Literatura

Barcelona

El prodigio de Mendoza

El autor publica «Riña de gatos. Madrid 1936», Premio Planeta 2010, novela donde el escritor vuelve a demostrar su gran talento literario

El novelista presentó ayer en Madrid su última novela, centrada en los días anteriores a la Guerra Civil
El novelista presentó ayer en Madrid su última novela, centrada en los días anteriores a la Guerra Civillarazon

Resulta ya un lugar común el considerar a Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) como un novelista de obras mayores del tipo de «La verdad sobre el caso Savolta» (1975), «La ciudad de los prodigios» (1986) o «Mauricio o las elecciones primarias» (2006) y de, por otro lado, entretenimientos narrativos como «Sin noticias de Gurb» (1991), «La aventura del tocador de señoras» (2001) o «El asombroso viaje de Pomponio Flato» (2008); y aún siendo esto esencialmente cierto, debe considerarse el sentido lúdico y festivamente atractivo de sus libros más ambiciosos y, a la vez, la nota crítica y revisionista que entraña su literatura más leve y pasajera. En todo caso, estamos ante una escritura siempre rigurosa, poseedora de una particular gracia expresiva, una singular agilidad dialógica y una maestría única en el pautado desarrollo de una apasionante trama.

«Riña de gatos. Madrid 1936», novela que ha obtenido el reciente Premio Planeta 2010, pertenece al mejor Mendoza, en lo que constituye un relato trabado, fluido y complejo a la vez, plagado de referencias culturales, inquietantes situaciones históricas y emotivos conflictos sentimentales a cargo de inolvidables personajes. La acción se inicia cuando, en los tensos días que preceden al estallido de la Guerra Civil española, un inglés experto en arte llega a nuestro país para realizar la peritación de una colección particular de pintura clásica.

Fin de una convivencia

El libro se abre con una carta de ruptura sentimental con la que este personaje deja atrás su flemático pasado, para adentrarse en lo que será muy pronto una sangrienta rebatiña entre hermanos, el fin de una convivencia civil que no pudo ser. Instalado en la cotidianidad inquietante, pero también castiza, popular y despreocupada de ese bullicioso Madrid, Anthony Whitelands, el protagonista, va penetrando en una trama que participa de la intriga amorosa, la conspiración política, los planteamientos artísticos, la lucha de clases y el devenir de la historia, en un vertiginoso carrusel de sucesos que conduce a un imprevisible desenlace.

Más allá de lo anecdótico, es ésta una obra de variados registros, que van desde la meditación sociológica a la polémica sobre las vanguardias frente al perdurable clasicismo, pasando por la documentada recreación de personajes históricos como José Antonio Primo de Rivera, el sentido moral del compromiso civil, la responsabilidad individual ante los movimientos de masas, la inadmisible justificación de la violencia sistemática, el protagonismo de los sentimientos en la conducta –porque esta es también una historia de amor– o la función social de las actitudes estéticas.

En esta novela Mendoza critica decididamente, aunque con su característica distancia irónica, aquella pose esnobista que, por pura superficialidad «sport», como un ejercicio de vanalidad mal entendida, desarrollaron radicales de todo tipo, propiciando el enfrentamiento social desde dogmáticas trincheras ideológicas. Como muy bien se plasma en estas páginas, lo que acaso parecía un juego, una dedicación ociosa de jóvenes inconscientes o una entrega sectaria a utópicas revoluciones, acabaría desembocando en una tragedia nacional.

 El relato refleja muy bien la tensión mantenida, la densa calma de los prolegómenos, una cargada atmósfera de silencios y vacíos, en el mejor lenguaje medido y descriptivo: «Le despertó con sobresalto un estampido lejano, como el producido por el disparo de un cañón de gran calibre. Acaba de comenzar algo terrible, pensó. Luego, como a la primera detonación no le siguió ninguna otra, Anthony decidió que tal vez aquella formaba parte de un mal sueño.

Para alejarlo se levantó, fue a la ventana y abrió los postigos. Todavía era de noche, pero el cielo tenía un color púrpura demasiado uniforme para atribuirlo al crepúsculo. Por la plaza no circulaban vehículos ni personas. Si ardiera Madrid, habría un gran griterío, se dijo, y no este silendio ominoso. Pero lo cierto es que reina la clama que, según dicen, hay en el centro de un huracán». (pág. 167)

La presencia de Velázquez

Reconociendo méritos, desmitificando símbolos, fijando responsabilidades, criticando excesos o carencias, se presenta al lector el panorama de un tiempo convulso, contrapunteado narrativamente por los avatares de la sentimentalidad, la concurrencia del humor, la preocupación por el modo en que el arte debe reflejar la realidad –las alusiones a la pintura de Velázquez son impagables– y el protagonismo del azar en la asendereada vida de unos característicos personajes. Con estos ingredientes, Eduardo Mendoza ha logrado un cóctel magistral, el relato vivo, cercano y cotidiano de aquella terrible gatomaquia que aún no sabemos muy bien cómo recordar, aunque mucho ayude un excelente libro como este que, desde luego, no es una novela más sobre la guerra civil española.


Título: «Riña de gatos».
Autor: Eduardo Mendoza.
Editorial: Planeta.
427 páginas. 21,50 euros.