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«El Cid» cabalga de nuevo
MADRID- La voz queda de Gil Parrondo ni siquiera roza, pero se mantiene en el aire. Como el amor «tan profundo» que se profesaban los protagonistas de «El viento y el león», una de las 120 películas para las que creó los decorados y de la que se siente más orgulloso. «Ni una caricia y la historia de amor está ahí», comenta. Podría ser una definición de la elegante distancia que el director artístico, a sus 90 años, ha interpuesto entre él y su trabajo. Distancia que le supuso en su momento no llevarse un Oscar por los decorados de «Dr. Zhivago», al olvidar inscribirse en los créditos. Sería un tercero de las otras dos estatuillas que consiguió por «Patton» y «Nicolás y Alejandra», y que le convirtieron en el primer español en conseguir tal gesta, hasta que le igualó Almodóvar.
De Santa Gadea al Capitol
Con además cuatro Goyas en su haber, el hecho de que un asturiano que empezó con «Jack el negro» en los 50 fuera más que una referencia para las superproducciones hollywoodienses es para él «casualidad, las circunstancias». Por motivos como ésos está sentado a mi lado, en un sillón de los pasillos del Museo de Cera, en el acto conmemorativo del cincuenta aniversario del estreno de la producción «El Cid». Don Rodrigo fue el primer héroe español reclamado por Hollywood y ayer Parrondo quiso ser su Santa Gadea en la misma fecha en que se estrenó la película en la Sala Capitol.
–¿Qué significó para usted aquella época?
–La época de Bronston (productor de la película) fue gloriosa para mí. Sofía Loren era una gran y bellísima actriz, y Heston un hombre peculiar...
–En hombres peculiares no era novato, recuerde cuando Welles le citó en el hotel Palace, en 1954.
–El trabajo de Welles fue decisivo en la historia del cine mundial. Pero era muy barroco, el trato con él fue difícil. Me hizo dibujar un decorado improvisado y un minuto después me pidió trabajar con él en «Mr. Arkadin». Sin embargo, a una revista francesa le aseguró haberse ocupado él del decorado porque España le dio lo que necesitaba.
–Sería más difícil montar decorados por entonces.
–Al revés. Con los avances tecnológicos y los medios digitales de ahora no hay especialistas preparados para montar «La caída del Imperio romano». No han sido enseñados para eso. Imagínate, unos 1.000 obreros que dedicaron siete meses en levantar la fachada del foro Romano con unos 200.000 bloques de cemento, 27 edificios a tamaño real, unas 600 columnas... Hoy en día es imposible.
–Lo dice un director artístico...
–Yo no soy director artístico. Soy decorador, que es una palabra mucho más justa con lo que hago. Sé que a todo el mundo le fascina dirigir porque da mucho nivel, pero a mí, no. Soy un hombre gris.
–¿Comparte con José Ignacio Wert terminar con la cultura de las subvenciones?
–Suelo mantenerme al margen del politiqueo. Soy tolerante con todo, no me cuesta admitirlo. Las cosas que me han pasado las he asimilado como parte de mi vida.
–Al igual que tuvo que asimilar una guerra civil.
–Y saqué algo positivo. Yo era un niño y vi por primera vez «Sombrero de copa». Me fascinaron los colores y formas de los decorados. Quizá la crueldad de la guerra me hiciera valorar más esa belleza. Me motivó a ser decorador.
El «decorador» de Don Rodrigo
Gil Parrondo (Asturias, 1921) participó en la elaboración de los decorados de la superproducción «El Cid». Ayer, 50 años después del estreno en la sala Capitol de Madrid, el Museo de Cera quiso conmemorar tal fecha invitando a Parrondo, uno de los artífices del filme. El único español en hacerse con dos Oscar antes que Almodóvar. Al acto, que tuvo lugar en el Museo de Cera, asistieron además el poeta y escritor Luis Alberto de Cuenca y la hija del productor Samuel Bronston.
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