Elecciones en Pakistán
Afganistán revisado
Treinta mil hombres más contra un plazo de año y medio, ése fue el pacto alcanzado por Barack Obama con sus militares el anterior diciembre. Transcurrido el año, llega una revisión de la estrategia. El documento completo se ha mantenido en secreto. Lo publicado el 16 no pasa de cinco páginas.
La Casa Blanca se da a sí misma un notable alto. Todos los objetivos se mantienen con el mismo orden de prioridad y en todos se han conseguido progresos, si bien ninguno irreversible. El enemigo número uno sigue siendo Al Qaida y el país más importante en el conflicto, Pakistán. Por más que se justifique el esfuerzo afgano por el peligro de que la organización terrorista recupere un santuario desde donde actuar, el riesgo verdaderamente estremecedor es que los islamistas radicales se hagan con el poder –y las armas nucleares– en el segundo país. Así pues, «desbaratar, desmantelar y en último término derrotar» al liderazgo de Al Qaida es lo prioritario y dado su emplazamiento en territorio paquistaní próximo a la frontera con Afganistán, la cooperación de Islamabad goza de la misma preferencia estratégica. Choca este orden de objetivos con el desarrollo de la guerra sobre territorio afgano, supuestamente secundario. Los avances proclamados en las relaciones con el Gobierno de Pakistán pueden ser reales pero siempre problemáticos.
Respecto a Afganistán, las metas suenan más modestas. No se trata de derrotar por completo a los talibán, sólo de erosionar su fuerza y amentar con mayor rapidez la del Gobierno para que sea capaz de mantenerlos a raya en un futuro angustiosamente próximo. Con el año nuevo habría que comenzar algunas de las transferencias en el mantenimiento de la seguridad a las fuerzas locales y a partir de julio comenzar la reducción de las americanas. La gran novedad es que el proceso no se consumaría hasta finales del 2014. Después, la continuidad del apoyo futuro a ambos países es vigorosamente afirmada.
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