París
Doña Cayetana insiste en su viaje a Tailandia por Jesús Mariñas
La Duquesa de Alba no desiste del sueño incumplido de viajar al país asiático aunque sí ha decidido retrasarlo porque a finales de mes expone los Tesoros de la Casa de Alba. Menuda es ella a la hora del ordeno y mando. Los pone firmes desde sus 87 años increíbles, repletos de curiosidad y vitalidad. Siempre le gustó viajar, y Jesús Aguirre fue un buen compañero –aún añorado, se entendían de película– de viaje: con ella disfrutaba de los otoños venecianos en los que la duquesa reponía un vestuario entonces menos informal que el actual, fiel a las medias de rejilla ancha que disimulan el lógico paso del tiempo. Se mantiene firme, pimpante y nuevamente recuperada tras la gripe de los primeros fríos. Es un volcán de inquietudes. De ahí su intención de visitar Tailandia. Es un país que, como la India, donde casi estuvo un mes con su ex nuera preferida, María Eugenia Fernández de Castro, le parece lleno de atractivos y exotismo. Visité la ciudad por primera vez con Boccaccio a principios de los 80 y ya la veo en el mercado flotante, regateando, husmeando por los mercadillos de Silón, no digamos en el nocturno de Bangkok, aunque para muchos, su máximo atractivo son los múltiples locales de sexo.
Las Gangas de La Suite
Entiendo el gancho de esta ciudad –con su imponente Hotel Oriente en la ribera del río–, y también el de sus tiendas en las que Naty Abascal, Mirian Cortina, Maribel Yébenes y Cary Lapique casi acaban con las existencias de las copias del «Kelly Bag». Precisamente hace un par de semanas se subastaron varios ejemplares de este bolso en La Suite barcelonesa y su precio ascendió hasta los 3.700 euros en su modelo de cocodrilo negro, mientras que en las subastas de París puede llegar a tener un valor cercano a los 30.000.
La verdad es que España todavía es una ganga para la compra de modelos tradicionales, vale la pena porque las nuevas colecciones sólo modifican el color de las asas o las cantoneras de remate. La Suite ofreció auténticos chollos, como un modelo algo más usado –el que comento estaba perfecto, incluso con el forro impecable–, que salió en 250 euros y llegó a 1.700, según me cuenta su subastadora, ahora con las antigüedades más céntricas en la calle paralela a Vía Augusta y Diagonal, en la que mantienen inolvidable el recuerdo de Conchita Vilella en una agencia de relaciones públicas.
Volviendo al caso de la Duquesa, parece que no escucha monsergas sobre su viaje a Thailandia, a pesar de que son más de 12 horas de diferencia con el cambio horario. Además, conoce bien los peligros que este viaje podría acarrear. Por eso entiende que los hijos de Alfonso Díez, con toda su buena intención, les desaconsejen ir. Sin embargo, se niega a hacerles caso. El duque cada día es más elegante y prudente, y carece de la ambición de su precedente en el título, aquel inefable Jesús Aguirre que se refería a Isabel de Inglaterra como «la prima Lilibeth». Sus intenciones trepadoras hacían reír porque dejaban en evidencia a un intelectual de su fuste. Compartimos muchas experiencias junto a él, bien lo sabe el guaperas de Pedro, que estaba entre sus íntimos sin saber que su hermano Alfonso llegaría a sucederle. La vida es una película y la Duquesa se muestra terca e irreductible ante las objeciones filiales.
«Iré, no insistáis. Puede ser el último viaje largo de mi vida y quiero hacerlo», asegura. Y tampoco escucha a Paco Trujillo, el médico que le devolvió vida y estabilidad física. Si se cumple lo previsto, se irán de viaje después de las fiestas navideñas, que reúnen a la dispersa y variopinta descendencia. La Duquesa... ¡qué genio y figura!
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