Barcelona

Queridos empresarios por Israel Vicente

El coso de La Monumental, vacío, tras acoger el pasado 25 de septiembre su última corrida de toros
El coso de La Monumental, vacío, tras acoger el pasado 25 de septiembre su última corrida de toroslarazon

Disculpen que no envíe esta misiva a su asociación, pero es que quisiera que la leyeran y sospecho que no revisan mucho su buzón. Ustedes, como empresarios, son los productores. Y son, en realidad, los gestores del sector. Como saben, hace dos domingos se produjo el cierre de La Monumental de Barcelona. Sí, ya sé que todos pensarán que «la culpa es de Balañá, es su propiedad, es su problema». Como cuando fuimos unos cuantos a proponerles, allá por 2005, una recogida de firmas como la que hicieron los promotores de la ILP antitaurina, para llevarlas al Congreso y blindar la tauromaquia y ante su negativa a sufragar la infraestructura –«la culpa es de Balañá, es su problema»– se hizo lo que se pudo: algo más mediático que efectivo, pero sin duda lo más poderoso de los últimos años con este tema.

Dicho domingo se cerró La Monumental, algo anunciado desde hace 30 años, cuando los gobiernos de CiU comenzaron los ataques contra la Tauromaquia (no a nuevas plazas de toros, no a los niños en los cosos, no a ayudas, no a publicidad en medios institucionales, no a información en televisión, radio y medios gubernativos y/o afines…). Así fueron cayendo plazas como Lloret, San Feliú, Gerona, Olot, Tarragona… Plazas sin ninguna relación con Balañá y, sin embargo, «la culpa es de Balañá, es su problema». Se venía avisando y no hubo reacción. José Tomás llenó la plaza en 2007 y todas las veces en que ha toreado desde entonces, y no ha habido iniciativa alguna. No solamente no se ha sabido aprovechar la situación, subiéndose al carro del torero de mayor tirón social de los últimos años, sino que se ha torpedeado su carrera y su contratación cada invierno, en los despachos, y durante todo el año en algunas secciones taurinas de los medios afines a ustedes.

No quisieron desarrollar el ambicioso plan de imagen a dos años que les propuso una prestigiosísima agencia de publicidad. No quisieron colaborar en nada con la Plataforma que se creó en su momento y que aglutinó a personajes de un nivel deslumbrante. Solamente arrimaron el hombro cuando hizo aguas, dándole leña al árbol. No quisieron ayudar con esa encuesta que hubiera echado por tierra las percepciones de los grupos políticos catalanes contrarios a la Fiesta. No quisieron adecuar la Fiesta al siglo XXI con aquel estudio desarrollado por especialistas, ni hicieron caso alguno al famoso Libro Blanco. No quisieron nada, porque realmente no quieren nada, porque prefieren tener un control absoluto sobre el negocio antes que permitir que una ligera brisa pueda mover un pelo de sus tupidas cabelleras. «Es una mediocridad, pero la controlamos nosotros», parece su lema.

Pero, ¿saben qué ocurre? Que de ustedes dependen miles y miles de personas que llevan la tauromaquia en la sangre, que no tienen una afición mayor que esa, que pagan de su bolsillo sus abonos, sus entradas. Que suspiran porque su afición no sea minoritaria, que recupere esa grandeza que siempre tuvo, que pueden entrar en su bar de siempre con el pecho henchido y la frente alta y decir: «Soy aficionado a los toros». A todos estos, aficionados, que no entienden qué ocurre, no les gusta lo más mínimo su manera de controlar el sector, porque el toreo, la tauromaquia, es grandeza. Y la grandeza no puede ser gestionada por mediocres. «La culpa es de Balañá, es su problema», dicen. Generalicen, por favor, pues ya no tienen al chivo expiatorio: «La culpa es nuestra, somos el problema».

Israel Vicente