un libro analiza las agresiones de todo el espectro político entre 1931 y 1936

El Gobierno de la Generalitat, detenido en la cárcel Modelo de Madrid en 1934. Por la izquierda, el tercero, Lluís Companys. Fotografía procedente de la obra «Palabras como puños» © (Archivo gráfico de la agencia Efe)
El Gobierno de la Generalitat, detenido en la cárcel Modelo de Madrid en 1934. Por la izquierda, el tercero, Lluís Companys. Fotografía procedente de la obra «Palabras como puños» © (Archivo gráfico de la agencia Efe)Efe

Fue necesaria la Transición para que se hicieran los deberes sin terminar de la II República. Los seis años que duró el régimen republicano son una «síntesis de los problemas de España», según el historiador Fernando del Rey, que pueden también, a la luz del presente, resumirse en uno: la falta de entendimiento entre la derecha católica y la socialdemocracia, que dejó el aire político a los extremos antidemocráticos. En cambio, los estratos moderados de la sociedad no lograron entenderse, envueltos en una tormenta de retóricas intransigentes, violentas, ofensivas, lanzados desde los sectores comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, y también desde la derecha, la Falange, los monárquicos o los nacionalistas. Este libro «desprejuiciado, crítico y distanciado» reúne las muestras de «intransigencia política durante la Segunda República».

El volumen, en el que participan coordinados por Del Rey siete historiadores, aborda la República «con un sesgo: la violencia». «Por supuesto que no hubo sólo violencia, pero durante esos años sobraron las lógicas excluyentes del adversario, el frágil respeto a las reglas del juego, la débil asunción del principio de alternancia y el escaso respeto al pluralismo político» bajo gobiernos del espectro de la izquierda, explica el historiador, que cree que a la República hay que verla «en el contexto europeo de retroceso de las democracias. En la historia española tampoco existían precedentes, por mucho que hubiera años llamados ‘‘liberales'' o ‘‘progresistas''». 


Sobrada de esperpento
Para el historiador Santos Juliá, la Transición fue el reencuentro de «dos fuerzas que en la República son excluyentes». «Eliminar de los años treinta el conflicto y la violencia es dar una imagen beatífica de la República que es falsa. Igual que lo es afirmar que la Guerra Civil empezó el 14 de abril de 1931», aseguró. Por su parte, para su colega José Álvarez Junco, esos mensajes acabaron sepultando al centrismo, y algunos fracasos, como el del Partido Radical de Lerroux, son muy reveladores. José Varela Ortega destacó también la historia de Julián Besteiro como «muy descriptiva» de lo que ocurre en los años de radicalización: «pocos advierten como él que las revoluciones suelen acabar en desastre. En este caso, hasta su propia vida terminó en tragedia».

«El resumen del periodo sería un retroceso en toda regla de la idea democrática. La República adviene en un momento de regresión de las ideas democráticas, pero eso no resulta una excusa, porque en Europa hubo otros países que hicieron bien los deberes, incluso naciones recién nacidas como Checoslovaquia, o que habían sufrido una guerra civil, como Finlandia», dijo Del Rey. En España, las palabras se utilizaron como los puños.


La tercera España
Durante la década de los años treinta «había en España un espectro de votantes demócratas suficientemente amplio como para que hubiesen cuajado esas ideas», asegura Del Rey, que lo cifra en torno a un 20% de los socialistas y de los seguidores de la CEDA (la derecha católica) al que se podrían sumar amplios sectores republicanos, del Partido Radical, y otros sectores centristas que alcanzarían hasta un 40 por ciento de la población. Sin embargo, para explicar el fracaso hay que ver las rivalidades entre líderes, por ejemplo. «¿Cómo se llevaban Alcalá Zamora y Lerroux? ¿Y éstos con Azaña? Pues mal», dice Del Rey. «Con buenos líderes habrían conseguido hacer un núcleo suficiente», asegura el historiador. José Varela Ortega recordó que muchos en España pensaban que la guerra sería algo pasajero con una frase de Juan Pablo Fusi: «Nunca antes tanta gente se había ido de veraneo como en el verano del 36. No deberían estar pensando en matarse...», dijo ayer. Pero se equivocaban. «Y se reían de Emilio Castelar, que decía que las revoluciones se empiezan pero no se sabe cómo acaban».


«Palabras como puños»
Fernando del Rey
Tecnos
675 páginas. 25 euros.